José Luis Benítez
Director general de la Federación Española del Vino (FEV)
Si algo define al sector vitivinícola en su conjunto es su inherente vocación exportadora. No en vano, el 47 % de todo el vino que se produce en el mundo se consume en un país distinto al que se ha elaborado, según datos de la Organización Internacional de la Viña y el Vino. Y en el caso concreto de España, dos tercios de la producción de nuestro vino se destinan a la exportación, contribuyendo con casi el 20 % al neto positivo de la balanza comercial agroalimentaria de nuestro país.
Es precisamente por eso por lo que somos un sector particularmente sensible a los vaivenes geopolíticos y la inestabilidad que parece dominar la arena internacional desde hace ya algunos años. Y aunque también somos un sector enormemente resiliente, que ha superado con nota importantes crisis internacionales como el Brexit, los aranceles de EE.UU. en 2019, el Covid o la invasión de Ucrania por parte de Rusia, no podemos dejar de observar con cierta inquietud lo que hoy en día parece un cambio de paradigma en el comercio internacional, con una deriva creciente hacia el proteccionismo liderada ni más ni menos que por Estados Unidos, país que “inventó” el libre comercio.
Esta situación es doblemente preocupante, no solo porque hasta ahora EE.UU. ha sido uno de los principales promotores en el mundo de la globalización y el libre comercio, sino principalmente porque el norteamericano es también el principal mercado en valor para los vinos españoles envasados, tanto espumosos como tranquilos.
En ese sentido, y ante la constante amenaza de aranceles desorbitados por parte del presidente Trump a la UE, no nos cansaremos de reclamar que el vino quede al margen de disputas comerciales que nada tienen que ver con nosotros y de posibles listados de contramedidas. Este es un mensaje que compartimos además con nuestros colegas del sector americano, con los que desde hace años mantenemos una estrecha colaboración para defender una postura conjunta de eliminación completa de aranceles en ambos lados: el llamado cero por cero.
A la situación con Estados Unidos se le une además una crisis de consumo en otros dos mercados tradicionales y de enorme importancia para el vino español, como son Reino Unido y Alemania. En el caso del mercado británico, no ayuda tampoco el aumento de los impuestos especiales a las bebidas alcohólicas desde el 1 de febrero de 2025, que se suma a un declive generalizado del consumo que venimos observando en algunos mercados maduros.
Ahora bien, aunque no cabe duda que el contexto que enfrentamos es retador, es precisamente en momentos como el actual en los que el sector debe hacer valer esa experiencia exportadora y esa resiliencia de la que hablaba antes para profundizar en su diversificación internacional, reforzando mercados que en los últimos años vienen mostrando un buen desempeño y un creciente interés por el vino español y abriendo nuevas posibilidades con mercados a los que hasta ahora era muy difícil acceder por su complejidad. Algo para lo que sin duda es fundamental la firma de nuevos tratados comerciales.
En el primer grupo hay mercados maduros como Suiza, que sigue liderando el ranking de precio medio más elevado para nuestros vinos, y otros que, siendo tradicionales, van creciendo de manera notable, como México, en el que además existen lazos culturales y un idioma compartido, que sin duda contribuyen a una alta valoración del vino español y que en el último año experimentó un crecimiento a doble dígito de las exportaciones en valor.
Canadá, por su parte, es un país en el que se ha demostrado que los tratados de libre comercio pueden contribuir notablemente a desarrollar el mercado y en el que los vinos españoles están teniendo un buen desempeño en los últimos años.
Es por ello por lo que, desde el sector del vino, defendemos firmemente la ratificación inmediata del acuerdo entre la UE y Mercosur, que sin duda abrirá una enorme oportunidad en un mercado de tantísimo interés por afinidad y por población como Brasil, en el que las barreras arancelarias y no arancelarias (las llamadas “barreras técnicas al comercio”) han impedido hasta ahora una mayor penetración.
Y sin olvidarnos de Asia, quizás la gran asignatura pendiente para el vino español y donde encontramos mercados con amplio potencial de desarrollo, como Japón o Corea del Sur, a los que quizás sea el momento de dedicar tiempo y esfuerzos ante la compleja coyuntura de nuestros mercados tradicionales.