Cristina Soler Rivas
Profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid y responsable del proyecto Algarikon
En 2016, el Mar Menor fue portada de muchos periódicos nacionales e internacionales porque se transformó en una gran ´sopa verde´ y despertó la irritación de muchos veraneantes y vecinos de la laguna. Este suceso fue el síntoma más llamativo de algo que los científicos venían indicando desde hace décadas: que el Mar Menor estaba sufriendo eutrofización por causas antropogénicas. La turbidez verde redujo la luz en el fondo del mar provocando la muerte de muchos organismos fotosintéticos y con ello la reducción de todas las poblaciones de peces, caballitos de mar y demás animales que dependían de ellos. Además, en 2019 se produjeron varios eventos de lluvias torrenciales que drenaron a la laguna toneladas de sedimentos de los campos agrícolas cercanos incluyendo toneladas de fertilizantes que promovieron el crecimiento de algas invasoras filamentosas y mucilaginosas provenientes de esas aguas dulces, que cubrieron las algas endémicas asfixiándolas. Las algas muertas se acumularon en el fondo promoviendo la formación de lodos anaeróbicos que en algunas zonas provocaron anoxia y episodios de muerte de muchos peces que también terminaron acumulándose en las orillas.
Afortunadamente, la administración regional reaccionó y, con la ayuda de la Unión Europea, puso en marcha un programa de emergencia para impedir las acumulaciones de algas del mar. Al principio, se retiraron unas 26.000 toneladas en 2022, después, en los últimos años se recogen menos por la falta de precipitaciones, pero se siguen recogiendo a mano entre 6.000 y 8.000 toneladas y se llevan a plantas de reciclaje, donde se van acumulando sin prácticamente ninguna otra aplicación posterior.
En el verano de 2021 se realizaron unos primeros experimentos preliminares tomando una muestra de estas algas que se acumulaban en las orillas del Mar Menor y los resultados resultaron tan prometedores que se escribió una propuesta de investigación, que fue enviada y posteriormente financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación y por la Unión Europea como parte del Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia. El proyecto se llamó Algarikon y está dividido en tres subproyectos (TED2021-129591B-C31, TED2021-129591A-C32,TED2021-129591B-C33) porque hay varios institutos de investigación involucrados. La Universidad Autónoma de Madrid, con tres grupos participantes (la Sección Departamental de Ciencias de la Alimentación, el Departamento de Geología y Geoquímica y el Departamento de Química Agrícola y Bromatología), el Centro Tecnológico de Investigación del champiñón (CTICH) de La Rioja, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) de Madrid, y el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA) de Murcia y varias empresas murcianas.
El objetivo del proyecto es el de valorizar las algas acumuladas en las orillas del Mar Menor siguiendo un método secuencial, de forma que los residuos generados en el primer paso se usen como materia prima para el segundo y así sucesivamente, promoviendo una economía circular de la que se puedan obtener varios productos útiles. Para ello, las algas primero se probarían como sustrato para cultivar setas comestibles. Los residuos de algas, antes y después del crecimiento de los hongos, se someterían a extracciones para obtener compuestos con aplicaciones alimentarias, utilizando tecnologías respetuosas con el medio ambiente. Posteriormente, se probarían como bioestimuladores y biofertilizantes de plantas y enmiendas orgánicas para suelos contaminados.
También se investigaría su potencial como sustrato de plantas en invernaderos, usando lechugas como modelo y finalmente, se realizarían pruebas para conseguir su transformación en metano, mediante digestión anaeróbica calculando su eficiencia energética.
CULTIVO DE VARIAS ESPECIES DE HONGOS Y OBTENCIÓN DE COMPUESTOS DE INTERÉS
Ahora tras casi año y medio de investigaciones se ha demostrado que se pueden cultivar varias especies de hongos (setas) comerciales usando estos residuos de algas del Mar Menor preparándolas según una fórmula que se ha patentado.
En el caso del cultivo del champiñón, este nuevo sustrato aumenta incluso su productividad (comparado con el compost comercial que actualmente se usa), con lo cual los cultivadores de champiñones y setas de la Rioja están muy interesados, ya que actualmente, debido al aumento del precio de la paja por las guerras y la sequía, les ha disminuido tanto su beneficio que han entrado en problemas económicos importantes. Además, se comprobó que las setas obtenidas no absorbían ni los nitratos, ni los fosfatos, ni otros más de 600 compuestos agrícolas que se utilizan de forma habitual en la agricultura intensiva como fertilizantes y que llegan al Mar Menor fomentando su eutrofización. Del sustrato post-cultivo se pueden obtener ´texturizantes´, que son polisacáridos que provienen tanto del alga como del micelio del hongo que ha crecido en el residuo como los beta-glucanos, también se pueden extraer proteínas y sobre todo enzimas fúngicas que se usan en la industria de los alimentos y en otros sectores como las celulasas, xilanasas, proteasas, etc. También saborizantes que se utilizan como sustitutos de la sal para diseñar alimentos sabrosos para gente con problemas de hipertensión, contienen compuestos que participan del sabor umami. Otro resultado sorprendente que se ha obtenido es que las algas del Mar Menor sirven como sustrato para cultivar lechugas ya que, dependiendo del porcentaje al que se mezclen con fibra de coco (el sustrato habitual cuando se cultivan en invernadero), se estimula su crecimiento, su tamaño se duplica y son de mejor calidad, tal vez por compuestos bioestimulantes que se han conseguido concentrar en forma de extractos.
Además de lo indicado, también se ha demostrado que se puede generar metano, de una forma económicamente muy ventajosa para zonas áridas donde el agua dulce es escasa y cara. Durante la ejecución del proyecto, se recogieron lodos anaeróbicos del fondo del Mar Menor y se utilizaron como inóculo para realizar la digestión anaeróbica de las algas; los microorganismos presentes en estos lodos pudieron generar metano, pero usando agua del mar en vez de agua dulce.
Los resultados son tan prometedores que se pretende que sean transferidos a la sociedad y para ello, tras varias conversaciones con las autoridades que se encargan de la gestión del Mar Menor y el apoyo de la Universidad Autónoma de Madrid, se ha creado una empresa de base de conocimiento (EBC) llamada Algarikon Mar Menor S.L. para poder realizar pruebas de concepto con grandes cantidades de algas para calcular, con números reales, su posible rentabilidad económica. Además, se pretende extender el proyecto para que pueda ser útil también en otras zonas del Mediterráneo, ya que el problema de las algas acumuladas en las playas se está convirtiendo en un problema global por el cambio climático.