Pedro Barato: "Nuevo varapalo de Bruselas, esta vez a los fondos de promoción de los alimentos"
Asaja
21 de julio, 2024
La Comisión Europea ha propuesto recortar un 50 % los fondos destinados a la promoción de los productos agrícolas de la UE para 2025, 2026 y 2027
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Pedro Barato, presidente de Asaja
Si los ministros de Agricultura de la UE y los eurodiputados no lo remedian, una de las primeras decisiones que tomará la nueva Comisión Europea, cuando quede oficialmente constituida en septiembre, será ratificar la propuesta que presentó hace algunos meses a los Estados miembros para recortar los fondos destinados a la promoción de los productos agrícolas de la UE para 2025, 2026 y 2027.
Esta decisión viene motivada por la intención de la UE de seguir apoyando a Ucrania con 50.000 millones de euros. Para ello, deberá revisarse el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2025-2027 y redistribuir 1.100 millones de euros de la PAC y de la política de cohesión. Esto, se traduce en un recorte del 50 % de los fondos destinados a la promoción de alimentos producidos en Europa. Para 2025, la línea presupuestaria de los programas simples de promoción tan solo contará con 92 millones de euros (frente a los 185,9 de 2024) y la línea de los programas Multi (aquellos que se llevan a cabo entre organizaciones de diferentes Estados miembros y abren nuevas oportunidades en mercados terceros) directamente, desaparece.
El propio Comisario de Agricultura, Janusz Wojciechowski, ha confirmado que el recorte puede suponer una merma global de 440 millones de euros para los próximos tres años, aunque acto seguido y sorprendentemente, ha instado a mantener la posición de mayor exportador de alimentos del mundo del bloque comunitario.
Frente a esto, otras potencias agrarias competidoras con la UE, como Estados Unidos, están reforzando su presupuesto (300 millones de dólares) para promover las exportaciones agrícolas y alimentarias en los mercados mundiales.
Vaya por delante todo nuestro apoyo y solidaridad para Ucrania, que soporta desde hace dos años una durísima guerra de ocupación con decenas de miles de muertos y un conflicto estancado que nadie es capaz de ver el final. Sin embargo, Estados Unidos, que también está prestando ayuda financiera a Ucrania, no por ello desprotege a sus agricultores sino que, lejos de eso, refuerza los fondos destinados a este sector y vela por que los productos agrarios norteamericanos sigan estando presentes en todos los mercados del globo.
La propuesta de recorte de los fondos de promoción de los alimentos europeos formulada por la Comisión Europea es, claramente, una agresión directa a un colectivo que lleva meses protestando por su situación de desprotección, pero también es un tiro en el pie de la propia UE, porque tendrá repercusiones para la economía europea.
En la Unión Europea hay cerca de 10 millones de explotaciones agrarias que emplean a 8,7 millones de personas y cerca de 300.000 industrias agroalimentarias que emplean a otros 4,6 millones de ciudadanas y ciudadanos. La balanza comercial agroalimentaria de la UE alcanzó su nivel récord en 2023. Las exportaciones de la UE alcanzaron los 228.600 millones de euros y las importaciones de la UE los 158.600 millones de euros, lo que arroja un superávit total de 70.000 millones de euros.
Eliminar la financiación de los programas múltiples, que son la piedra angular de la Política de Promoción de la UE, y destinar unos parcos 92 millones de euros a la promoción a través de los programas simples, es sin duda, una provocación para los productores, pero también un riesgo descontrolado que puede tener graves repercusiones en la balanza comercial agrícola de la UE.
Con esta decisión, la Comisión Europea cercena las oportunidades de los agricultores y ganaderos europeos de abrir nuevos mercados a través de misiones de alto nivel en terceros países y provoca una pérdida de cuota de mercado en favor de productos menos sostenibles.
Hay que recordar que los productores comunitarios están sometidos a las más exigentes normas de producción (bienestar animal, protección del medio ambiente, prácticas sostenibles…) y por ello producen con la máxima calidad, trazabilidad y garantías, pero también con el máximo respeto medioambiental. Es de justicia por tanto que sean apoyados y reconocidos por sus instituciones (las mismas que les imponen esas limitaciones) con el fin de poder competir en los mercados internacionales con otras producciones no están sujetas a esos condicionantes.
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