Elena Ruíz Terrón
Agricultora y Vicepresidenta de la Asociación Española de Tropicales
A finales de julio, Elena Ruiz Terrón, propietaria de tercera generación de una de las fincas pioneras en el cultivo de tropicales en España, hizo historia en la Asociación Española de Tropicales (AET) al convertirse en la primera mujer en asumir la vicepresidencia de esta organización sectorial que representa a los productores de aguacate y mango español y cuenta con casi medio millar de asociados procedentes de toda la geografía nacional, desde Andalucía hasta Canarias o Valencia.
Elena ha entrado en la nueva Junta Directiva de la Asociación junto con José María López González, quien releva a Álvaro Palacios en la presidencia. Ambos son productores que viven el día a día del agro tropical y conocen muy bien los retos a los que se enfrenta el sector: contar con infraestructuras adecuadas que permitan disponer a los productores andaluces (y especialmente malagueños y granadinos) de los necesarios recursos hídricos que garanticen el futuro del campo tropical; apoyo institucional; valoración de la calidad del producto nacional frente a la competencia de terceros países con normativas agrarias más laxas; lucha por precios justos y una cadena de valor que no siga penalizando a las familias que ponen los recursos y el esfuerzo para producir unas frutas con un alto valor añadido.
Ruiz Terrón asegura que ser vicepresidenta “es todo un orgullo, y además por partida doble, puesto que mi abuelo fue uno de los fundadores de la AET. También es un reto y produce cierto miedo, como cuando te presentas a un examen, pero son más grandes las ganas de contribuir a que las fincas sigan adelante, y también es una forma de tener más presente a mi abuelo, que para mí fue como mi padre”.
Fue su abuelo quien fundó la finca de mangos que hoy dirige Elena: casi 7 hectáreas de árboles de la variedad Osteen, “la más resistente a plagas, frío...”, y también algunos de la variedad Keitt. Son árboles que tienen unos 25-30 años. “Mi abuelo fue probando, primero puso aguacate, luego calabacín, y al final se decidió por los mangos”.
“Yo he pasado aquí mi infancia, y más tarde, en cuanto podía regresaba aquí para poder disfrutar del campo —continúa—: “Mi hijo, que es pequeño, también es feliz cuando está aquí. Para nosotros es un desahogo. Así que decidimos apostar por la finca. Buscamos bancos y nos concedieron una hipoteca que estamos pagando aún. El principal reto que tenemos ahora es pagar esta hipoteca, porque excepto el agua, que ha bajado, el resto de gastos han subido: abonos, gasolina, salarios, impuestos…. Todo. En cambio, el precio cuando vienen a comprarme los mangos no ha subido, al contrario, ha bajado”.
“Lo dejé todo para hacerme cargo de la finca familiar, y mi marido también, y afrontamos el reto con muchísimas ganas y esfuerzo, pero este encarecimiento de los gastos resulta muy desmotivante. Necesitamos que nuestro esfuerzo sea reconocido con precios justos”, asegura Ruiz Terrón.
A esto se suma otra problemática que mencionábamos al inicio: “Sabemos que nuestra fruta es sinónimo de calidad, que no tiene nada que ver con respecto a la que llega desde otros orígenes, con normativas que no exigen todo lo que se nos pide a nosotros y, por tanto, con muchas menos garantías. El consumidor debe saberlo y es necesario trabajar en este sentido”, reclama la agricultora.
“La variedad Osteen se cosecha a finales de agosto, primeros de septiembre. Así que, si te comes un mango en julio, no es de la Axarquía. Debemos informar a los consumidores para que sepan cuándo es la temporada de cada fruta y que, cuando la están tomando en otro momento, están tomando fruta de fuera, con otras normativas, otras exigencias. Por ejemplo, mi finca tiene el certificado ecológico de CAAE, así que tenemos unas restricciones brutales respecto a los productos químicos que podemos aplicar. Si estás comiendo fruta de Marruecos, Brasil, Perú, etc., sí echan esos productos químicos, y encima la pagas cara y encima no está sabrosa porque lleva un mes en una cámara frigorífica… Es muy frustrante”.
