_{Dra. Carolina González González, Secretaria del área de Lactancia Materna del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP).}

Que la lactancia materna es el alimento óptimo para el recién nacido y el lactante no es ninguna novedad, como tampoco lo son las razones de esta premisa, en forma de múltiples beneficios nutricionales, inmunológicos y emocionales para el recién nacido, sin olvidarnos de los beneficios maternos, así como de los económicos para las familias y ambientales para nuestro planeta.

Por todo esto, se recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad, continuándola de manera complementaria con otros alimentos hasta los 2 años o más, realizando el destete cuando la madre y el bebé lo decidan.

Sin embargo, a pesar de lo manidos que puedan estar estos conceptos, las tasas actuales de lactancia materna en nuestro país distan mucho de los objetivos ideales. A los viejos obstáculos se han incorporado en última instancia la pandemia COVID-19 y sus consecuencias, que nos han hecho asistir en este último año y medio a una secuencia de baches a la lactancia materna, empezando por las dudas y miedos acerca de la idoneidad del amamantamiento en las madres con infección por SARS- CoV-2 y continuando con las medidas restrictivas que, gracias a la investigación y al aumento del conocimiento en el comportamiento del virus, se han ido poco a poco suavizando.

Actualmente sabemos que la transmisión vertical (durante la gestación, el parto o a través de la leche materna) de la infección por SARS-CoV-2 de la madre al bebé no está demostrada. Los casos de infección en el recién nacido o lactante se producen por transmisión aérea y por gotas, suelen ser leves y pueden evitarse con las medidas de higiene habituales. Es por ello que se debe evitar la separación de la madre y el recién nacido tras el nacimiento y está recomendada la alimentación con leche materna de los hijos de madres con infección por coronavirus -manteniendo siempre las medidas de prevención-. Además, la vacunación de la mujer que amamanta resulta eficaz y segura tanto para las madres como para los lactantes.

Desde el Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría nos gustaría resaltar, con motivo de la celebración de la Semana Mundial de la Lactancia Materna a principios de agosto, algunos de los desafíos y áreas de mejora a los que nos enfrentamos en el futuro:

En primer lugar, la mejora en la formación de los profesionales sanitarios, para capacitarlos en el apoyo, protección y promoción de la lactancia materna. Este acompañamiento a las familias supone un esfuerzo extra en estos “tiempos covid” en los que el seguimiento está obstaculizado por la sobrecarga del sistema sanitario y las medidas de distanciamiento.

Por otra parte, se necesita la creación de sistemas de registro adecuados y fiables de las tasas de lactancia materna, imprescindibles para conocer de forma más exacta las cifras reales de lactancia y poder tomar medidas ajustadas a la situación.

Además, resulta determinante poner en marcha medidas de apoyo a la lactancia desde los ámbitos político, legal, social y educativo que permitan a las mujeres y a las familias salvar las dificultades actuales al inicio, mantenimiento y la continuación del amamantamiento, ya que la promoción de la lactancia materna no es una tarea en exclusividad de la mujer lactante, sino que se trata de una responsabilidad colectiva.

Y, por último, es fundamental y prioritaria la inversión en programas de apoyo y protección a la lactancia, dado que el aumento en las tasas de lactancia materna no solo mejorará la salud de las mujeres y niños, sino que disminuirá los costes sanitarios y económicos de nuestra sociedad, aportando un beneficio ambiental no despreciable.