Guara, constantí, penta, belona o lauranne. Estos son solo algunos de los nombres de las variedades europeas de almendra que son cada día más sinónimo de sostenibilidad y calidad. Únicas por sus cualidades organolépticas y perfectamente adaptadas al entorno de la Península Ibérica, que concentra la mayoría de este cultivo en Europa, son uno de los factores clave que hacen de este producto un auténtico referente para la industria alimentaria.
¿El otro? Sin duda el compromiso del sector, que apuesta de manera decidida por un enfoque sostenible en todas sus vertientes, en respuesta a la demanda cada vez mayor de estos productos por parte de la industria europea. Por ejemplo, se trata de un cultivo modélico en cuanto a gestión del agua, ya que el 79 % de las más de 800.000 hectáreas de almendro cultivadas en España y Portugal están en secano, mientras que el resto apuestan cada vez más por soluciones de riego bajo demanda, que también ayudan a conservar los recursos hídricos.
Europa es además un auténtico referente en agricultura ecológica, y la almendra no se queda atrás: el 25 % de las hectáreas de este cultivo en España y Portugal están certificadas como ecológicas. A ello hay que sumar otros beneficios de este cultivo a nivel medioambiental: actúa como cortafuegos natural, ayuda a controlar la erosión… Sin olvidar que este ‘bosque’ ibérico fija alrededor de 17 millones de toneladas de CO2 al año, una cantidad equivalente a la emitida por la ciudad de Barcelona.
Pero el sector de la almendra europea también se esfuerza en contribuir a la sostenibilidad social, sobre todo en comunidades rurales amenazadas por la despoblación, y que encuentran en este cultivo oportunidades económicas y de emprendimiento. Regiones como Castilla-La Mancha, Aragón, Tras-os-Montes o el Bajo Alentejo están entre las de mayor producción, lo que les permite fijar población y dinamizar la economía local, especialmente entre los jóvenes.
DEL CAMPO A LA MESA, CON LA MÁXIMA CALIDAD
Ese compromiso sin duda está contribuyendo a que este producto sea cada vez más demandado tanto por los profesionales de la industria alimentaria, así como por el consumidor final. De hecho, España y Portugal juntos serían ya el segundo mayor productor y exportador mundial de este fruto seco. Ambos países exportan principalmente al mercado europeo, que representa el 31 % del consumo mundial de almendra, con unas 487.000 toneladas.
Pero también tiene mucho que ver la altísima calidad que alcanza gracias a las técnicas empleadas por productores y transformadores en cada paso del proceso. Y es que la Península Ibérica no solo destaca por su volumen, sino también por su capacidad de innovación: por ejemplo, el sector ha avanzado notablemente en economía circular, aprovechando subproductos como la cáscara (para la generación energética) o la piel (rica en fibra, se incorpora a alimentos funcionales y productos veterinarios).
Todo ello se construye sobre el acreditado modelo de producción europeo y en la estrategia ‘Del campo a la mesa’, lo que aporta al sector europeo una base sólida. Este sistema, uno de los más avanzados del mundo, asegura tanto la sostenibilidad como la calidad del producto gracias a su exigente conjunto de normas y reglamentos.
La campaña europea Sustainable EU Almond, impulsada por SAB-Almendrave (España) y el Centro Nacional de Competências dos Frutos Secos (Portugal), y cofinanciada por la Unión Europea, busca precisamente dar visibilidad a estos valores. Dirigida a mercados clave como Alemania, Francia, España y Portugal, la iniciativa pone en valor una almendra que representa lo mejor del campo europeo: sostenibilidad, calidad y compromiso.