Juan Fernando Martín: "Gestionar mejor el agua para seguir siendo competitivos: la industria alimentaria frente al desafío hídrico"
Fundación Renovables
15 de junio, 2025
No basta con la voluntariedad de las empresas, es necesario un marco regulatorio ambicioso, con objetivos vinculantes e incentivos adecuados
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Juan Fernando Martín, responsable de Proyectos de Fundación Renovables
España avanza hacia un escenario de escasez hídrica estructural. Las lluvias son cada vez más irregulares, las sequías más frecuentes y la presión sobre los recursos de agua dulce crece a un ritmo preocupante. En este contexto, la industria alimentaria, pilar económico y social del país, se enfrenta a uno de sus mayores retos de futuro: seguir produciendo con menos agua.
Pocas veces somos conscientes de la enorme cantidad de agua que es necesaria para cada alimento procesado. Elaborar una simple jarra de cerveza de 250 ml puede implicar el uso de hasta 74 litros de agua, casi 300 veces más, sumando el cultivo de la cebada, el procesado, la limpieza industrial y el envasado. Así, la industria alimentaria española es responsable del 21 % del agua utilizada por el sector industrial, uno de sus principales consumidores.
A esta elevada demanda hay que sumar un agravante: la creciente vulnerabilidad ante el cambio climático. Según las proyecciones del IPCC, los episodios de sequía en la región mediterránea podrían multiplicarse por cinco a finales de siglo si las temperaturas globales siguen aumentando. De hecho, durante el último año hidrológico, casi la mitad del territorio español ha estado en situación de alerta o emergencia hídrica.
La reducción del consumo de agua no es solo un imperativo ambiental, también económico: el agua aporta a la industria alimentaria un valor agregado bruto de 22.551 millones de euros anuales. Si el recurso escasea, la competitividad del sector se verá directamente afectada.
En este escenario, el informe de la Fundación Renovables Mejora de la resiliencia de la industria frente al estrés hídrico, plantea un diagnóstico claro y una hoja de ruta concreta. Las soluciones están al alcance, pero requieren voluntad, inversión y planificación.
Algunas medidas son tan sencillas como revisar las propias recetas de producción para ajustar la cantidad de agua necesaria sin afectar la calidad del producto (una práctica ya común en sectores como el cosmético). Otras pasan por implementar sistemas de monitorización inteligente, con sensores y caudalímetros capaces de detectar los puntos de mayor consumo y optimizar los procesos.
Debemos destacar también el potencial de las fuentes no convencionales. La captación de agua de lluvia o el uso de agua regenerada procedente de depuradoras permite reducir la dependencia directa de los recursos hídricos convencionales. Algunos proyectos ya operativos en Cataluña demuestran que es posible reconvertir estaciones depuradoras en plantas capaces de devolver agua regenerada a la red de potabilización.
Sin embargo, generalizar estas prácticas requiere superar barreras normativas. El reciente Real Decreto 1085/2024, aunque facilita ciertos usos de agua regenerada, establece exigentes estándares de calidad para el sector alimentario, debido al contacto directo entre agua y producto.
Por eso, no basta con la voluntariedad de las empresas, es necesario un marco regulatorio ambicioso, con objetivos vinculantes e incentivos adecuados. Solo así se garantizará la resiliencia de un sector estratégico frente a un estrés hídrico cada vez más estructural.
Hoy los embalses están razonablemente llenos, pero la ciencia es clara: las próximas sequías están cada vez más cerca. Sin una actuación decidida, el impacto no será solo industrial o ambiental, también social: afectará directamente a la cesta de la compra de millones de hogares.
En cada alimento no solo hay nutrientes, hay litros de agua invisible que debemos aprender a gestionar con inteligencia y anticipación.
En definitiva, debemos otorgar a la correcta gestión del agua el peso que realmente merece, tanto para preservar la sostenibilidad ambiental de nuestros ecosistemas como para asegurar la sostenibilidad social de los territorios y la económica de la propia industria alimentaria.
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