Un equipo de investigación de la Universidad de Almería ha propuesto un biofertilizante bacteriano para reducir los abonos tradicionales, obtener más tomates y de mayor tamaño, lo cual supone hasta un 52% más de valor monetario para los agricultores. Tal y como explican en el artículo ‘Biofertilizers Enriched with PGPB Improve Soil Fertility and the Productivity of an Intensive Tomato Crop’ publicado en Agronomy, el uso de microorganismos que promueven el desarrollo de los cultivos está ganando interés como técnica sostenible en la agricultura, especialmente en los sistemas intensivos. “La Agenda 2030 de la Unión Europea establece que uno de los objetivos ambientales es reducir en un 20% el uso de fertilizantes. Con este trabajo, nos ajustamos a esta meta”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Almería Raúl Ortega.
Los científicos emplearon el bioestimulante en una plantación de tomates de la variedad Rebelión, en un invernadero comercial de la cooperativa CASI. El cultivo poseía un sistema de riego automático mediante el cual también se suministraba el biofertilizante enriquecido con bacterias de los tipos Azotobacter y Bacillus. Estos microorganismos, facilitados por la empresa Nostoc Biotechnologies, se seleccionaron por su capacidad para fomentar el crecimiento vegetal.
Los expertos dividieron el invernadero en cuatro áreas. La primera fue la zona de control; en la segunda se empleó la fertilización habitual y se inoculó el bioestimulante una sola vez, 12 días después del trasplante de las tomateras; en la tercera se mantuvo el fertilizante y se emplearon los microorganismos cada 40 días; y en la última se redujo la cantidad de fertilizantes tradicionales en un 20 % y también se aplicó periódicamente el bioestimulante.
Por último, los expertos recogieron muestras de las hojas, el suelo y los frutos y los sometieron a pruebas analíticas, para comprobar los cambios en los niveles de nutrientes (fósforo, potasio y nitrógeno). Así, comprobaron que el empleo del bioestimulante mejoraba la producción de las áreas en las que se aplicaba, especialmente en la tercera y la cuarta porque generaban tomates más grandes. “Concluimos que el tratamiento con reducción del 20 % del fertilizante tradicional y el bioestimulante aplicado cada 40 días era el mejor, para el desarrollo de las plantas y desde el punto de vista económico para el agricultor”, añade Raúl Ortega.
El suministro periódico del biofertilizante enriquecido con bacterias aumentó el rendimiento de la cosecha entre un 20 y un 32%, y favoreció el desarrollo de frutos de mayor tamaño, más caros. “El agricultor dueño de la parcela nos reportó que los ingresos de la venta de la producción se incrementaron entre un 32 y un 52%”, explica Raúl Ortega.
En próximas investigaciones, los expertos del grupo RNM-934: Agronomía y Medio Ambiente (AGROMA) de la Universidad de Almería quieren comprobar si al aplicar esta enmienda orgánica el tomate también incrementa compuestos químicos como los antioxidantes. Este trabajo ha sido financiado por el proyecto UAL-TRANSFIERE TRFE-I-2019/011 de la Universidad de Almería.
Referencia
Ortega, R.; Nieto García, J.C.; Gallegos-Cedillo, V.M.; Domene, M.Á.; Santos, M.; Nájera, C.; Miralles, I. & Diánez, F. (2023). ‘Biofertilizers Enriched with PGPB Improve Soil Fertility and the Productivity of an Intensive Tomato Crop’. Agronomy, 13, 2286. https://doi.org/10.3390/ agronomy13092286