Intolerancia a la lactosa y consumo de lácteos: ¿Qué hacer?

Inlac

18 de julio, 2018


La Organización Interprofesional Láctea (Inlac) ha recordado que lácteos como el queso curado o semicurado, el yogur y otras leches fermentadas, en términos generales, pueden ser consumidos por intolerantes a la lactosa porque la contienen en pequeñas cantidades.

Así lo señala en una infografía, disponible para su descarga, que busca aclarar los mitos y realidades existentes en torno a la lactosa. En ella se explica que la lactosa es un azúcar compuesto que está presente en la leche de todos los mamíferos: vaca, cabra, oveja, ser humano, etc. También suele encontrarse en muchos alimentos preparados (pan, bollería, sopas, purés, etc.) y en medicamentos. La lactosa está compuesta por dos azúcares simples, la glucosa y la galactosa.

Si se presentan síntomas de intolerancia a la lactosa, los especialistas recomiendan acudir a un médico para que realice las pruebas oportunas. El autodiagnóstico de la intolerancia en muchas ocasiones conlleva eliminar la ingesta de lácteos de la dieta de un modo innecesario, lo que puede producir falta de calcio, vitamina D (necesaria para la absorción del calcio), vitamina B2 y proteínas.

En caso de ser diagnosticada la intolerancia a la lactosa, no se debe renunciar a los beneficios de los lácteos. Los lácteos fermentados, como el queso o el yogur, son idóneos para intolerantes porque presentan unos niveles mínimos de lactosa. Además, la fermentación transforma la lactosa en ácido láctico, mejorando su digestibilidad.

Por otro lado, en la actualidad existen marcas que comercializan leche con lactosa hidrolizada, que son aptas para personas intolerantes. Este tipo de productos se elaboran añadiendo lactasa a la leche normal, esta enzima rompe la lactosa y deja compuestos que pueden ser digeridos sin dificultad.

Otro aspecto interesante que aborda la infografía de Inlac es que el origen étnico influye en la prevalencia de la intolerancia a la lactosa. Así, los pueblos tradicionalmente ganaderos, alimentados generación tras generación con leche de vaca, presentan menos casos de intolerancia a la lactosa. Por tanto, la intolerancia a la lactosa es frecuente entre los asiáticos, árabes (un 80%) y africanos (un 83%), mientras que no es muy común entre los europeos y aquellas poblaciones que proceden de ellos (norteamericanos).

 

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