María Martínez-Herrera
Responsable de Medio Ambiente en ASEDAS
Cada día más de 16 millones de personas acuden a realizar sus compras de alimentación a uno de los aproximadamente 24.600 supermercados y autoservicios que existen en España. Tanto en ciudades como en pueblos, estos establecimientos vertebran el territorio, ayudando a que el consumidor tenga acceso a una compra accesible, variada, completa, segura y a precios competitivos viva donde viva. El mejor ejemplo de esta función social y económica lo dio la reciente pandemia Covid, tan cercana y lejana al mismo tiempo, durante la que estas tiendas lograron que la alimentación no fuera un problema en situaciones de confinamiento.
Todos estos actos de compra tienen un impacto medioambiental. Las empresas de distribución de alimentación son conscientes de ello y, también, de que el supermercado, como el formato preferido por los españoles para comprar alimentación, debe ser una palanca de cambio hacia una sociedad más concienciada con el medioambiente, más descarbonizada y que cumpla con los objetivos del Gran Pacto Verde Europeo. El supermercado contribuye a la sostenibilidad medioambiental desde las propias características del modelo: su ubicación en zonas urbanas no necesita de nuevos desarrollos urbanísticos y permite a la mayoría de los clientes hacer su compra a pie; el alto nivel de digitalización en las operaciones logísticas promueve la movilidad limpia, optimiza el rendimiento energético, contribuye a limitar el desperdicio alimentario y reduce el uso de materias primas; su alta capilaridad promueve el desarrollo de comunidades locales y practica la edificación sostenible con aprovechamiento energético.
Con el objetivo de aplicar la economía circular en todos los procesos que competen a la distribución alimentaria, en el año 2019 ASEDAS –organización que agrupa el 75 por ciento de la superficie de distribución alimentaria en España– aprobó su plan “Ser Socialmente Responsables con el Medio Ambiente”, donde se recoge el compromiso y los pasos a seguir para avanzar en la economía circular partiendo de la idea realista de que es inevitable generar un residuo cuando el uso de materiales es imprescindible. Por ejemplo, hoy no podemos prescindir del plástico en la industria agroalimentaria por razones de seguridad alimentaria, protección de los alimentos o falta de alternativas. Pero, lo que sí podemos y debemos hacer es identificar y aplicar las medidas necesarias para reducir y separar los residuos y tratarlos adecuadamente para evitar que se conviertan en desperdicio. Esto es responsabilidad de todos: empresas, administraciones públicas y ciudadanos. Las empresas de distribución alimentaria asumen la suya de manera que todas las materias primas que utilicen se reintegren al sistema productivo y que el resto, inevitable, sea convenientemente recuperado y tratado.
Indicadores de Sostenibilidad Medioambiental, un punto de partida
En este contexto se enmarcan los primeros Indicadores de Sostenibilidad Medioambiental que ASEDAS ha presentado recientemente. Son un punto de partida para dibujar con exactitud el mapa del compromiso de la distribución alimentaria para luchar contra el cambio climático. Son sólo el comienzo para saber dónde estamos, dónde queremos ir y qué mejoras o esfuerzos adicionales debemos implementar para alcanzar los objetivos con respecto al clima y, parafraseando a la periodista Charo Barroso, hacer que nuestros lineales sean cada vez más circulares. Los indicadores elegidos estudian aspectos especialmente relevantes para el sector, como son el control de desperdicio alimentario, los envases sostenibles, la eficiencia energética, la huella de carbono y la valorización de todos los residuos.
Primer indicador: La comercialización de alimentos es la actividad en torno a la que gira la razón de ser de los supermercados y, en consecuencia, los alimentos forman parte del núcleo del impacto medioambiental. Por ello, el control del desperdicio alimentario es un aspecto crucial por razones económicas, medioambientales y sociales. El total de alimentos que no ha llegado a ser comercializado o donado en los supermercados de ASEDAS ha sido del 1 por ciento.
Entre las medidas de control de desperdicio alimentario que han logrado que el 99 por ciento de los productos de alimentación no se pierdan destacan el ajuste del surtido a las ventas reales, el control de la calidad, las estrategias comerciales de venta de productos con fecha de consumo próximo y la donación de alimentos.
