Una gestión del agua modélica, una calidad asegurada por el compromiso de miles de trabajadores del sector y unas variedades únicas que la hacen fácilmente distinguible. Esa es la receta que ha convertido a la almendra europea, con la Península Ibérica como su gran centro de producción, en uno de los grandes embajadores de nuestro campo.
Cada vez más demandado tanto por el consumidor final como por los profesionales de la industria alimentaria, este producto proviene de un cultivo leñoso perfectamente adaptado al entorno mediterráneo, con innumerables beneficios ambientales en este territorio: desde el secuestro de CO2 (se calcula que el ‘bosque’ ibérico fija alrededor de 17 millones de toneladas al año, cantidad equivalente a la emitida por la ciudad de Barcelona) hasta evitar la erosión del suelo o actuar como cortafuegos natural.
Otro aspecto derivado de esa adaptación se encuentra en sus apreciadas variedades locales. Nombres como guara, constantí, belona, lauranne o penta (por citar sólo cinco de las muchas variedades presentes en el territorio gracias al respeto por la biodiversidad de que hace gala el sector) cautivan por su sabor, textura y aroma únicos en el mundo. Cada una goza de unas características especiales que influyen en los usos gastronómicos e industriales que mejor le encajan. Una versatilidad que le abre un sinfín de oportunidades entre los expertos.
REFERENTE SOSTENIBLE
Uno de los pilares de esta historia de éxito se encuentra en el acreditado modelo de producción europeo y en la estrategia ‘Del campo a la mesa’. Este sistema, uno de los más avanzados del mundo, asegura tanto la sostenibilidad como la calidad y seguridad del producto gracias a su exigente conjunto de normas y reglamentos.
De hecho, las 800.000 hectáreas de almendros que suman España y Portugal convierten a la Península en el segundo mayor productor y exportador mundial de este fruto seco.
Ambos países exportan principalmente al mercado europeo, que representa el 31 % del consumo mundial de almendra, con unas 487.000 toneladas. Y esto ha llevado a la organización española SAB-Almendrave y la portuguesa Centro Nacional de Competências dos Frutos Secos (CNCFS) a unirse para impulsar el proyecto ‘Sustainable EU Almond’, cofinanciado por la UE.
Esta campaña se dirige a cuatro mercados: Alemania, Francia y los dos países productores. Y el mensaje es claro: con un consumidor europeo que demanda cada vez más alimentos sostenibles y de cercanía, la almendra ibérica se coloca como una solución perfecta para las industrias alimentarias del continente. Aún más, en un momento como este.
Y es que, en el plano medioambiental, los productores ibéricos van mucho más allá. Sin ir más lejos, en la gestión del agua: el 79 % de los almendros en ambos países se encuentra en régimen de secano. Además, el 25 % de las hectáreas de este cultivo en España y Portugal están certificadas como ecológicas.
El sector de la almendra ibérica también está avanzando con éxito en la economía circular, reaprovechando al máximo sus subproductos. Sin ir más lejos, la cáscara es un material perfecto para la generación de energía por medio de biomasa, y uno de los más usados entre los residuos agroindustriales en Europa. Con entre el 62 % y el 78 % del peso total del fruto, se estima que la Península Ibérica genera unas 314.000 toneladas de cáscaras al año. Y las pieles, ricas en fibra, se incorporan ya con regularidad a alimentos funcionales y productos veterinarios.
Por no hablar de la sostenibilidad social de este producto generador de empleo y oportunidades de emprendimiento en zonas amenazadas por la despoblación. Regiones como Castilla-La Mancha y Aragón, en España, o Tras-os- Montes y el Bajo Alentejo, en Portugal, se encuentran entre las más afectadas por este problema, y también entre las mayores productoras de almendra en sus respectivos países. De modo que este sector es fundamental a la hora de fijar población (especialmente joven) en el entorno rural.
Ligado además a una enorme riqueza cultural y gastronómica, que abarca desde el atractivo turístico de la floración hasta platos tradicionales como el turrón español, la Galette des Rois francesa o las amêndoas de Páscoa portuguesas, el almendro es un cultivo imprescindible dentro de la Dieta Mediterránea y del estilo de vida europeo tal y como los entendemos.
En suma: sostenibilidad (en todas sus formas) y calidad son los dos ‘secretos’ del creciente éxito de la almendra europea, que sigue conquistando paladares y mercados.
Para más información, visita la web
sustainablealmond.eu.