La agricultura celular (la producción de carne a partir de células cultivadas en biorreactores en lugar de recolectadas de animales de granja) está alcanzando avances tecnológicos que le permitirán ser una opción más viable para la industria alimentaria. Uno de esos saltos se ha dado ahora en el Centro de Agricultura Celular de la Universidad de Tufts (TUCCA), dirigido por David Kaplan, profesor de ingeniería de la familia Stern, en el que los investigadores han creado células musculares bovinas que producen sus propios factores de crecimiento, un paso adelante que puede reducir significativamente los costos de producción.
Los factores de crecimiento, se utilicen en experimentos de laboratorio o en carne cultivada, se unen a receptores en la superficie celular y proporcionan una señal para que las células crezcan y se diferencien en células maduras de diferentes tipos. En este estudio publicado en la revista Cell Reports Sustainability, los investigadores modificaron células madre para producir su propio factor de crecimiento de fibroblastos (FGF), que desencadena el crecimiento de células del músculo esquelético, del tipo que se encuentra en un filete o una hamburguesa.
Andrew Stout, quien en ese momento era el investigador principal del proyecto y ahora es director científico del Laboratorio de Comercialización de Agricultura Celular de Tufts, señala: “El FGF no es exactamente un nutriente. Es más como una instrucción para que las células se comporten de cierta manera. Lo que hicimos fue diseñar células madre de músculo bovino para producir estos factores de crecimiento y activar las propias vías de señalización”.
Hasta ahora, los factores de crecimiento debían añadirse al líquido o medio circundante. Se elaboran a partir de proteínas recombinantes y suponen hasta el 90 % del costo de producción de la carne cultivada. Además, dado que no duran mucho en los medios de cultivo celular, deben reponerse cada pocos días. Todo esto limita la capacidad de ofrecer un producto asequible a los consumidores.
“Aunque reducimos significativamente el costo de los medios, aún podemos optimizarlos para que estén listos para la industria. Observamos un crecimiento más lento con las células diseñadas, pero creo que podemos superarlo”, añade Stout.
Las estrategias pueden incluir cambiar el nivel y el momento de expresión de FGF en la célula o alterar otras vías de crecimiento celular. “En esta estrategia, no agregamos genes extraños a la célula, simplemente editamos y expresamos genes que ya están allí” para ver si pueden mejorar el crecimiento de las células musculares para la producción de carne. Ese enfoque también podría conducir a una aprobación regulatoria más simple del producto alimenticio final, ya que la regulación es más estricta para la adición de genes extraños que para la edición de genes nativos.
Por lo que se refiere a otros tipos de carne, como pollo, cerdo o pescado, Stout cree que esta estrategia puede funcionar también.