Segundo indicador: Los envases, tanto de transporte como de comercialización, son una pieza básica en la seguridad alimentaria, la calidad y la durabilidad de los alimentos, entre otros. Alrededor de un tercio de los envases de transporte de mercaderías o terciarios son reutilizables. Esto evita el equivalente a más de 20.500 emisiones de coches al año, más de 13,7 millones de kilogramos de residuos y al uso del agua de más de 13,8 millones de duchas de cinco minutos. Respecto a los envases de comercialización de productos o primarios, desde el año 2019 se están llevando a cabo medidas como la sustitución de las bandejas de poliestireno expandido por bandejas de plástico reciclado, venta de pañuelos faciales hechos de cartón reciclado, entre otros.
El uso de material reciclado en los envases sigue en aumento con la vista puesta en la publicación de indicadores en el año 2024.
Tercer indicador: La eficiencia energética es quizá el mejor ejemplo de que la sostenibilidad medioambiental significa, además, sostenibilidad económica. El ahorro de energía se ha convertido en un indicador financiero y las empresas de supermercados son grandes consumidores energéticos, por lo tanto, este factor es una necesidad para la supervivencia de los negocios de las empresas de supermercados. Por todo ello, los supermercados de ASEDAS, como media, registran una inversión anual destinada a eficiencia energética de entre el 5 y el 10 por ciento de sus presupuestos, con un incremento entre los años 2020 y 2021 del 28 por ciento. Entre las inversiones realizadas, cabe destacar la instalación de paneles solares, la reducción de fugas de gases refrigerantes, cambio a luminarias de LED, reformas en las tiendas, cambio a maquinaria más eficiente, mejoras en aislamiento en zonas de frío, uso de combustibles menos contaminantes y luces con sensores de presencia.
Cuarto indicador: El control de la huella de carbono de los supermercados es vital para mejorar día a día y servir mejor a los consumidores allí donde estos se encuentren. Considerar aspectos como la ubicación o el acceso de mercancías y clientes tiene un impacto directo en las emisiones que cada acto de compra registra. La huella de carbono se calcula con los consumos de gases refrigerantes, combustibles fósiles y electricidad. En 2020 se lograron reducir las emisiones en un 8,23 por ciento y, en 2021, en un 6,06 por ciento respecto al año anterior. Lo que ha supuesto pasar de más de 1,4 millones de toneladas de CO2 emitidas en 2019 a algo más de 1,2 millones en 2021. Algunas de las medidas para reducir la huella de carbono son la compra de energía de fuentes renovables, instalación de paneles solares, uso de gases refrigerantes menos contaminantes, vehículos más eficientes y optimización en las rutas logísticas.
Quinto indicador: Por último, la valorización de los residuos es un término quizá más ajeno a la mayoría de las personas, pero muy importante. Ningún residuo sin valorizar: ese es el objetivo de todos, la mejora continua es esencial en este sentido y engloba todos los procesos que llevan a cabo las empresas, aquí no sólo la empresa juega un papel fundamental, también toda la cadena, desde la producción al consumidor pasando por la administración pública. Valorizar residuos significa abrazar la economía circular. Las empresas de ASEDAS han valorizado en 2021 el 77 por cierto de sus residuos, una cantidad que se ha incrementado en un 11,59 por ciento en los últimos tres años.
En España, en el año 2020 -último dato disponible- se valorizaron el 50,6 por ciento de los residuos frente al 73 por ciento de ASEDAS en ese mismo año. La valoración consiste en la separación de los residuos para que puedan ser reciclados, recuperados, reutilizados o transformados en energía, compost, piensos u otros.
Este indicador refleja una gestión organizada que permite reducir la generación de residuos, prepararlos para ser reutilizados y/o transformados en materias primas, reintroduciéndolos en la cadena valor.
Estos indicadores nos ayudan a ser conscientes de una ruta hacia la economía circular que ha comenzado hace tiempo, pero que debe continuar hasta conseguir cerrar el círculo y alcanzar valores cero o cercanos al cero en muchos de los parámetros considerados. Además, debemos conseguir comunicarlo a nuestros clientes para que sean conscientes de que, ellos también, pueden contribuir a hacer de la sostenibilidad una variante más en sus actos de compra.