Dra. Nieves Palacios Gil de Antuñano
Especialista en Endocrinología y Nutrición y en Medicina de la Educación Física y el Deporte
La microbiota intestinal engloba los distintos microorganismos que viven en el tubo digestivo, principalmente bacterias, aunque también hay hongos, protozoos, arqueas y virus. Esta microbiota es única para cada individuo en términos de cantidad y calidad; su densidad varía a lo largo del tracto gastrointestinal, siendo más abundante en íleon y colon. Desde hace tiempo se sabe que la microbiota intestinal desempeña un importante papel en la salud gracias a sus múltiples funciones (tróficas, inmunológicas y metabólicas). En la actualidad se ha reavivado el interés en su estudio por el papel que juega en el desarrollo de diferentes enfermedades, entre las que destaca una patología cuyo diagnóstico es cada vez más frecuente: el SIBO, siglas de Small Intestinal Bacterial Overgrowth, es decir, un aumento del crecimiento bacteriano en el intestino delgado.
La disbiosis intestinal engloba cualquier proliferación, cambio en la composición o desaparición de la microbiota. Esta afección altera la homeostasis del organismo y puede conducir al desarrollo de distintas patologías como trastornos inflamatorios intestinales, síndrome de intestino irritable (SII), alergias y enfermedades metabólicas.
Muchas veces ante la aparición de molestias y síntomas digestivos compatibles con disbiosis resulta muy difícil saber si la alteración del microbioma intestinal es la causa de la enfermedad o la consecuencia.
Aunque se han identificado varios tipos de alteraciones del equilibrio de la microbiota intestinal: LIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino grueso), SIFO (sobrecrecimiento fúngico del intestino delgado), IMO (sobrecrecimiento metanógeno intestinal), el diagnóstico del SIBO es el que ha experimentado un gran aumento en los últimos años. El SIBO puede definirse como la presencia de bacterias específicas del colon en el intestino delgado por encima de un rango determinado. Los principales síntomas del SIBO son problemas gastrointestinales generales e inespecíficos como dolor y sensación de distensión abdominal, aumento de gases, diarrea y alteraciones del tránsito intestinal, todos ellos muy comunes en numerosas enfermedades gastrointestinales.
Se desconoce la prevalencia de SIBO entre la población general. La prueba diagnóstica de máxima fiabilidad es el aspirado y cultivo del intestino delgado. Sin embargo, debido a su naturaleza invasiva es un método poco utilizado. La prueba de medición de los niveles de hidrógeno y metano en aire espirado después de la ingestión de una solución de lactulosa o glucosa es útil para diagnosticar el sobrecrecimiento bacteriano. Dado su bajo coste y ser poco invasiva, se ha convertido en el método diagnostico más utilizado en la práctica clínica.
Esta prueba se basa en el hecho de que las bacterias en el intestino delgado pueden fermentar estos azúcares no absorbibles, produciendo gases como el hidrógeno y el metano.
Las directrices establecen que un aumento del hidrógeno de >20 ppm (partes por millón) en el aliento tras 90 min de ingestión de una determinada cantidad de glucosa o lactulosa debe considerarse un resultado positivo. Asimismo, un aumento de los niveles de metano en >10 ppm debe considerarse metano-positivo.
El tratamiento se orienta hacia la erradicación de bacterias del intestino delgado y la restauración del equilibrio de la flora intestinal. Se basa en antibióticos, suplementos específicos y dieta. Los probióticos pueden aliviar los síntomas del SIBO. Actúan mediante múltiples mecanismos, entre los que destacan el mantenimiento de la integridad del epitelio intestinal y el aumento de las citocinas antiinflamatorias entre otros. Hay que tener en cuenta que no todos los probióticos tienen la misma eficacia y deben usarse con precaución. También se utilizan enzimas digestivas y vitaminas y minerales en caso de deficiencia.
La manipulación de la dieta puede ser beneficiosa para aliviar los síntomas del SIBO. En los pacientes que lo sufren, las bacterias intestinales fermentan hidratos de carbono como la fructosa, la lactosa, los oligosacáridos y los disacáridos y monosacáridos, lo que provoca la formación de gases y los síntomas gastrointestinales ya mencionados. La dieta baja en FODMAP (Fermentable Oligosaccharides, Disaccharides, Monosaccharides, and Polyols), es decir, baja en Oligosacáridos, Disacáridos, Monosacáridos y Polioles fermentables, es la dieta más conocida utilizada para mejorar los síntomas de este trastorno, aunque muchos datos sobre su eficacia se basan en el tratamiento del síndrome del intestino irritable, que presenta un solapamiento clínico significativo con el SIBO. Esta dieta también es eficaz en las disbiosis en general y en otras enfermedades gastrointestinales debido a la similitud de la sintomatología. Son dietas muy estrictas que llegan a ser complejas y difíciles de seguir, por lo que en numerosas ocasiones se dan unas pautas dietéticas más amplias, eliminando solo determinados alimentos.
Las investigaciones futuras permitirán utilizar tratamientos que generen cambios específicos que actúen sobre la diversidad del microbiota intestinal según la disbiosis de la que se trate, y teniendo en cuenta su posible coexistencia con alguna otra enfermedad concreta; hay que recordar que no toda molestia abdominal es SIBO.