^{Fernando Ferrando}

^{Presidente de la Fundación Renovables}

La movilidad sostenible se ha convertido en uno de los temas clave de la lucha contra el cambio climático. Todas las administraciones y partidos políticos agregan sus propuestas y, en mayor o menor medida, se presentan convencidos a avanzar hacia la descarbonización del transporte. Sin embargo, las palabras y campañas políticas siguen chocando de lleno con la realidad de un sector que sigue profundamente atado a los combustibles fósiles.

Si bien, hay puntos donde se vislumbran leves avances hacia la electrificación, como el lento despliegue del coche eléctrico, hay otros segmentos, como el ferrocarril, donde la sensación de abandono sigue predominando. Hasta la fecha, el mayor empeño de las actuaciones políticas ha ido dirigido a fortalecer la red centralizada de alta velocidad, obviando su electrificación y la creación de nuevas conexiones modales intermedias, y olvidando que el tren puede ser una herramienta útil para sacar camiones y furgonetas de nuestras carreteras.

El transporte de mercancías es, sin lugar a duda, el talón de Aquiles de nuestra transición a una movilidad sostenible. En España, el 95 % de las mercancías terrestres se mueven por carretera, mientras que el tren sólo alberga una tasa del 4 %, según los datos de 2022 del Observatorio del Transporte y la Logística de España. Un porcentaje tan bajo como inamovible, pues es prácticamente el mismo que se registraba a principios de siglo.

Si se compara con otros países del entorno europeo, vemos que España no está a la vanguardia sino todo lo contrario. En Portugal la tasa de transporte de mercancías por ferrocarril es del 14 %; en Suiza, ese porcentaje llega al 44 %; y en Alemania al 19 %, según los últimos datos del Eurostat. Sólo Grecia (3 %) e Irlanda (0,8 %) tienen peores datos. La media europea de transporte de mercancías por tren es del 17 %.

Por lo que se refiere a los objetivos para el transporte de mercancías, se podría decir abiertamente que España no tiene ambición para fomentar el cambio necesario. Mientras Europa plantea alcanzar una tasa del 30 % en favor del ferrocarril para 2030, el Gobierno español fijó una meta del 10 % en su estrategia ‘Mercancías 30’. Si queremos acercarnos a la realidad europea, deberíamos elevar ese objetivo, al menos, hasta el 20 % y empezar a reformar el sistema ferroviario.

Sacar las mercancías de las carreteras para llevarlas a las vías debería ser una de las obsesiones de una Administración que pretende liderar la lucha contra el cambio climático a escala europea. El transporte es responsable del 32 % de las emisiones de CO₂ de Europa. De este porcentaje, el 72 % de las emisiones provienen de las carreteras, mientras que el ferrocarril genera tan solo el 0,4 %. Unos datos que hablan por sí mismos y que deberían servir para impulsar reformas esperanzadoras.

Hay ya, no en vano, algunas iniciativas que marcan el camino a seguir. Este mes de julio, sin ir más lejos, España ha inaugurado una conexión que permitirá llevar sin pisar la carretera, desde el Puerto de València a Madrid, las mercancías que lleguen en barco. Esta autopista marítimo-ferroviaria sacará de las autopistas más de 300 camiones a la semana y reducirá un 74 % las emisiones de las empresas de transporte que operaban en esta conexión y es un ejemplo de la necesaria mejorar de conexión intermodal que el sector demanda.

Este proyecto nos permite ver el poder logístico y vertebrador del ferrocarril. Es solo un argumento más para conseguir que el uso del tren para transportar mercancías deje de ser una anécdota en España y pase a ser una realidad cotidiana de nuestra economía.