Entrevista a Roselyne Chane
Presidenta de FATE (FOOD & AGRI TECH EUROPE)
Revista Alimentaria.- FATE nace a finales de 2023. ¿Con cuántos asociados cuentan y cuál es su propósito?
Roselyne Chane.- Desde su creación formal, en enero, hasta la fecha, hemos sumado cerca de 60 asociados. Entre ellos contamos con start-ups, corporaciones de alimentación, proveedores de tecnología o infraestructuras, centros tecnológicos e inversores, entre otros. Nuestra misión es promover el crecimiento y facilitar la colaboración entre empresas foodtech en Europa y con otros agentes, impulsando la innovación y promoviendo soluciones tecnológicas que contribuyan a una alimentación más saludable, sostenible, ética y accesible para todos.
R. A.- ¿Qué tipos de servicios ofrece FATE a sus asociados?
R. C.- Queremos ser la referencia en el impulso y desarrollo de la industria foodtech en Europa, desempeñando un papel catalizador en la generación de negocio y en la promoción de relaciones colaborativas entre el ámbito público y privado, así como entre empresas del sector.
Para ello, hemos creado diversos grupos de trabajo especializados, en los que estamos desarrollando las líneas estratégicas que los socios consideran prioritarias en campos como regulatorio, inversión, internacionalización y escalado, y también divulgativo. Lo iremos viendo poco a poco, pero de momento sí podemos avanzar algunas líneas de actuación y servicios. Por ejemplo, comenzar a representar a la industria ante las instituciones para poner en valor todo lo que aporta nuestro sector a la sociedad y a la economía, que se entiendan sus particularidades y necesidades y fomentar la colaboración. Es importante dar visibilidad al sector también ante la sociedad y los ciudadanos explicando qué hace y cómo.
Desde el punto de vista más práctico, un ejemplo de servicio es el que hemos podido ofrecer durante Food4Future: 10 socios han tenido una presencia agrupada en la feria y en el congreso que de forma individual habría sido más difícil y costosa. Conforme se vayan concretando las propuestas de los grupos de trabajo iremos dando a conocer nuevas iniciativas.
R. A.- ¿Qué características tiene el ecosistema Food Tech español?
R. C.- El ecosistema foodtech español es dinámico y diverso. Por una parte, cuenta con más de 400 startups, que cubren toda la cadena de valor de la industria (agritech, producción, nuevos alimentos, optimización de la cadena de suministro, tecnología para retail y horeca, nutrición/salud, lucha contra el desperdicio, etc.).
Por otra parte, también está muy nutrido de agentes que lo impulsan como incubadoras, aceleradoras o programas de Corporate Venturing e innovación abierta impulsados por las empresas del sector cada vez más activas buscando startups con las que colaborar o en las que invertir. Sin olvidarnos de los centros de generación de conocimiento y transferencia tecnológica como los centros tecnológicos.
Además, me gustaría resaltar que cada vez hay más inversores especializados, tanto españoles como internacionales, con interés en nuestro ecosistema y, más importante, que entienden las particularidades de la industria de la alimentación.
R. A.- ¿Qué retos tiene por delante dicho ecosistema?
R. C.- Uno de los principales retos es ayudar, acompañar a los proyectos emergentes a escalar, pasar de las primeras fases de investigación y piloto a estados más maduros donde ya haya una llegada efectiva al mercado, incluso a la internacionalización.
Otro reto importante está relacionado con la regulación a nivel europeo de ciertas tecnologías que en otras geografías ya están empezando a desbloquearse.
También creemos importante que la idea del agrifoodtech empiece a ser conocida por el gran público. Acercar la innovación a la población, a la industria agroalimentaria y a las instituciones para entender mejor lo que puede aportar y de hecho ya está aportando. En el fondo, el gran objetivo es trabajar por un sistema alimentario sostenible (ambiental, social y económicamente), saludable, eficiente y asequible.
R. A.- ¿En qué nivel se encuentra el sector Food Tech de otros países europeos?
R. C.- El ecosistema foodtech europeo también ha venido creciendo y consolidándose en los últimos años. Actualmente representa el 32 % de la inversión foodtech a nivel global. Y dentro de él, hay algunos hubs pioneros cuyos ecosistemas que lideran esta industria en términos de volumen y también de madurez de sus startups como UK, Alemania o Francia. Regiones como Holanda también destacan con un foco y un modelo muy relevante en la producción de nuevos alimentos. Pero no son los únicos, vemos proyectos muy innovadores donde el ecosistema es más joven pero muy dinámico y con apoyo público, como en las repúblicas bálticas o en Italia.
