Ana Climent
Fundadora de Ca Climent
En 2020, Ana Climent decidió apostar por rescatar dos variedades de cacahuete valenciano en vías de extinción (Collaret y Cacaua), que en su familia se cultivaban para autoconsumo año tras año. Lo hace a través de su empresa Ca Climent (cacliment.com/es), con sede en La Granja de la Costera (Valencia) y dedicada al cultivo, tostado y distribución de dichas variedades.
“En pleno confinamiento, al estar en València sin poder ir a visitar a mis padres tan a menudo al pueblo, tuve que comprar productos en el supermercado que habitualmente consumía de nuestro campo. Fue entonces, en pleno aperitivo al sol, cuando noté un sabor diferente en los cacahuetes ‘Collaret’ que compré en el supermercado… Al mirar el origen en la etiqueta vi: USA, y ahí empecé a descubrir que prácticamente todo el cacahuete que consumimos actualmente es de importación”, explica.
En efecto, muchos agricultores locales tuvieron que abandonar el cultivo del cacahuete en los años 70 debido a los precios más bajos de los productos de importación, por lo que hoy casi todos los cacahuetes que consumimos proceden de Estados Unidos y China.
La familia de Ana Climent ha conservado desde hace cuatro generaciones la semilla autóctona de las variedades tradicionales del Collaret y la Cacaua, y ahora quiere recuperar el sabor del cacahuete valenciano auténtico.
Para Ana, tomar el relevo en una empresa familiar dedicada a la agricultura “es todo un reto y también conlleva una gran carga de reconciliación con la profesión. Mi padre tuvo que abandonar la agricultura profesionalmente por no ser rentable y ahora, después de más de 20 años, volver a emprender en este sector con un modelo que pueda dar una esperanza y salida rentable, es alentador. Necesitamos todavía una inversión mayor para poder escalar el negocio familiar pero en los dos primeros años de emprendimiento vemos que la respuesta es muy positiva”.
El camino hasta llegar aquí ha sido complejo, puesto que ha requerido mecanizar partes del proceso de cultivo para que se requieran menos horas de trabajo en campo: “Es un proceso muy manual y costoso que encarece la producción. También fue costoso iniciar la actividad con un tostadero propio para poder ofrecer un cacahuete recién tostado prácticamente bajo demanda. Las instalaciones, registro sanitario, formación, etc.”, detalla Ana.
Actualmente ofrecen las variedades tradicionales valencianas Collaret y Cacaua tostados con cáscara, principalmente en envases 100% compostables de 200 g con sal o sin sal. “También comercializamos estas variedades en crudo para otras elaboraciones y formatos más grandes para tiendas a granel o restaurantes”, añade la responsable de Ca Climent”. Se pueden comprar a través de su web (https://cacliment.com/es/tienda) o físicamente en una selección de tiendas de la Comunitat Valenciana (https://cacliment.com/es/puntos-de-venta/#mapa).
Una característica fundamental de este proyecto es la importancia que da a la sostenibilidad. Además de los envases sostenibles que hemos mencionado, cabe destacar que un paquete de Cacaus Climent de 200 g tiene una huella de carbono casi 22 veces menor que el que se cultiva en EE. UU. y se vende en València, según ha calculado el ambientólogo Jaime Fons.
Por añadidura, cultivar variedades tradicionales valencianas tiene la ventaja de que son plantas adaptadas al clima de la zona, por lo que el consumo hídrico que necesitan es mucho menor que los cultivos propios de otros climas como los tropicales.
Para más adelante, una vez el cultivo del cacahuete y sus variedades tradicionales valencianas Collaret y Cacaua esté recuperado y asentado, la agricultora adelanta que “nos gustaría poder seguir revalorizando y rescatando variedades autóctonas en peligro de extinción. Solo en la Comunitat Valenciana hay más de 45 variedades catalogadas (según recoge el Catálogo Valenciano de Variedades Tradicionales de Interés Agrario de la Comunitat) y muchas de ellas si no se recuperan terminarán desapareciendo”.
En cuanto a reconocimientos, en 2023 Ana Climent ganó el programa de emprendimiento femenino Empowering Women in Agrifood (EWA) en España, organizado por el organismo europeo EIT Food. “Es un reconocimiento que nos reafirma: nos emociona pensar que estamos en el camino correcto al ver que iniciativas como CA Climent, que para algunas personas pueden parecer utópicas, se pueden crear y evolucionar gracias a que cada vez hay un consumidor consciente dispuesto a comprar productos con valores como la proximidad, el cuidado por el entorno, la recuperación de variedades autóctonas, el relevo generacional en la agricultura, etc.”, asegura. Además, ha sido escogida como finalista a los premios Talento Joven CV, cuyos vencedores se darán a conocer en una gala el 28 de febrero.
Ana recuerda que las mujeres todavía suponen un porcentaje muy bajo con respecto a los hombres en el sector agroalimentario: “Según el Censo Agrario del Instituto Nacional de Estadística correspondiente a 2020, en ese año en España había 261.634 mujeres al frente de explotaciones agrícolas, un 22 % más que en 2009. Las mujeres suponen el 28,6 % del total, una cifra aún lejana al deseado 50 % pero que refleja una evolución positiva en un sector históricamente masculinizado”
Y añade que “muchas veces las mujeres se encargan de tareas relacionadas con la tierra, aunque su contribución ha sido invisible: el poder del campo siempre lo han ostentado los hombres. Estamos ante una evolución positiva que esperemos cambie el paradigma para que otras mujeres puedan desarrollarse profesionalmente en el sector agroalimentario”.
Por otro lado, la emprendedora también considera que la profesión de agricultor/a se ha visto denigrada por ciertos prejuicios. Por ejemplo, tal y como comenta, “desde que estudié Bachiller, algunos profesores nos llegaron a advertir que si la clase no mejoraba el rendimiento ‘íbamos a acabar recogiendo naranjas’. A ojos de la mayoría, una persona que se dedicaba a la agricultura se entendía que era porque no había encontrado otra opción mejor y era lo último a lo que recurrir. Probablemente, de haberme educado y mostrado otras opciones de estudio como Agrónomos, habría optado por estudiar una carrera relacionada con el sector sin descartarlo por las connotaciones negativas que conllevaba”.
Para finalizar, a las mujeres que quieran emprender en el sector, Ana Climent les diría que “la agricultura es uno de los oficios más complejos e interesantes que he conocido. Se requieren muchas habilidades de diferentes áreas (química, meteorología, botánica, etc.). No es para todas las personas… pero sí para las que sienten una fuerte conexión con la naturaleza, las que tienen una gran capacidad de trabajo y de improvisación constante. Requiere de mucho esfuerzo, pero a la vez es de las profesiones más gratificantes cuando ves crecer el fruto de la tierra. Hay que aprender de las generaciones anteriores, aportando nuestra visión innovadora, que busca una agricultura respetuosa y sostenible económica y medioambientalmente”.