Carmen González Sotelo es licenciada por la Universidad de Navarra y doctora en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela. En la actualidad es Profesora de Investigación y trabaja en el grupo Bioquímica de Alimentos en el Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC), ubicado en Vigo (Pontevedra). Es autora de más de 100 artículos de investigación publicados en revistas de alto impacto incluidas en la base de datos Science citation index (SCI) y de tres patentes para la identificación de especies en conservas de productos marinos. Ha participado en más 15 proyectos de investigación de ámbito nacional y autonómico y en 11 proyectos de la UE. En el ámbito de la gestión, ha sido directora (2011-2015) del IIM, instituto del que también fue vicedirectora, y actualmente es delegada institucional del CSIC en Galicia y Directora del Instituto de Investigaciones Marinas.
Su interés por la biología viene ya desde la infancia, transmitido en buena parte por sus padres: “Desde niña me gustaba la naturaleza, quizás porque mi madre, que nació en un pequeño pueblo de la Limia en Ourense, era una apasionada del entorno en el que vivió sus primeros años. En casa de mis padres se respiraba ese respeto y amor por la naturaleza, los animales, las plantas, y quizás esto me llevo a querer saber algo más de ellos y ser aficionada a la observación de todo tipo de organismos vivos. De hecho, cuando era niña, mis padres me regalaron un microscopio de juguete, y lo recuerdo como uno de mejores regalos que me hicieron durante esa época. Empezó a gustarme la biología y el funcionamiento de los seres vivos a nivel molecular. Estudié Biología y mi especialización durante la licenciatura me llevó en primer lugar a la Microbiología. Pude investigar en un hospital la resistencia a antibióticos de cepas de bacterias aisladas de pacientes que resultaban especialmente resistentes a los antibióticos. Este trabajo me permitió presentar mi tesina de licenciatura y me ofreció la oportunidad de conocer el ámbito de la investigación, por lo que de alguna manera determinó que intentará empezar una carrera investigadora”.
En el siguiente paso intervino un poco el azar, nos cuenta, y gracias a él encontró la posibilidad de empezar una tesis doctoral en el Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC, gracias a la financiación que le concedió el ministerio de Educación durante cuatro años. “Allí, en el departamento de Tecnología de Alimentos y bajo la dirección del Doctor José Manuel Gallardo, comencé a trabajar en una línea de investigación cuyo objetivo era determinar qué cambios químicos y bioquímicos ocurrían en los alimentos congelados, en el pescado, y cómo se podía mejorar su calidad y su vida útil”, añade.
Para Carmen, la carrera investigadora “tiene muchos componentes gratificantes, que compensan con creces los que no lo son. En primer lugar, el poder estar aprendiendo todos los días cosas nuevas, esa motivación constante por sorprenderte o interesarte es algo que te ayuda a dar un paso más hacia un mejor conocimiento de tu objeto de investigación. En segundo lugar, haber tenido la oportunidad de trabajar fuera de España, poder colaborar a través de proyectos de investigación internacionales con numerosos colegas, compartiendo con ellos estrategias y soluciones para afrontar retos comunes de investigación, y poder colaborar en el día a día en mi laboratorio e instituto con personas muy competentes, tanto a nivel científico, como técnico y personal…; en definitiva, conocer a todas esas personas me ha hecho crecer interiormente. En la actualidad la ciencia no se concibe sin colaboraciones, sin multidisciplinariedad, sin trabajo en equipo. Son precisamente los intercambios de ideas, de conocimientos y de realidades, los que propician un mayor avance científico”.
El principal tema de trabajo de Carmen González Sotelo es la aplicación de técnicas genéticas, análisis de ADN, al control de la autenticidad en productos de la pesca y acuicultura; de hecho, su grupo de investigación es uno de los pioneros en este campo, ya que comenzaron a investigarlo en los años 90, al principio como un planteamiento colateral en una línea de trabajo centrada en la optimización de procesos de esterilización de conservas de atún.
“La existencia de una normativa de etiquetado en conservas de atún, en el que la materia prima (especie de túnido) determinaba el nombre comercial (etiqueta) y también el precio del producto, no venía acompañada de una metodología analítica que permitiera el control de la veracidad de las etiquetas y, por lo tanto, no era posible detectar el posible fraude” —explica Carmen—.
“En esa década, el control de autenticidad se llevaba a cabo mediante el análisis del perfil de las proteínas: se extraían a partir del producto, pero sólo era posible en aquellos no sometidos a tratamiento térmico con calor: refrigerados, congelados o ahumados (estos últimos, con un tratamiento térmico muy suave). Por lo tanto, en el caso de las conservas de pescado, con un tratamiento de esterilización, esta técnica no se podía utilizar para el control de autenticidad en el producto final”.
