Insomnio, ansiedad o problemas renales, algunas de las consecuencias del consumo de bebidas energéticas en menores
El auge alarmante de su consumo en los menores de edad ha llevado a que algunas CC. AA. se planteen su prohibición
La salud y la nutrición infantil son temas de gran interés para padres y expertos, y por eso hoy en ConsumidoRA exploraremos, de la mano de Andrea Calderón, profesora de Nutrición de la Universidad Europea, el auge alarmante del consumo de bebidas energéticas en los menores de edad.
La experta indica que las bebidas energéticas son un tipo de bebidas refrescantes especialmente perjudiciales para toda la población, pero en particular para niños y adolescentes. La principal razón es su altísimo aporte de azúcares añadidos, puesto que contienen de media 12-15 gramos de azúcar por cada 100 mL. Además, como son tan raciones tan grandes (normalmente tienen 330 a 500 mL por lata), esto se traduce en 50-75 gramos de azúcar por lata.
“Para que nos hagamos una idea, el máximo recomendado es que no más del 5-10 % de las calorías totales del día proceda de azúcares añadidos, lo que se traduce en unos 25 gramos diarios en niños y adolescentes. Pues tan solo una lata multiplica por tres este máximo, sumando a que queda el resto del día y productos azucarados que suelen incorporar”.
También añade que, además de azúcares, estas latas tienen otros componentes que las diferencian de un refresco azucarado normal, y que suelen ser compuestos estimulantes como cafeína, ginseng o guaraná, que activan el sistema nervioso central; además de múltiples aditivos para dar el sabor, color o burbujas deseadas (en torno a 4-7 aditivos por bebida). Una lata de bebida energética contiene de media la cantidad de cafeína de 1-2 cafés estándar, pero debemos sumarle otros estimulantes que contienen. Si su consumo es diario, superan la cantidad máxima de cafeína recomendada en niños y adolescentes.
“La EFSA propone un nivel de seguridad de 3 mg/kg al día para el consumo habitual de cafeína de niños y adolescentes. Pues bien, el máximo para un niño/adolescente de 40-50 kg es de 120-150 mg. Una lata de 330 ml de bebida energética tendrá justo ese máximo o algunas, especialmente las latas de 500 ml, sobrepasan dicha cantidad”.
Otra de las consecuencias que indica Andrea Calderón es que suelen ser altas en sodio, mineral del que ya solemos abusar en forma de sal a nivel general, sobrepasando los límites recomendados por la OMS, contribuyendo todavía más al exceso, perjudicial entre otros para la tensión arterial. Después, suelen enriquecerlas en algunas vitaminas como reclamo publicitario para que parezcan una bebida saludable que aporta nutrientes en el día a día, nutrientes que de sobra alcanzaremos con otros alimentos de verdad, y para los que no requerimos dicho producto.
“Un exceso en el consumo de estas bebidas, sobre todo la ingesta diaria en niños, puede provocar insomnio, ansiedad, palpitaciones por un aumento de la frecuencia cardíaca, nerviosismo, problemas gástricos, temblores de manos, dolor de cabeza y malestar general. Además, en exceso también se asocian a problemas renales, e incluso alteraciones de la capacidad cognitiva, que lejos de ayudarles a concentrarse más, puede mantenerles hiperexcitados, sin olvidar los perjuicios para la salud general de este consumo abusivo de azúcares. Especialmente peligroso es en adolescentes que algunas ocasiones los mezclan con bebidas destiladas alcohólicas, pudiendo tener efectos muy graves en tan solo un día”.
Posibilidad de su prohibición para menores
Recientemente, la Xunta de Galicia anunciaba un plan para evitar el consumo de bebidas energéticas entre los menores de edad. La experta en nutrición indica al respecto:
“Me parece una medida acertada y que ojalá se extienda al resto del país. Estas bebidas son perjudiciales para la salud, y cada vez más escolares las consumen junto a refrescos azucarados en su rutina como una fuente de hidratación más. El fácil acceso a estas bebidas en máquinas de vending, tiendas y cafeterías, fomenta su consumo, provocando una sensación adictiva de necesidad, ya sea porque les activa, o por el placer organoléptico que les provoca. Es un buen primer paso para restringir el consumo de estas bebidas, aunque se necesitan campañas y educación nutricional para que no se traslade a un mayor consumo ahora de refrescos azucarados en sustitución”.
Alternativas saludables
Con el objetivo de reducir el consumo de este tipo de bebidas, hemos consultado con Calderón acerca de otras opciones que puedan aportar energía de manera saludable.
“Si buscamos alternativas que nos mantengan vitales y con la sensación de alerta alta, tenemos opciones que aportan cafeína u otros compuestos bioactivos estimulantes como la teína, contenidos en café y té, bebidas mucho más saludables, ricas en antioxidantes y con beneficios demostrados para la salud”, afirma.
En el caso de los niños, indica que "no deberían recurrir a ningún tipo de estimulante bebido o consumido por la dieta, sino que un adecuado descanso, dormir las horas de sueño que se requieren (8-10 horas según el rango de edad), y una alimentación saludable que se acompañe de una vida activa, debería proporcionar la energía suficiente para mantenerse vitales y activos. Igualmente, un uso más responsable de las redes sociales y tecnologías contribuye a mantenerse más activos, puesto que las actividades sedentarias de pantalla cansan más y hacen que tengan memos sueño o peor concentración después”.
“Si los escolares buscan más energía a nivel deportivo, pueden consumir frutas cuyos azúcares de rápida absorción les proporcionará energía rápida un rato antes de entrenar, siendo el plátano el rey de la energía”.
Concluye añadiendo que "mejor que cualquier bebida y barrita energética, es un consumo de calorías adecuado y una buena nutrición: es más que suficiente para el rendimiento deportivo necesario para niños y adolescentes".
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