ALAS: "Agrociencia: la base de todas las decisiones políticas"
ALAS - Alianza por una Agricultura Sostenible
12 de diciembre, 2021
Creemos necesario realizar una evaluación exhaustiva del impacto económico, social y medioambiental antes de tomar decisiones políticas o legislativas
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Tan solo si los agricultores y los investigadores pudieran acceder a la innovación y las nuevas tecnologías, avaladas por la evidencia científica, se podría trasladar una gran cantidad de beneficios al medio ambiente y el consumidor. El “Manifiesto por la Agrociencia” de la Alianza por una Agricultura Sostenible (ALAS) sirve de acicate para que las Administraciones afronten los desafíos de la necesaria transición hacia una agricultura y ganadería más sostenibles desde la imprescindible base de la ciencia y los análisis de impacto. Estamos esperando ya retos de gran alcance como la descarbonización productiva, acciones frente al cambio climático o la economía verde. Para superarlos, la Comisión Europea ha establecido las medidas del Green Deal o “Pacto Verde Europeo”, plasmadas en las Estrategias “De la granja a la mesa” y “Biodiversidad 2030”.
Aunque la cadena agroalimentaria coincida con la Comisión Europea en la necesidad de un sistema alimentario más sostenible y resiliente, basado en la innovación para mejorar la productividad, también creemos necesario realizar una evaluación exhaustiva del impacto económico, social y medioambiental, acumulado de los diversos objetivos establecidos en las dos Estrategias, antes de tomar cualquier decisión política o legislativa vinculante.
Los objetivos propuestos por Bruselas deben ser también medibles, técnicamente factibles y económicamente sostenibles para permitir la viabilidad económica y la competitividad a largo plazo de todos los actores de la cadena de suministro de alimentos.
Por eso insistimos en que en pos de ese realismo los objetivos deberían ser flexibles a nivel nacional y especificarse por países, por dos motivos: Uno, no todos los países parten de la misma situación; aquí España, en algunos aspectos, va por delante. La sociedad debe reconocer el esfuerzo ya realizado por nosotros y el conjunto de la cadena agroalimentaria en la reducción de su impacto ambiental, pero aumentando su productividad.
Desde 2000 hasta 2018 se ha reducido un 10% el uso del agua en agricultura, mientras en un 6,4% ha aumentado el riego al cambiar el riego por gravedad o aspersión por el localizado, que ha aumentado un 300% más en este periodo, según el INE. La producción de almendra ha aumentado 35%, la de hortalizas un 53% y la de cereales un 28%. En Almería, el 50% de la producción hortofrutícola está bajo control biológico (un 96% en el caso del pimiento). En fruticultura, prácticamente toda la totalidad de la producción emplea riego localizado con herramientas digitales y prácticas tradicionales.
Desde 1990 hasta hoy, las emisiones de gases de efecto invernadero por kilo de producto final en ganadería han ido descendiendo gracias al incremento de un 11% de la fermentación entérica y un 3% de la gestión de los estiércoles. Nuestro modelo productivo combinado de ganadería extensiva e intensiva es un tercio más eficiente en las emisiones de efecto invernadero, según la FAO.
La otra razón es que hay que tener en cuenta las características geográficas y agroclimáticas de cada país. Las condiciones de cultivo y las problemáticas de cada uno son diferentes en aspectos fitosanitarios, disponibilidad de agua, temperaturas o suelos.
De ahí que las decisiones políticas que se tomen deben tener una base científica y tener como premisa datos sólidos. Este es un tema demasiado importante para que no haya una evaluación completa de las posibles consecuencias. El sector agroalimentario necesita que el acceso a la investigación, innovación y avances técnicos, como la edición genética, sanidad vegetal o la digitalización, estén dentro de un marco regulatorio previsible y estable, para adaptarse al cambio climático; necesita satisfacer las expectativas de la sociedad sobre la reducción del uso de productos fitosanitarios y fertilizantes, así como la neutralidad de carbono, y garantizar que los agricultores europeos no se queden atrás frente a sus competidores del resto del mundo, que ya pueden usar estas nuevas tecnologías.
ALAS cuenta con el asesoramiento de un Comité Científico, que ha avalado el “Manifiesto por la Agrociencia”, que se ha reforzado con una veintena de adhesiones que representan a todos los ámbitos de la cadena agroalimentaria, desde productores agrícolas y ganaderos, industrias transformadoras, de distribución y de insumos hasta de servicios para el sector, entre otros.
El sector lo entona al unísono: Si la UE quiere seguir enarbolando uno de los sistemas alimentarios más seguros, saludables, variados y con precios asequibles del mundo no debe obviar la democratización de la innovación avalada por la ciencia, ni debe actuar con ambigüedad sobre ella.
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