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Han transcurrido más de diez centurias desde que la historia de la cerveza checa se comenzase a escribir en la actual Chequia. Debemos remontarnos al año 993 y trasladarnos mentalmente al monasterio de Břevnov para localizar la cuna de la que se ha convertido en la rubia más famosa del mundo. Hasta comienzos del siglo XIII los monasterios dispusieron del privilegio, en exclusividad, de la elaboración de cerveza, pero a partir de ese momento el rey Wenceslao II lo amplió también a las ciudades reales. La primera cervecería se fundó en 1118 en Cerhenice, Bohemia del Sur, pero hubo que esperar algunos años más para que el sector comenzara a funcionar de forma organizada. El primer gremio de maltería no se creó hasta 1353 y lo hizo en Brno; y hasta 1873 no se fundó la “Asociación para la industria cervecera en el Reino Checo”, precursora de la actual Unión Checa de Cervecerías y Malterías. Un hito remarcable más en su historia, en 1842, fue la primera cocción de cerveza con fermentación baja, que tuvo lugar en Pilsen, y gracias a la cual esta tipología se conoce como “Pilsen” en todo el mundo.
Por qué la cerveza checa es única
La relevancia y reconocimiento identitario de la cerveza de este país no ha dejado de crecer a lo largo de su historia, e, incluso, obtuvo en 2008 la Indicación Geográfica Protegida que concede la Unión Europea a productos singulares. La cerveza checa, por tanto, cumple unas condiciones muy controladas en cuanto a su elaboración en un territorio delimitado, mediante un método específico, y con una materia prima determinada (malta, lúpulo, y agua procedente de fuentes con una composición adecuada de minerales). Esta valorada bebida “isotónica” se caracteriza por su aroma a malta clara y lúpulo, un amargor medio, un cuerpo fino o moderado, y un color dorado- amarillo. Otros rasgos que también la definen son su espuma blanca y compacta al ser servida, y sus altos valores en polifenoles y pH.
Aunque en la República Checa existen diversos tipos de cerveza, el 90% de la que se produce es de tipo Pilsen, prototipo de una lager clara. Con un consumo medio de 144 litros por persona al año, este país es el mayor consumidor de cerveza del mundo. Un dato que resulta aún más sorprendente si lo comparamos con el consumo de 52 litros per cápita en España (año 2019)...
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