Consoli Molero
Maestra de Molino de la Cooperativa Olivarera de Valdepeñas (COLIVAL)
La vida y la carrera de Consoli Molero ha estado siempre ligada al aceite de oliva. A pesar de tratarse de un sector muy masculinizado, no ha dudado en luchar para alcanzar sus metas, llegando a convertirse en la primera mujer maestra de almazara y logrando diversos premios y reconocimientos a la calidad de sus aceites.
“Desde pequeña, crecí rodeada del aroma intenso y terroso del aceite de oliva” —relata Consoli—. “Mis raíces estaban ligadas a los campos de olivos y a las antiguas almazaras donde el oro líquido tomaba forma. Mi padre era maestro de almazara durante décadas y sin pensarlo me introdujo en este mundo. Sin embargo, en un mundo donde los maestros de almazara eran tradicionalmente hombres, mi camino no estaba trazado, sino que tuve que abrirme paso a golpe de determinación y amor por el oficio”.
Además de esta herencia familiar, fue “una vocación auténtica” lo que llevó a Consoli Molero a trabajar en el sector oleícola, “y sobre todo que había que transformar y profesionalizar el sector del aceite, necesitaba una revolución”, añade.
Pero no fue fácil, nos cuenta: “Me enfrenté a prejuicios, a miradas escépticas y a una industria que no estaba acostumbrada a ver a una mujer al frente de una almazara. Tuve que demostrar constantemente mi valía y superar barreras que no siempre eran visibles, pero que estaban ahí. Muchas veces me vi obligada a demostrar el doble de esfuerzo y conocimiento para ser tomada en serio. Sin embargo, esas barreras no me han frenado, sino que me han impulsado a superarme constantemente. Con paciencia, formación y una voluntad inquebrantable, logré no solo integrarme, sino convertirme en la primera mujer maestra de almazara, marcando un antes y un después en el sector. Ver que otras mujeres se animan a seguir este camino es algo que me emociona profundamente. Saber que puedo ser un referente para otras personas me hace sentir que todo el esfuerzo ha valido la pena”.
“Hoy, mi historia es un testimonio de pasión, esfuerzo y perseverancia. No se trata solo de romper barreras, sino de demostrar que el talento y la dedicación no entienden de género. Para mí el aceite de oliva no es solo un producto, es un legado, una historia que continúa escribiéndose con cada cosecha, con cada gota de ese líquido dorado que lleva en su esencia la tradición y el coraje de quienes se atreven a desafiar lo establecido”.
Para Consoli, a pesar de que se trata de un trabajo “exigente, con largas jornadas en la campaña, decisiones difíciles y una responsabilidad enorme para garantizar la calidad del aceite”, los aspectos positivos compensan absolutamente: “Lo más gratificante de mi profesión es ver cómo el esfuerzo y el conocimiento se traducen en un aceite de oliva de calidad, en un producto que lleva consigo historia, tradición y el trabajo de muchas personas. Me llena de satisfacción saber que cada campaña es un nuevo reto y que, con cada cosecha, seguimos mejorando y aprendiendo. También es muy gratificante la cantidad de gente que conoces en este sector que te hacen ser más grande”.
MATERIA PRIMA, TÉCNICA Y SENTIMIENTO
La maestra de almazara nos detalla los tres elementos más importantes a la hora de elaborar un aceite: “El primer factor es la aceituna. No se puede hacer un buen aceite con una mala aceituna. La recolección debe hacerse en el momento óptimo de maduración, ni demasiado verde ni pasada, porque eso define el perfil sensorial del aceite. Además, es crucial que la fruta llegue en perfectas condiciones a la almazara y se procese en el menor tiempo posible para evitar fermentaciones indeseadas que puedan afectar su calidad”.
“El segundo aspecto es el proceso de extracción” —continúa—. “Aquí es donde la técnica marca la diferencia. La temperatura de batido debe mantenerse baja para conservar los compuestos aromáticos y antioxidantes naturales del aceite. El tiempo de batido también es clave: demasiado corto y la extracción es insuficiente; demasiado largo y se pierden aromas y frescura. Además, la limpieza de la maquinaria debe ser impecable, porque cualquier residuo puede alterar la pureza del aceite final”.
