Luis Cabañas, dietista-nutricionista y secretario del CODiNuCoVa

Luis Cabañas: "Un IVA para construir mejores dietas"

Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunitat Valenciana

19 de septiembre, 2021

La pandemia del COVID-19 ha cambiado el mundo, pero hay otras pandemias: en concreto, la del hambre, y su otra cara, la del sobrepeso y la obesidad



Luis Cabañas, dietista-nutricionista y secretario del CODiNuCoVa

 

La OMS lleva denunciando pandemias muchos años. No les va de nuevas. De hecho, la del COVID-19 puede parecer una broma de mal gusto, comparadas con otras que asolan nuestra salud desde hace décadas.

¿Recuerdan lo que sintieron cuando les vacunaron? O mejor dicho: cuando vacunaron a sus seres queridos. Recuerdo con especial ilusión cuando vacunaron a mi padre, y respirar muy tranquilo cuando hicieron lo mismo con mi madre. Alivio, calma, sensación de que está pasando, de que nos podemos olvidar de las dificultades de 18 meses largos y separados. Y es que el COVID-19 ha provocado la muerte directa de al menos 4.529.735 personas (a día 31/08); desde el 1 de enero del año pasado (ese año que no existió), supone 7.450 muertes al día, 310 a la hora. Ha asolado los sistemas médicos. Las muertes secundarias serán incalculables y las pérdidas de calidad de vida desoladoras. Es una pandemia que ha cambiado el mundo tal y como conocemos.

Pero les decía que hay otras pandemias. En concreto la del hambre (854.442.296) personas desnutridas; en lo que llevamos de año, se calcula que han fallecido 7.441.320 personas de hambre en todo el mundo; y su otra cara, la del sobrepeso y la obesidad (1.715.270.763 y 790.603.439 personas, respectivamente, las padecen a nivel mundial). Notarán que repito la palabra personas. Es un deje personal, entre tanto dato biomédico.

¿Imaginan una vacuna, una solución? Pues no está tan lejos, sólo que es una vacuna distinta, que se basa en una cooperación humana sólo a la altura de la generación que consiguió una vacuna prevista en cinco años, en menos de 6 meses. Con sus ensayos clínicos y todo, aunque haya quien lo niegue.

La OMS, les decía, lleva años enfrentándose a pandemias. Y proponiendo paquetes de soluciones, al menos desde 2015. Aquel año, este organismo indicaba que era necesaria la bajada del IVA de los alimentos frescos, de la mano de la subida a los productos comestibles o bebibles que no son saludables, y que la evidencia de que lo primero aumentaba su consumo y lo segundo disminuía por el otro lado era, no sólo fuerte, sino también similar. Pocas veces verán ambas palabras cuando hablamos de evidencia científica en potenciales políticas públicas y menos si son fiscales.

De momento conocerán que se ha hecho (o, como mínimo, debatido en sede parlamentaria) lo segundo, pero dejado de lado lo primero. La subida de impuestos tenía un efecto agudo en la reducción de su consumo (entendimos que algo ‘señalado’ no estaba bien), un efecto disuasorio en tomarlos (como las multas por salir de casa en abril del año que no existió), pero sin efecto a largo plazo., Al final, terminábamos acostumbrando y volvíamos a los viejos hábitos (no nos culpemos, somos animales de costumbres). El efecto real sólo se conseguiría con una reducción paralela de impuestos para el consumo de fruta y verdura.

Pero, ¿qué hacer con el nuevo remanente? La OMS ya lo dejaba también claro: potenciar actividades saludables. Utilizarlo para revertir en actividades sociosanitarias, financiar la producción de producción local y, simplemente… hacer salud pública. ¿Será suficiente?, pensarán. Pues podemos preguntar a los franceses, que en 2013 consiguieron recaudar 300 millones de euros para destinar a proyectos de Salud Pública. O a los alemanes o finlandeses, mexicanos o filipinos, con políticas de este calibre desde 2011, 2014 o 2009 respectivamente. Se los resumo: menos consumo de productos malsanos, más ejercicio y, en el fondo, más salud. Y también mayor acceso a una dieta saludable, para todos los rangos socioeconómicos, edades y necesidades. No paliará el hambre en el mundo, pero sí hará que el mundo que tenemos sea, como mínimo, más justo. No olviden que el gasto asociado a una mala salud relacionada con la obesidad y alimentación se dispara a 147.092.250.899 dólares en Estados Unidos en lo que llevamos de año. Imagínense el dinero que se invertiría o, lo que es lo mismo, que estamos dejando de invertir si esta enfermedad no nos azotase como primer país de Europa en cuanto a obesidad infantil.

Porque no nos olvidemos que comer bien debería -según la OMS- tener subsidios que lo hagan más fácil, pero además hasta que no se integre al Dietista-Nutricionista en los servicios públicos de Salud (España continúa siendo el único país de Europa sin este profesional en Sanidad Pública), comer bien continuará siendo un lujo.

El año de la vacunación masiva, debemos pararnos a pensar qué nos falta para terminar de arreglar otras pandemias que ya estaban presentes cuando llegó la que lo paró todo. Recuerden que los datos que les daba unos párrafos más arriba para la enfermedad que nos hace llevar mascarilla eran para 20 meses, y con el hambre, la obesidad y el sobrepeso llevamos luchando más de 20 años.


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