Miguel Flavián
Fundador de GM&Co y presidente del grupo de trabajo sobre el Canal Retail de Food for Life-Spain
Al igual que el resto de países occidentales, los consumidores británicos están pasando por la llamada crisis del coste de la vida: la postpandemia, los problemas en las cadenas de suministro y la invasión de Ucrania han impulsado la inflación de los productos que compran, de la energía y combustibles, y a consecuencia de la subida de los tipos de interés por parte de los bancos centrales, también ha subido lo que pagan por las hipotecas contratadas.
Además en este país confluyen dos factores que no se dan en el resto de países: nos encontramos prácticamente en pleno empleo, por lo que las familias no tienen demasiadas oportunidades de coger más trabajos para ganar más dinero; y el Brexit, el cambio a peor de las relaciones con su principal socio comercial, el bloque europeo, ha puesto las cosas más difíciles, en unos momentos complicados para todos.
Todo esto está teniendo un impacto significativo en sus compras de productos alimentarios. Están cambiando de tienda (prefiriendo los discounters a los supermercados tradicionales), están cambiando lo que compran (más marca de distribuidor y menos de fabricante), y están comprando menos.
Y, en este entorno, ¿cómo queda la demanda de productos con un menor impacto medioambiental? Como hemos comentado con anterioridad, en los últimos años los consumidores han ido desarrollando una serie de valores relacionados con el respeto al medio ambiente y a la sociedad, y favorecen a las empresas que fabrican sus alimentos que están alineados con estos valores. Estas demandas se pueden manifestar por la preferencia de productos locales, de comercio justo, de productos a granel para utilizar menos envases, o de productos ecológicos. Sin embargo, en estos momentos, el precio toma un protagonismo muy acentuado, y los otros beneficios pierden importancia a la hora de tomar decisiones de compra.
Pero siguen allí, y a pesar de tener menos importancia, vemos como todavía siguen apareciendo nuevos productos con promesas relacionadas con estos valores, y los supermercados siguen lanzando iniciativas que se vinculan con el respeto al medio ambiente y a la sociedad.
También nos encontramos con el entorno normativo y de regulaciones, que sigue impulsando a las empresas hacia reducir su impacto medioambiental. En el Reino Unido, como en otros países, se aplica un impuesto por poner plástico virgen en el mercado.
El gobierno está estudiando obligar a las empresas a elaborar informes anuales que traten de lo saludables que son los productos que venden, del impacto medioambiental de sus acciones, y de las iniciativas que están llevando a cabo para alcanzar ciertos objetivos.
Tesco, el principal supermercado del país, lleva años publicando una extensa memoria sobre el desperdicio alimentario. Realizaron un análisis exhaustivo hace unos años, y ahora explican los resultados de sus distintas acciones. El gobierno británico también está impulsando la investigación y el desarrollo de prácticas agrícolas y ganaderas que emitan menos gases con efecto invernadero, con el objetivo de reducir el impacto de estas actividades en el cambio climático. Y si no es la presión de las nuevas leyes, los propios accionistas de las empresas también ejercen esta presión, como le pasó a Tesco, cuando un grupo de accionistas activistas consiguieron convencer a otros inversores para obligar a Tesco a comprometerse a aumentar las ventas de los productos considerados saludables.
Durante el año 2022 el número de productos alimentarios que se lanzaban con promesas relacionadas con el medio ambiente creció respecto al 21, alcanzando un 16% de todos los lanzamientos de alimentos, y un 21 % de los de bebidas. Han aumentado los productos que dicen ser “climáticamente neutros”, porque compensan las emisiones que sus operaciones generan, y han hecho un ejercicio importante de reducirlo. De los primeros que recuerdo los helados de la marca Jude’s, que ahora ya se anuncian como “carbon negative” dado que compensan más que lo que generan. También está a la venta el queso Ivy’s Vintage Cheddar, de Wykes Farms, en un esfuerzo importante de la industria láctea por alinearse con las demandas de productos responsables con el medio ambiente. Una de las empresas de mayor tamaño con proyectos en este campo es la cervecera BrewDog, que no solamente tiene su propia finca en las Highlands escocesas donde planta árboles para compensar sus emisiones, también ayuda a los bares con los que trabaja a implantar mejoras en su forma de trabajar y equipos que reduzcan sus emisiones.
En el área de la salud del suelo agrícola también vemos iniciativas por parte de Pepsico, Nestlé, o pequeñas empresas como Hippeas. También están apareciendo etiquetas para señalar prácticas respetuosas con el medioambiente. Una de las más famosas en el Reino Unido, el Red Tractor centrada en señalar los productos locales, está trabajando en ello, y también acaba de llegar al mercado la etiqueta Fair To Nature, sobre biodiversidad.
Los productos que justifican su precio elevado con argumentos en esta línea están pasando por un bache. Pero la sostenibilidad es un valor ya fijado en los consumidores, y aunque ahora pierdan la batalla del momento, parece difícil volver atrás.