_{Javier Garat, secretario general de CEPESCA (Confederación Española de Pesca)}

Es difícil condensar en unas pocas palabras lo que ha sido el año recién concluido para el sector pesquero español por la cantidad de problemáticas y retos que ha tenido y tiene por delante. Durante los últimos doce meses hemos seguido afectados por la crisis sanitaria y asumiendo el shock que significó para el sector que, además de mantener su actividad como sector esencial y estratégico en España, ha de hacer frente a muchos imposibles para garantizar tanto la seguridad de sus hombres y mujeres, como la actividad y el suministro de productos y la viabilidad del negocio, más aún con los cierres y ralentizaciones de numerosos canales de comercialización. En todo caso, ha sido, y sigue siendo, una prueba de su solidez y de su capacidad de resiliencia.

A pesar de estos obstáculos, la política, y consecuentemente los políticos, han obviado nuestra voz y nuestra opinión a la hora de legislar sobre políticas pesqueras, llevados por ese mantra, fruto del desconocimiento, que nos convierte ante sus ojos en los culpables de la situación de los mares o de algunas especies marinas.

Muestra de ello pueden ser la situación del Mediterráneo o el Pacto Verde Europeo y la estrategia de biodiversidad, o el afán desmedido por la creación de áreas marinas protegidas, que esconden en realidad la falta de coherencia política y, en algunos casos, de capacidad para definir políticas eficaces que permitan convivir a los objetivos de sostenibilidad con la actividad pesquera, esencial para asegurar una dieta equilibrada a los ciudadanos. Ello ha provocado que, entre los hombres y las mujeres del mar, en 2021 el euroescepticismo haya vuelto a sumar enteros, ya que sentimos que entre la política y la realidad de nuestra actividad cada vez hay una mayor distancia.

Un buen ejemplo, como apuntaba anteriormente, y que creo que puede ilustrar sobre el año pesquero, es el Mediterráneo. En el último Consejo de Ministros de Pesca de la UE se aprobó reducir en un 6% adicional los días de pesca para la flota de arrastre, imponer límites a la captura de gamba roja y establecer un límite de días para el palangre de fondo.

Y todo ello, sin tener en cuenta que el sector, durante los dos últimos años, ya lleva reducidos un 20% sus días de pesca, a los que se suman los más de 13.800 días no utilizados como consecuencia de la COVID, u otras medidas ya adoptadas como las vedas permanentes para proteger a los juveniles o el esfuerzo científico en las campañas piloto de selectividad, acciones todas ellas sobre las que aún se desconoce qué impacto han tenido en las poblaciones, ya que todavía no se disponen de informes científicos. Realmente, con estas decisiones es difícil avanzar, pero lo es aún más con actitudes que se cierran al diálogo y al consenso.

Cerramos un año más alejándonos de los políticos, pero habiéndonos acercado a la sociedad que consume nuestros productos y a los profesionales, ya sean chefs o restauradores, que sí saben reconocer nuestro esfuerzo, sacrificio y trabajo para asegurar productos de excelente calidad y sostenibles, tanto desde el punto de vista social, como económico y biológico.

También acabamos el año con un sector más unido que sabe reconocerse a sí mismo, independientemente de su arte o lugar de pesca, y orgulloso de su capacidad creativa, de innovar y de buscar soluciones ante problemas que pueden parecer irresolubles.

Y creo que estos hechos son una excelente noticia para este sector y quizás no tan buena para aquellos que, desde sus despachos y muy alejados de la realidad, pretenden seguir dictando las normas.