Además, Elena Ruiz Terrón explica que “también se están dando situaciones de recogida de los mangos antes de que estén en su punto, por motivos como evitar que venga el terral y con ese viento se caigan los frutos y se estropeen. Esto hace que las corridas estén llenas de fruta antes de que sea la temporada, y por eso los corredores no vienen a ver tu finca. El mango es un caramelo, es súper dulce, pero esos mangos recogidos antes de tiempo no lo son, porque no tienen los grados Brix suficientes. No están realmente buenos, y cuando la gente va a la frutería, no les gustan. Cuando llega la temporada real, no los quieren y no los compran, y entonces a los agricultores tampoco nos los compran con precios dignos”.
La nueva vicepresidenta de la AET señala también que los productores del tropical español se enfrentan a la paradoja de que “mientras los consumidores españoles se están comiendo mangos de otros países o que no están en su punto, los mangos de aquí, de mejor calidad, se suelen destinar a la exportación, sobre todo a países de Europa: Francia, Alemania, Bélgica, Suiza…”.
Vivir toda esta problemática ha llevado a Elena a querer darlo todo en esta nueva etapa de la AET: “Mi prioridad es ser útil a mis compañeros y pelear por nuestros productos y nuestro futuro. Desde la Asociación estamos celebrando reuniones para ver qué medidas podemos adoptar, de cara ya a la siguiente cosecha, el año que viene”.
Así lo indicaba el nuevo presidente, José María López González, al acceder al cargo: “Nuestro equipo va a estar al pie del campo tropical, escuchando las necesidades de nuestros compañeros y reclamando todos los recursos que necesitamos ante las administraciones para garantizar nuestro futuro y el de nuestros hijos. Desde la AET queremos ser parte activa de las soluciones. Por eso, venimos a tender puentes con instituciones, universidades, asociaciones y todos los agentes implicados. Apostamos por la innovación, la sostenibilidad, la digitalización y el uso responsable y eficiente de nuestros recursos. Reclamamos inversiones reales en infraestructuras hídricas sostenibles. Pedimos un control fitosanitario más eficaz frente a nuevas plagas. Solicitamos agilidad en la tramitación de ayudas y subvenciones; y exigimos tener voz y presencia en las mesas de diálogo donde se define el futuro agrícola”.
A pesar de todo, la vicepresidenta sigue pensando que “vivir en el campo, rodeados de naturaleza, esmaravilloso. Pero es verdad que tienes la incertidumbre de que los resultados no dependen solo de ti, sino del clima, el sol, la lluvia, el viento…, y también de la administración, que cada vez nos pone más trabas e impuestos. Este año ha llovido algo y piensas que la finca está resurgiendo, pero luego te llega el impuesto de sociedades o de autónomos y no terminas de sacar cabeza. Por eso, lo que pedimos a la Administración es que luche por las empresas, porque es la pescadilla que se muerde la cola: si la empresa va bien, puedo contratar a más gente y generar empleo, y así crecemos todos. En cambio, si la gente se queda en casa y no trabaja, luego consume menos. Está todo unido. Pedimos que luchen por todas las fincas, grandes, medianas y pequeñas, pero sobre todo por las pequeñas, que al final tienen más trabas”.
“Esperamos lograr avances para que lleguen al consumidor productos con calidad y precios justos para los agricultores” —defiende—. “Al final, los productores somos los que levantamos el país, como se vio durante la pandemia, o ahora, que se han visto muchos tractores haciendo cortafuegos para ayudar en los incendios. Todo lo que comemos viene de la tierra, de alguien que se ha agachado a cultivarlo, cuidarlo, recogerlo, etc. para que pueda estar en el supermercado. Por tanto, lo que reivindicamos es que hay que cuidar más de los agricultores y ganaderos. Somos lo que comemos, y si comemos calidad tendremos salud, tanto física como mental”.
Respecto a la presencia de las mujeres en el sector agroalimentario, Terrón Ruiz señala que “es un sector que tradicionalmente lo llevaban los hombres, pero las cosas están cambiando y las mujeres estamos igual de presentes. En mi caso, llevo la finca y no me he encontrado con trabas por ser mujer; he contratado a mujeres para que nos ayudaran en tareas como la fumigación o la recolección; y la finca vecina a la nuestra la cuida una mujer sola que se encarga de vender, tiene su propia página web… Lo que sí es cierto es que es difícil encontrar gente con ganas de trabajar en el campo, porque es un trabajo duro, no es un trabajo de oficina”, añade.