Phenix
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Desde el pasado 1 de abril de 2025, España cuenta con una legislación específica para prevenir y reducir el desperdicio alimentario. La nueva Ley 1/2025, publicada en el BOE, establece un marco común para todos los agentes de la cadena alimentaria (desde la producción hasta el consumo) con medidas como la elaboración de planes de prevención y la aplicación de una jerarquía de usos que prioriza la donación para consumo humano.
Este nuevo marco legal exige que todos los operadores del sistema alimentario integren el control de los excedentes y el desperdicio como parte de su operativa diaria. Ya no es solo una cuestión de eficiencia empresarial o esponsabilidad social, sino un imperativo regulatorio.
A ello se suma un contexto marcado por la crisis climática, la presión sobre los recursos cada vez más escasos y una creciente conciencia ciudadana hacia el uso responsable de los alimentos. Sin ir más lejos, según el Barómetro del Desperdicio Alimentario elaborado por AECOC Shopperview y Phenix, 8 de cada 10 consumidores desean conocer qué hacen los supermercados con los productos no vendidos, y un 62 % afirma que elegiría su supermercado en función de sus acciones contra el desperdicio. Esta expectativa creciente refuerza la importancia de pasar del compromiso a la acción tangible, con medidas alineadas con el nuevo marco legal.
Resulta especialmente relevante otro dato del barómetro: un 50 % de los consumidores reconoce haber consumido productos caducados para evitar tirarlos. Este comportamiento revela un esfuerzo por reducir el desperdicio, pero también una confusión preocupante: consumir alimentos con la fecha de caducidad superada supone un riesgo para la salud, mientras que los productos con fecha de consumo preferente pueden seguir siendo seguros si se conservan correctamente. La solución pasa por la sensibilización, concienciación y formación del consumidor sobre el etiquetado de los productos, y además fomentar prácticas responsables que permitan aprovechar los recursos disponibles siempre garantizando la seguridad alimentaria.
EL FOCO OLVIDADO: FRUTAS Y HORTALIZAS
Según la FAO, hasta un 14 % de los alimentos se pierde a nivel mundial entre la cosecha y la venta minorista, siendo los frescos —especialmente fruta y verdura— los más vulnerables (FAO FLW Platform). El 43 % de las frutas, verduras, raíces y tubérculos se desperdicia cada año en todo el mundo. Por su fragilidad, sensibilidad al tiempo y necesidad de conservación cuidadosa, son los productos que más fácilmente se descartan antes de llegar al consumidor. Su correcto aprovechamiento es, por tanto, un desafío prioritario para avanzar hacia un sistema alimentario más justo y eficiente
HACIA UNA GESTIÓN ESTRUCTURADA DE LOS EXCEDENTES
Entre las causas más frecuentes del desperdicio en la distribución se encuentran factores como problemas con fechas de caducidad o consumo preferente, planificación de la demanda, defectos de envase o manipulación por los consumidores, como refleja el Informe del Desperdicio Alimentario en la Industria y la Distribución en España (2024) realizado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (Ver Gráfico 1).

El desperdicio puede evitarse y reducirse mediante una mejora continua en la gestión de los excedentes. El primer paso es detectar las fuentes de desperdicio, comprendiendo dónde, cómo y por qué se genera. A partir de este diagnóstico, es fundamental formar a los equipos en buenas prácticas que les permitan actuar de forma eficaz en cada etapa. Luego, estudiar si es posible valorizar los productos no vendidos y los sobrestocks, dándoles una segunda vida a través de canales alternativos y poner en marcha procesos para que el aprovechamiento se haga de manera profesional y eficiente. Además, es muy importante intentar, en la medida de lo posible, anticipar la producción y el aprovisionamiento, ajustándolos a la demanda real para evitar la generación de excedentes desde el origen.
Desde Phenix, buscamos recuperar al máximo los productos que están cerca de su fecha de caducidad o ya no pueden venderse a su precio de venta, maximizando su recuperación y aprovechamiento. Este modelo, basado en la mejora continua, requiere auditorías, revisión sistemática de procesos y un canal de comunicación activo entre oficinas centrales, equipos de tienda y responsables de sostenibilidad.
En este escenario, el aprovechamiento estructurado de frutas no es una opción secundaria, sino un elemento clave del cumplimiento normativo y del compromiso con un sistema alimentario más responsable. Porque son, precisamente, los productos más desperdiciados y, al mismo tiempo, los más valiosos: desde el punto de vista nutricional, operativo y medioambiental.
El avance hacia una gestión más eficiente aún presenta un amplio margen de mejora a nivel sectorial. Según el Informe del Desperdicio Alimentario en la Industria y la Distribución en España, elaborado por AECOC Shopperview, el 62 % de las empresas declara contar con planes contra el desperdicio alimentario. Sin embargo, solo una parte de ellas canaliza esos excedentes hacia el consumo humano: el 83 % de las grandes empresas y el 42 % de las pymes mantiene acuerdos formales con ONGs para donar productos no comercializados. Aumentar la trazabilidad, medir mejor el volumen donado y garantizar que el 100 % de los productos aptos se aproveche sigue siendo uno de los grandes desafíos para avanzar hacia un sistema alimentario más justo y eficiente.
DONAR FRUTAS: MARCO LEGAL Y CLAVES OPERATIVAS
La legislación vigente permite y prioriza la donación de frutas y verduras frescas siempre que se garantice su aptitud para el consumo. La Ley 7/2022 establece la obligación de prevenir el desperdicio y priorizar el uso alimentario, mientras que el Real Decreto 1021/2022 aclara que frutas con defectos de forma o tamaño pueden comercializarse —y, por tanto, donarse— si cumplen los estándares de calidad.

A nivel europeo, el Reglamento Delegado (UE) 2023/2429 exime a los productos claramente etiquetados como "destinados a la donación" del cumplimiento de ciertos requisitos comerciales. Para hacerlo correctamente, será clave separar los productos que se pueden donar, conservar la cadena de frío si aplica y establecer protocolos logísticos con entidades receptoras. Donar frutas en buen estado, y aptas para el consumo, no solo es legal y seguro: es una herramienta eficaz para reducir mermas, optimizar procesos y cumplir con el nuevo marco normativo.