Investigadores de INRAE, Bordeaux Sciences Agro, CNRS, la Universidad de Burdeos y la Universidad de Borgoña han analizado la evolución futura en las regiones vitivinícolas actuales y emergentes a escala global para adaptar la producción de vino al cambio climático.
Sus resultados, publicados en Nature Reviews Earth and Environment, muestran que alrededor del 90 % de las regiones vinícolas costeras y bajas del sur de Europa y California corren el riesgo de perder su capacidad de producir vinos de calidad con rendimientos económicamente viables y sostenibles para finales de siglo, si el calentamiento global supera los +2°C. En cambio, otras regiones podrían salir beneficiadas con una mejora de su potencial vitivinícola, como el norte de Francia o la Columbia Británica (Canadá). Asimismo, con el aumento de las temperaturas también podrían desarrollarse nuevas regiones de producción, como por ejemplo Dinamarca.
GANADORES Y PERDEDORES FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO
Las uvas producidas para la elaboración de vino son muy sensibles al clima, en particular a las temperaturas extremas y a las sequías. En todo el mundo ya se observan impactos del cambio climático en el rendimiento y la composición de las uvas, así como en la calidad de los vinos. Comprender la evolución del potencial de las regiones para la viticultura frente al cambio climático es una gran preocupación científica.
Por ello, los científicos de los centros mencionados se han basado en su experiencia y en un análisis en profundidad de la literatura científica (más de 250 publicaciones realizadas en los últimos 20 años) para elaborar un mapa global de la evolución del riesgo y del potencial de las actuales y nuevas regiones vitivinícolas frente al cambio climático. Para ello, analizaron las consecuencias de los cambios de temperatura, precipitaciones, humedad, radiación y contenido de CO2 en el cultivo de la vid, y también examinaron posibles estrategias de adaptación.
Las regiones vitivinícolas actuales se encuentran principalmente en latitudes medias, donde el clima es lo suficientemente cálido (pero no excesivamente) para permitir la maduración de las uvas, y relativamente seco para limitar el riesgo de enfermedades causadas, en particular, por hongos.
El aumento de las temperaturas, uno de los marcadores más emblemáticos del cambio climático, acelera el desarrollo de la vid, adelantándose la maduración de la uva durante los periodos más cálidos del verano. En la mayoría de los viñedos, la cosecha ya comienza entre 2 y 3 semanas antes que hace 40 años, lo que repercute en la composición de las uvas y el estilo del vino producido. Por ejemplo, el aumento de la temperatura puede modificar el sabor, con pérdida de acidez de la uva, aumento del grado alcohólico de los vinos y modificaciones en el perfil aromático.
A escala global, el cambio climático podría hacer que las regiones vitivinícolas existentes pierdan terreno, mientras que otras regiones lo ganan. Así, si el calentamiento global supera los 2°C, para finales de siglo alrededor del 90 % de las regiones vitivinícolas tradicionales costeras y de tierras bajas de España, Italia, Grecia y el sur de California corren el riesgo de perder su capacidad de producir vino de calidad con altos rendimientos y de forma económicamente sostenible, debido a los riesgos de sequía excesiva y olas de calor más frecuentes.
En el lado opuesto, las temperaturas más altas podrían mejorar la idoneidad de otras regiones para la producción de vinos de calidad, en particular el norte de Francia, el estado de Washington u Oregón en Estados Unidos, la Columbia Británica en Canadá y Tasmania en Australia. Incluso, podrían conducir al desarrollo de nuevas regiones vitivinícolas en Bélgica, los Países Bajos y Dinamarca.
Además del aumento de las temperaturas, otros desafíos que acarrea el cambio climático son la aparición de nuevas enfermedades y plagas, y el aumento de la frecuencia de eventos extremos. Según el estudio, los productores pueden adaptarse hasta un nivel de calentamiento global que no supere los 2°C, por ejemplo recurriendo a parejas de variedad de uva/ portainjertos más resistentes a la sequía o a prácticas de cultivo que preserven mejor el agua del suelo, como una mayor separación entre hileras o disposiciones anti- erosión. Así lo demuestran varios estudios realizados en colaboración con actores del sector vitivinícola. Por otro lado, cabe resaltar que las opciones de adaptación dependen en gran medida de las condiciones locales y solo pueden adoptarse si permiten mantener la viabilidad económica de las explotaciones agrícolas. Por el contrario, algunos productores ubicados en latitudes más altas podrían beneficiarse del aumento de las temperaturas, aumentando su rendimiento y la calidad de su vino.
Referencia
Van Leeuwen C. et al. (2024). Climate change impacts and adaptations of wine production. Nature Reviews Earth and Environment, DOI : https:// doi.org/10.1038/s43017-024-00521-5