_{Salud Deudero, Profesora de Investigación COB IEO-CSIC}

Los océanos cubren el 70% de la superficie del planeta y representan el 95% de la biosfera. Los océanos juegan un papel muy relevante en el mantenimiento del ecosistema Tierra, ya que regulan el clima atmosférico, generan oxígeno siendo sumideros de carbono a la par que son fuente de recursos alimentarios (pesca, acuicultura), medio de transporte de la mayor parte de las mercancías, reservorio de genes y sustancias de aplicación farmacéutica. Los océanos también generan muchos beneficios socio-económicos, siendo un motor económico en zonas turísticas, pesqueras, puertos...

Sin embargo, los ecosistemas marinos se encuentran sometidos a multitud de amenazas derivadas de la acción humana que ponen en peligro la biodiversidad marina. La sobreexplotación de los recursos marinos: el 80% de las poblaciones de peces evaluadas científicamente están explotadas o sobreexplotadas y requieren una gestión eficiente y precautoria. La pérdida y fragmentación de hábitats es muy constatable, sobre todo en las zonas costeras. Se estima que en el 2050 el 50% de la población mundial vivirá en la costa, por ello, la presión ejercida sobre las zonas costeras se incrementará todavía más.

Estamos acumulando impactos sobre los océanos: simultáneamente a las amenazas ya constatadas, sobreexplotación, cambio global, eutrofización, pérdida de hábitats, es destacable la contaminación: química, biológica y acústica. La contaminación química tanto por contaminantes clásicos (metales, hidrocarburos, contaminantes orgánicos persistentes como PCBs) como contaminantes emergentes (plásticos, micro y nanoplasticos, tierras raras, productos farmacéuticos) es ubicua y creciente. La globalización en el comercio ha conllevado la facilitación de las invasiones biológicas que también aceleran la pérdida de biodiversidad, a la vez que modifican los ecosistemas y las relaciones entre especies. La saturación de tráfico marítimo provoca ruidos submarinos que interfieren en cetáceos.

Por ello, es esencial que se aúnen esfuerzos en pro de la conservación marina, con herramientas tales como el establecimiento de áreas marinas protegidas o reservas marinas. Nadie discute los beneficios de conservar espacios marinos, sobre todo las reservas de interés pesquero, ya que garantizan la reproducción y recuperación de especies de interés pesquero, permiten la exportación de larvas y adultos a zonas adyacentes, actúan de reservorio genético, con los beneficios asociados de incremento de biomasa (tallas mas grandes), mayor abundancia de especies, diversidad genética. Todo ello aumenta la resiliencia de los ecosistemas, permitiendo que sean más estables frente a condiciones adversas.

Es necesario que consideremos el océano como un sistema interconectado en el que cualquier actividad ejercida en el medio terrestre tiene incidencia directa o indirecta. Por ello, debemos activar nuestra conciencia colectiva para actuar de modo sostenible y en armonía con los procesos naturales sin romper el frágil equilibrio de los organismos marinos y su interacción con los océanos.

La agenda europea focaliza el crecimiento azul como estrategia económica, donde el empleo verde, energías renovables (eólica marina, hidromotriz), los barcos inteligentes (motores eléctricos y solares), la protección de hábitats, la restauración de ecosistemas degradados sea un escenario cada vez más común.

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