Nuria Cardoso
Directora de Comunicación ASEDAS
Vivimos un tiempo de grandes cambios que afectan al conjunto del sistema productivo y, por supuesto, también al comercio. La competitividad de la distribución minorista y mayorista en Europa –dicho de otra manera, su futuro– pasa por abordar lo que se ha llamado “la triple transformación”. Este cambio estructural se refiere a la economía circular, a la digitalización y a la formación y creación de talento y, según calculan la consultora McKinsey y EuroCommerce, requiere al conjunto del sector de unas inversiones de hasta 600.000 millones de euros hasta 2030.
Estas tres transformaciones están muy relacionadas entre sí, pero tienen un gran nexo común que es necesario poner en valor: las personas que las llevarán a cabo. McKinsey calcula que es necesaria una inversión adicional de hasta 35.000 millones de euros para ayudar a ampliar los programas de aprendizaje y apoyar la evolución de las competencias y las funciones que permitirían las otras dos transformaciones. Actualmente, se invierte aproximadamente el 1,5 por ciento de los costes laborales en formación, aunque se calcula que esta inversión va a aumentar entre un 15 y un 25 por ciento en los próximos años en las empresas, tanto minoristas como mayoristas, del sector del retail.
Más allá de los planes de desarrollo en la empresa, es necesario contar con una formación actualizada para desarrollar nuevas capacidades. Esta es una gran reivindicación del sector del comercio –y muy especialmente de la distribución alimentaria– tanto en Europa como en España. Aunque en los últimos años se ha hecho una apuesta firme por la FP Dual, las empresas siguen echando en falta títulos específicos para el sector de los supermercados –incluyendo el tratamiento de los productos frescos– y una mayor facilidad burocrática para acoger alumnos en las empresas.
Todo ello pasa, además, por poner en marcha campañas de información y formación que –partiendo de los propios servicios de orientación de los centros escolares– atraigan a los jóvenes a nuestro sector. Un sector que ofrece empleo estable, especializado, igualitario, inclusivo y dinámico.
Volviendo al tema que nos ocupa –y que puede ser un gran atractivo para los jóvenes–, casi cualquier puesto de trabajo en el supermercado lleva una carga tecnológica cada vez mayor, y esto es así tanto en funciones de operación logística como en tienda.
El empleo en los supermercados es muy especializado. El complejo engranaje de llevar productos del campo a la mesa en 24 horas o menos requiere un gran conocimiento específico de cada producto; al igual que el manejo y presentación de todo tipo de alimentos y artículos de higiene en las plataformas logísticas y en las tiendas. Y, todo ello se apoya, cada vez más, en la tecnología como elemento para optimizar los procesos y ganar en eficiencia energética.
LA DIGITALIZACIÓN COMO HERRAMIENTA PARA LA ECONOMÍA CIRCULAR
La digitalización ofrece herramientas a las empresas que las ayudan a mejorar los procesos para reducir el impacto medioambiental. En los cinco indicadores de sostenibilidad que ha analizado ASEDAS interviene de algún modo u otro la tecnología. Podemos, por ejemplo, destacar dos de ellos: el control del desperdicio alimentario y la eficiencia energética. En el primero, el desperdicio alimentario, los más modernos sistemas de análisis de datos ayudan a ajustar el pedido a las tiendas con gran exactitud en función de la demanda y, además, a trasladar a los productores los cambios de consumo. Esta colaboración a través de la tecnología es una herramienta indispensable para producir lo que se demanda y controlar así el desperdicio “aguas arriba”, desde el mismo momento de la producción. La automatización de la cadena del frío es también cómplice necesario en esta lucha, evitando pérdidas.
En lo que se refiere al segundo, la eficiencia energética, las inversiones se han incrementado en alrededor de un 28 por ciento en los últimos años, alcanzado entre el 5 y el 10 por ciento de la inversión anual de las empresas.
Gran parte de esta inversión se destina a tecnología: cambio de maquinaria en equipos de refrigeración –que incluyen el control remoto para optimizar la temperatura y evitar fugas de refrigerante–; luces con sensores de presencia; automatización de plataformas y de las rutas logísticas, etc.
En resumen, para alcanzar la economía circular necesitamos de la tecnología y solo un personal preparado y bien formado podrá cerrar el círculo de la triple transformación en el supermercado del siglo XXI. Es responsabilidad de las administraciones públicas y de las empresas difundir las grandes posibilidades que la distribución alimentaria ofrece a nuestros jóvenes y, además, darles las herramientas para acceder a este sector que está llamado a ser uno de los aceleradores del cambio.