R. A.- ¿Qué aporta al sector que FATE sea una asociación a nivel europeo?
R. C.- El germen de esta asociación fue precisamente la experiencia compartida de varios de los co-fundadores que coincidieron en el marco de diferentes viajes como los Retos Desafía del Icex, o las misiones internacionales Global Foodture de la UE, que reúnen ecosistemas innovadores de diferentes países.
Los retos, la regulación y el mercado no entienden de fronteras. Las soluciones y la forma de abordarlos también han de tener esa visión internacional y colaborativa. Juntos podemos crear más sinergias, más valor y ser más fuertes. Además, se suele decir que si la innovación no piensa en global no tendrá mercado suficiente para triunfar. Así que, si esperamos que nuestras empresas piensen en global desde su nacimiento, la asociación que las representa también ha de tener esa visión.
R. A.- ¿Cuáles son las principales tecnologías que podemos englobar en el concepto de “Food Tech”?
R. C.- El espectro es muy amplio, además de que evoluciona constantemente. Pero para hacernos una idea pensemos en tecnologías que se consideran emergentes o disruptivas, o que no han sido aplicadas en alimentación o en procesos agrícolas y ganaderos de forma tradicional. Y ahí encontramos desde las más puramente digitales como la Inteligencia Artificial o Internet de las Cosas, a las más relacionadas con las biociencias y la biotecnología.
R. A.- Si nos centramos en el campo de la automatización y la robótica, ¿las empresas del sector agroalimentario tienen un nivel elevado de adopción de estas tecnologías?
R. C.- Las empresas grandes y las startups de base tecnológica están más atentas y son más rápidas en aplicar este tipo de tecnologías. El gap lo observamos en las pymes, que precisamente conforman el principal tejido de nuestra industria agroalimentaria. Y ahí todavía hay un importante camino por recorrer, para acercar las soluciones a estas empresas, demostrar cómo pueden contribuir a su desarrollo, hacerlas accesibles, asequibles, sencillas.
R. A.- ¿Qué le pedirían a la Administración para impulsar al sector Food Tech en nuestro país?
R. C.- En primer lugar, que nos escuchen para tener ocasión de explicar qué es el sector, su propuesta de valor, su potencial, necesidades, carencias y ambiciones para, así, ayudar a construir unas políticas públicas y unas acciones conjuntas que impulsen la consolidación y crecimiento de este sector emergente que puede suponer, si se apoya adecuadamente, una ventaja competitiva importante como país.
Creemos que es importante favorecer un marco que apoye y premie la innovación sea cual sea el tamaño de la empresa. Si contribuye a la mejora del sistema agroalimentario para que sea más sostenible, asequible y saludable, es de interés público.
Más concretamente necesitamos el apoyo de las administraciones en temas regulatorios que, muchas veces por falta de la adecuada información, están suponiendo un serio freno a la innovación y a la necesaria modernización del sector agroalimentario en Europa. Sin perder de vista, por supuesto, la defensa del consumidor.
Por otro lado, el sector se enfrenta al reto del crecimiento y la internacionalización. FATE nace con una vocación europea y con el apoyo del sector público podemos orientar las inversiones públicas a impulsar el escalado e implantación de estas soluciones tecnológicas innovadoras.
Otro de los retos en los que la administración tiene un papel relevante es el de la formación. Es necesario adaptar y fomentar la formación a los nuevos tiempos, ver las nuevas necesidades de talento especializado. Que no tengamos que buscarlo fuera o suponga un cuello de botella para la evolución de la industria en nuestro país.
Por último, colaborar para adecuar la imagen del Agrifood tech a la realidad de los beneficios que supone para la sociedad en términos de sostenibilidad, crecimiento y mejora de la salud, y limar la posible desconfianza que pueda existir en alguna parte de la opinión pública.
R. A.- Para finalizar, ¿cuáles son los retos que tiene FATE para la segunda mitad de 2024?
R. C.- Por una parte, crecer y consolidarnos como asociación, incluyendo la internacionalización. Crecer no solo en número de asociados, sino también en diversidad, incorporando miembros de todos los segmentos de la cadena y de todas las variedades de agentes del ecosistema. En paralelo, avanzar en los grupos de trabajo para desarrollar los servicios y actividades que den valor a los socios y generar impacto real.