^{Dr. Luis Alberto Calvo Sáez
Presidente de la Organización Colegial Veterinaria (OCV)}

A lo largo del presente verano, la evolución de la Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE), con focos iniciales en comunidades autónomas del sur pero que ya ha llegado a la Cornisa Cantábrica, supone un ejemplo harto ilustrativo del surgimiento y expansión de las enfermedades emergentes y reemergentes que tanta preocupación generan entre los veterinarios como profesionales de la sanidad animal y la salud pública.

Esta patología infecciosa de origen vírico, en concreto, se transmite por un vector, un mosquito del género culicoides, presente en España y que aumenta su propagación favorecido por los cambios climáticos y ambientales que nuestro país ha experimentado en los últimos 50 años. Además, como hemos subrayado desde la Organización Colegial Veterinaria (OCV), está directamente relacionada con el aumento poblacional de los cérvidos en el medio natural, que son las especies más afectadas.

Una vez más, se confirma el estrecho vínculo entre fauna silvestre y ganadería extensiva. Aunque no se trata de una zoonosis que pueda contagiar al ser humano al menos por ahora, su expansión tiene origen en el elevado número de animales silvestres, como ciervos. Los brotes de la enfermedad en general coinciden con el pico de abundancia en la población del mosquito vector, de manera que la mayoría de casos de EHE tienen lugar a finales de verano y en otoño.

Por otro lado, la sequía obliga a los animales silvestres a efectuar desplazamientos más largos para abrevar en fuentes y charcas frecuentadas por la ganadería extensiva, de manera que comparten estos puntos de aprovisionamiento de agua más que en otras estaciones del año, lo que favorece los contagios de diferentes patologías.

Este hecho representa uno de los grandes riesgos sanitarios para la ganadería extensiva y una inquietud constante para nuestra profesión, ya que las condiciones de bioseguridad de los animales que viven en libertad aprovechando los pastos naturales en montes y dehesas no son equiparables a los alojados en granjas, aun cuando el control veterinario sea el mismo, en aspectos tan básicos como la desinsectación o la lucha contra los vectores.

Ante tales circunstancias, el veterinario desempeña un papel fundamental en las explotaciones pecuarias como garantes de la prevención, detección temprana y control de estas enfermedades ya que, ante la menor sospecha, se alerta a los servicios oficiales para que acudan a tomar muestras y se remitan a los laboratorios de referencia. Un protocolo rápido y claro necesario para controlar cualquier problema sanitario, más si cabe después de la lección de la pandemia de la Covid19.

En el control de estas enfermedades también realizan una labor clave las administraciones públicas, a las que se demanda mayor agilidad en su diagnóstico y diligencia en la implantación de las medidas de prevención y control, para contribuir a la tranquilidad de los ganaderos y de la propia opinión pública española.

Sin duda, es imprescindible crear una estrategia nacional “One Health/Una Sola Salud” e impulsar políticas que aborden las intervenciones en materia de sanidad animal, de salud pública y de protección ambiental de manera coordinada, porque esta patología no se había registrado en España hasta noviembre de 2022 y su rápida expansión confirma el vínculo e interdependencia de la salud, que compartimos animales y personas en el medio ambiente que habitamos.

El cambio climático, la globalización, el deterioro de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad representan un serio problema para la salud pública mundial, que solo se puede afrontar desde la prevención y la planificación, contando con las ciencias veterinarias y todas las profesiones sanitarias.