Miguel Flavián
Fundador de GM&Co y presidente del grupo de trabajo sobre el Canal Retail de Food for Life-Spain
La soberanía alimentaria es una cuestión a la que no se le suele prestar mucha atención por parte del público en general, y de la que solamente se habla cuando hay problemas. En cuanto se habla del tema, salen a relucir los recuerdos de la época del “home front”, durante la segunda guerra mundial, en la que un Reino Unido aislado por culpa de los submarinos alemanes no podía importar alimentos, y tampoco era fácil producirlos porque una parte de los hombres estaban en el frente. El gobierno ideó la campaña “Dig for Victory”, para convencer a todos los hogares de cultivar sus jardines y plantar tubérculos, hortalizas y verduras, adaptar las recetas a lo que se tenía disponible y, en el fondo, resistir.
La mitad de lo que se consume en el país proviene de las importaciones, dado que somos una isla, y en una zona poco templada del planeta. El país es un gran productor de carne y leche, tiene muchos recursos pesqueros, pero es deficitario en verduras y fundamentalmente en frutas para el consumo de personas.
En las revistas especializadas del sector alimentario o del gran consumo sí que se percibe algo más de atención. En ellas se habla de los problemas que tienen sectores tan importantes como el porcino, o que los agricultores cierran explotaciones porque no son rentables. Y también se aprecia en los lineales de los supermercados, donde, por ejemplo, la dependencia de la comida del exterior hace que los lineales se vacíen cuando hay problemas de producción en otros países, cuando las cadenas de suministro se cortan o, sencillamente, cuando la estrategia de los grandes supermercados es centrarse en buscar productos baratos y los proveedores no quieren trabajar con ellos. Finalmente, tenemos que considerar el efecto del cambio climático, que altera los patrones del tiempo atmosférico, y un año tenemos una mala cosecha de tubérculos, otro afecta severamente a la de cereales, porque llueve cuando no era habitual, o hace un calor excesivo para el desarrollo de las plantas.
El gobierno anterior pagó a un experto la preparación de un análisis de la situación con unas recomendaciones de actuación, pero el informe quedó abandonado en un cajón. A cambio, puso en marcha alguna iniciativa más bien anecdótica y tratando de llenar titulares que de llenar despensas. El documento, llamado National Food Strategy, cubría toda la cadena de suministro, desde el origen hasta el consumidor final. Por ejemplo:
· Aboga por una mayor incidencia en una alimentación saludable y respetuosa con el medio ambiente, proponiendo la puesta en marcha de programas de educación para la ciudadanía, acciones en escuelas, incentivos para el consumo de alimentos saludables, etc., y naturalmente promover el cultivo de estos alimentos saludables.
· También analiza el impacto del cambio climático en el país, y el efecto en las explotaciones agropecuarias.
· Propone una mayor intervención del estado, cargando con impuestos los alimentos altos en azúcar y grasas, y dando más ayudas a los agricultores que preservan el medio ambiente.
· Y, finalmente, propone la creación de un centro de datos para recoger y procesar datos sobre la producción de alimentos, exportaciones e importaciones, salud de la población, consumo, etc., y así establecer mejor las relaciones causa efecto entre las distintas intervenciones o situaciones del mercado.
Producir más alimentos en UK, y además respetando el compromiso de ser una economía neutra climáticamente en el 2050, es un reto enorme. El nuevo gobierno todavía tiene que pronunciarse, pero parece que va a tomar el informe anterior algo más en serio.
Y mientras esperamos a ver qué dirección toma el gobierno, un lobby, Policy Exchange, acaba de publicar un informe sobre la cuestión, con más recomendaciones, pero esta vez son más bien de organización interna del gobierno. Me han parecido muy interesantes:
· Primero, construir una visión política clara a largo plazo para todo el sistema alimentario. Esto conseguiría reducir la incertidumbre y dar confianza a los inversores para apoyar al sector. Hemos pasado por casos de leyes aprobadas que se debían aplicar en un cierto periodo, pero cuando llegaba el momento de su entrada en
vigor, el gobierno daba marcha atrás.
· Reflejar esta visión en una Estrategia Nacional de Seguridad Alimentaria.
· Conseguir una mejor coordinación con otras áreas del gobierno. Por ejemplo, conseguir que la futura estrategia industrial tenga en cuenta a los fabricantes de alimentos. No es algo de lo que se hable mucho, pero al igual que en España, el sector agroalimentario es la primera industria del país. Genera casi el 20 % de toda la producción industrial y da trabajo a casi
500.000 personas.
· Dotar al UK Infrastructure Bank de programas específicos para financiar la innovación en el sector. Igualmente, que la UK Research and Innovation también tenga programas específicos para este mismo objetivo.
· Por último, proponen al propio gobierno cómo organizarse, creando comisiones interministeriales, etc., que permitan dotar a esta estrategia de la importancia que merece y la protejan de los cambios al frente de los ministerios e incluso de gobierno.
Otro reto importante para alcanzar una mayor producción de alimentos es el de la mano de obra. Como el resto de sectores, el de la producción de alimentos se ha visto afectado por la falta de personal. La nueva política de inmigración hace muy difícil la entrada de personas en el país para trabajar en el campo y en la industria alimentaria, y los trabajadores locales no están muy predispuestos. El sector tiene que invertir más en nuevas tecnologías que permitan una mayor automatización de los trabajos, pero es un camino complejo y largo, que requiere de grandes inversiones en muchos casos.
No hay nada resuelto y la situación es compleja. El gobierno tiene que tomar una dirección, y para apoyar al sector agroalimentario va a tener que tratar cuestiones medioambientales, económicas y migratorias, entre otras. ¡Mucho trabajo!