María Martínez-Herrera
Directora de Sostenibilidad de ASEDAS
El sector de la distribución se encuentra en una importante fase de transición para integrar la sostenibilidad en toda su cadena de valor. Los comercios están asumiendo importantes desafíos derivados del cumplimiento de objetivos y requisitos normativos, al tiempo que implementan medidas para mejorar su eficiencia y reducir su impacto ambiental, impulsados por su propio interés en ser más sostenibles. En 2022, ASEDAS inició el cálculo de los indicadores de sostenibilidad que más pueden impactar en el sector de distribución de alimentos, enfocándose en el control del desperdicio alimentario, la gestión de envases, la eficiencia energética, la huella de carbono y la valoración de residuos. El estudio ha continuado en el año 2023 con significativos avances en todos los indicadores. También muestra la toma de conciencia por parte de las empresas de que todavía hay áreas de mejora y de que el camino hacia la economía circular tiene aún un largo recorrido.
Entre los indicadores que se han estudiado, el de la valoración de residuos es quizá uno de los más desconocidos, aunque muy importante. En el caso de las empresas de ASEDAS, en 2023 se ha demostrado nuevamente un aumento en la tasa de reciclaje y reutilización de residuos elevándose a un 88 por ciento, lo que mejora en 10 puntos el índice de gestión de residuos del año anterior, que fue del 77 por ciento.
Pero empecemos por el principio: ¿qué es la valorización de residuos? Según la Directiva 2008/98/CE de residuos (modificada por la Directiva (UE) 2018/851), valorizar residuos es “la operación cuyo resultado principal es que el residuo sirva a una finalidad útil al sustituir a otros materiales que, de otro modo, se habrían utilizado para cumplir una función particular”. Es decir, darles otro valor o utilidad a los residuos para devolverlos al ciclo productivo en forma de materiales para hacer nuevos productos. Así, se trata conseguir mediante distintos procesos, que ese desecho pueda recuperarse y evitar que su destino final sea el vertedero.
La valoración es, de este modo, la esencia de la economía circular: recuperar todo material que ha sido ya usado y devolverlo al sistema productivo. Es el último paso de la famosa teoría de las 3Rs: reciclar, reutilizar y recuperar, para dar una nueva oportunidad a esos productos. La palabra “basura” cobra nuevo significado para convertirse en “materiales” que, adecuadamente tratados, encuentran una segunda vida y limitan la necesidad de extraer nuevos recursos de la naturaleza. La importancia de la valoración parte de un hecho del que es necesario tomar conciencia: no todos los envases son susceptibles de ser reutilizables, pero sí es posible que sean recuperados a través de un proceso de triaje y reutilizados o reciclados para crear otros envases u otros productos completamente diferentes.
Los beneficios medioambientales de la valorización son obvios: se reduce la cantidad de materias primas que es necesario extraer de la naturaleza y que supone un ahorro económico para las empresas en la adquisición de menores cantidades de las mismas. Además, pueden suponer un ingreso adicional si el subproducto es comercializable. Un ejemplo en este sentido es que muchos residuos de la fabricación de alimentos pueden ser reutilizados para la alimentación animal, producir fertilizantes o energía verde.
El impacto de la valoración de residuos en la distribución alimentaria es muy alto porque la gran mayoría de los envases necesarios para el transporte y protección de los alimentos son revalorizables, como es el caso de los envases ligeros de papel, cartón, vidrio y plástico. Estos residuos son valorizados con la colaboración de gestores especializados que reconvierten estos envases en materiales. Los residuos sólidos orgánicos cuyo origen es biológico -restos de alimentos que por algún motivo no pueden ser comercializados- se dedican, como se ha dicho, al compostaje, a la alimentación animal o a la obtención de biogás. Por último, una última modalidad es la valoración energética, que centra sus esfuerzos en la obtención de energía a través de la incineración.
El camino del supermercado hacia la economía circular tiene un importante hito en la valorización de residuos, con la aspiración muy próxima -que ya han alcanzado algunas empresas- de alcanzar el residuo cero. Esta es una nueva muestra del compromiso firme de la distribución alimentaria con la sostenibilidad no solo medioambiental, sino también social y económica.