“Pero más allá de la técnica, hay un tercer elemento que para mí es el más importante: la pasión y el respeto por el producto. No basta con seguir protocolos, hay que sentir el aceite, entenderlo, interpretar cada cosecha porque no hay dos iguales. Cada campaña es un desafío, una nueva oportunidad para mejorar y extraer lo mejor de la aceituna. Cuando abres una botella y percibes esos aromas frescos a hierba, tomate o almendra, sabes que todo el esfuerzo ha valido la pena. Ese es el verdadero arte de hacer aceite de oliva virgen extra”, asegura Consoli.
Todo este trabajo ha permitido que sus aceites hayan obtenido numerosos reconocimientos: “Pocas almazaras han conseguidor tener los premios a la Mejor Almazara del Mundo, Mejor Maestra de Almazara, dos premios C.O.I., Premio Igualdad de Oportunidades, tener el Mejor Cornicabra del Mundo durante seis campañas, el Mejor Frantoio del Mundo, el Mejor Arbosana del Mundo, el Mejor Arbequina del Mundo, el Mejor Hojiblanca del Mundo, y ser el segundo o el séptimo mejor del Mundo”.
Para ella, estos premios son “una gran satisfacción, pero además representan mucho más: son la confirmación de que el esfuerzo, la dedicación y la búsqueda constante de la excelencia han valido la pena. Cada distinción no solo reconoce mi trabajo, sino también el de todo un equipo que pone su alma en cada campaña para obtener un aceite de oliva virgen extra de calidad excepcional”.
De cara al futuro, nos cuenta que una de sus grandes metas es “seguir explorando nuevas técnicas de extracción que permitan obtener aceites aún más expresivos, con mayor carga aromática y mejor conservación de sus propiedades saludables. También me motiva la idea de impulsar una mayor conciencia sobre la cultura del aceite. Muchas veces se desconoce la diferencia entre un aceite corriente y un gran virgen extra, y me gustaría contribuir a que más personas aprendan a valorar este producto, a entender su complejidad y a apreciar todo el trabajo que hay detrás de cada botella”.
“Por otro lado, el cooperativismo es clave en este sector. Las cooperativas permiten que miles de pequeños productores tengan acceso a la tecnología, los recursos y el conocimiento necesario para elaborar aceites de alta calidad. Me gustaría seguir contribuyendo al fortalecimiento del modelo cooperativo, impulsando su modernización y fomentando una mayor profesionalización del sector”, afirma.
Como señalábamos al principio, aunque tradicionalmente el sector ha estado dominado por los hombres, la maestra de almazara de COLIVAL destaca que “la presencia de las mujeres en el sector oleícola ha aumentado en los últimos años. Cada vez son más las mujeres que se están incorporando en diversas áreas, desde la producción y la gestión hasta la comercialización y la investigación. Hay muchas mujeres que están demostrando su capacidad y su conocimiento en el mundo del aceite de oliva, y ese es un avance muy positivo. Es cierto que la lucha no está ganada, pero cada paso que damos hacia la igualdad es una victoria importante”.
“No obstante, aún hay barreras invisibles y desafíos que las mujeres enfrentan, sobre todo en el acceso a puestos de responsabilidad y en la visibilidad dentro del sector”, advierte.
Para que las mujeres tengan una presencia más destacada en el sector oleícola, en su opinión “es necesario un cambio cultural y estructural en varios niveles. En primer lugar, hace falta una mayor visibilidad de las mujeres que ya están trabajando en el sector. A menudo, el trabajo de las mujeres no recibe la misma atención o reconocimiento, lo que hace más difícil que sirvan de referentes para las nuevas generaciones”.
“También es clave que se fomente la formación y el acceso a recursos para las mujeres en todos los ámbitos del sector” —defiende—. “Las mujeres deben tener las mismas oportunidades para acceder a la educación especializada, a los programas de formación técnica y a las herramientas que les permitan desempeñar roles de liderazgo”.
“Además, sería necesario un mayor apoyo institucional para promover la igualdad de género en el sector, ya sea con subvenciones, premios, o programas de mentoría. Finalmente, es importante un cambio en la mentalidad del sector. Si bien la tradición es valiosa, también debemos ser conscientes de que las mujeres aportan perspectivas frescas, nuevas ideas y una gran capacidad de innovación. Las mujeres, cuando tienen las mismas oportunidades que los hombres, no solo hacen crecer el sector, sino que también lo enriquecen.
Para que la presencia femenina sea realmente significativa, debe haber un compromiso firme de todos los actores del sector para fomentar un entorno inclusivo y de igualdad”.