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De la uva a la botella. Así entiende el sello ECOPROWINE, impulsado por el centro tecnológico CIRCE, que debe trazarse la sostenibilidad en el sector vitivinícola. Esta visión ya es compartida por 16 bodegas españolas, 12 de ellas aragonesas, que se han adherido a esta iniciativa que las reconoce como sostenibles ante un cliente cada vez más exigente en materia medioambiental y de responsabilidad social. Esta lista está formada por las bodegas Pagos del Moncayo, Borsao, Grandes Vinos, César Velasco, CanBlau, Esteban Martín, Bodegas Aragonesas, Laus, Katxiña, La casa de Lúculo, Las Moradas de San Martín, Pagos de Ayles, CARE, Bodem y las recientemente incorporadas San Alejandro y Covinca.
La producción sostenible se está convirtiendo en uno de los principales criterios usados por los consumidores en la decisión de compra de muchos bienes, una tendencia que se intensifica en el sector de vino, un producto siempre unido a la naturaleza y la cultura. Este sello, cuya metodología está avalada por la Comisión Europea, se posiciona como una certificación para demostrar un estándar sostenible, teniendo en consideración la evaluación de los impactos medioambientales, los costes en la producción y el impacto económico y social en el entorno.
El sello, relanzado por CIRCE en 2020, comenzó su andadura en el marco del proyecto de investigación ECOPROWINE que tuvo una duración de cuatro años, en el que participaron más de 90 bodegas europeas. Durante la ejecución del mismo, las bodegas participantes lograron, adoptando las medidas recomendadas, recortar un 15% las emisiones de CO₂, reutilizar el 28% de los materiales y reducir un 16% el consumo de agua en su proceso productivo.
Esta certificación ofrece un marco de evaluación que promueve un modelo de mejora continua, ya que solo son reconocidos aquellos productores que superan un análisis en el que deben demostrar que se encuentran por encima de la media del sector, una situación que tienen que mejorar cada año para conseguir revalidar el reconocimiento.
El sello ECOPROWINE tiene una validez de dos años, tras los cuales la bodega debe realizar el análisis de nuevo y, para volver a superarlo, debe presentar al menos un 10% de mejora en su indicador global y una mejor respuesta a nivel social y económico, de manera que el proceso de fabricación del vino sea más eficiente y respetuoso con el medioambiente.
Las bodegas adheridas han logrado, gracias este esquema de sostenibilidad, incrementar la venta en mercados especialmente sensibilizados con la sostenibilidad como EEUU o Japón, comunicar su compromiso con el medioambiente gracias a la estampación del sello en sus botellas aumentando su visibilidad y credibilidad y una vía de benchmarking para mejorar la eficiencia del proceso productivo gracias a la medición de sus parámetros internos.
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