Y continúa detallando cómo han evolucionado estas técnicas: “En esos años tuvimos un proyecto de colaboración internacional con UK, en el que investigamos si era posible obtener perfiles específicos de proteínas a partir de conservas, usando un método químico que nos permitía extraer e hidrolizar las proteínas de manera específica. El método, muy laborioso, permitía la diferenciación de especies muy alejadas genéticamente, pero no permitía identificar las pertenecientes a la misma familia, como era el caso de los atunes. Por ello, comenzamos a investigar las posibilidades que empezaba a ofrecer el análisis genético, el ADN, y seguimos la colaboración con UK e incorporamos otros países de la UE a través de proyectos europeos en los que abordamos la obtención de secuencias de ADN de referencia, que nos permitieran luego identificar las especies que estaban presentes en el mercado europeo. Empezamos utilizando secuenciación Sanger manualmente, luego pasamos a secuenciadores automáticos en geles y en capilares. El esfuerzo mereció la pena y estos métodos se están utilizando a día de hoy de manera rutinaria no solo en Europa sino en otros países”.
Para la investigadora del IIM-CSIC, “garantizar la autenticidad es fundamental para preservar el derecho de los consumidores a comprar aquello que está indicado en la etiqueta; para evitar ganancias económicas, si se trata de sustitución de especies con valor comercial alto por otras más baratas; y para evitar la introducción en el mercado de especies provenientes de la Pesca ilegal, no regulada y no reglamentada, o de especies que puedan representar una amenaza ambiental o sanitaria”.
Respecto a la situación existente en este momento, González Sotelo señala que “los estudios indican que el nivel de fraude en la sustitución de especies en los productos del mar ha disminuido significativamente, debido precisamente a las herramientas analíticas de las que disponemos en la actualidad y a la disminución del coste de estas. Sin embargo, hay otras áreas en las que el fraude es elevado, por ejemplo, en el origen geográfico, en la diferenciación de especies salvaje y de acuicultura o la adición de sustancias que pueden modificar el aspecto externo de los productos”.
En este sentido, apunta que en la actualidad están llevando a cabo un proyecto del Plan Nacional en colaboración con AZTI en el que están desarrollando métodos rápidos para diferenciar el origen geográfico de los mejillones y el pulpo, y para diferenciar el rodaballo salvaje del de acuicultura (www.seafood-id.es).
“Asimismo, en el proyecto SEATRACES (www.seatraces.eu) que acabamos de finalizar, desarrollamos métodos adecuados para diferenciar el origen de mejillones (Mytilus galloprovincialis) cultivados en el Atlántico (Galicia), de los del mar Mediterráneo y de los del Pacífico. Por otro lado, desarrollamos una plataforma web con la que se pretende dar apoyo a las autoridades de control europeas (FISH-FIT) con un repositorio de métodos, material y secuencias de referencia (https://www.fish-fit.org/)”, menciona.
En cuanto a su otra gran línea de investigación, centrada en el aprovechamiento de subproductos, detalla que comenzó en su grupo hace 15 años y en ella están desarrollando aplicaciones para el colágeno extraído de distintos subproductos de piel de pescado, tanto de especies salvajes, como de acuicultura. “El colágeno marino y su hidrolizado tiene diversas aplicaciones, la más común y conocida es la cosmética, pero también se ha investigado sus aplicaciones para la fabricación de biomateriales biomédicos, la incorporación en preparados de alimentación o en suplementos nutracéuticos” — describe la científica—. “Acabamos de iniciar un proyecto, Waste2Taste, en colaboración con varios países de la UE en el que abordaremos métodos de extracción de colágeno a partir de residuos pesqueros utilizando procedimientos de bajo impacto medioambiental” Para finalizar, abordamos la cuestión de la presencia de las mujeres en el ámbito de la investigación.
Para Carmen González Sotelo, “las mujeres adquieren cada vez mayor relevancia en las distintas disciplinas de la ciencia. Es verdad que la velocidad es mayor en algunas áreas que en otras. Creo que la razón estriba en el grado de exigencia personal que existen en algunas líneas de investigación. Por ejemplo, la necesidad de realizar trabajos de campo por periodos largos de tiempo dificulta que las mujeres con familia puedan llevarlas a cabo fácilmente. Sobre todo, en algunos casos, familias monoparentales o en las que los dos miembros de la familia tienen trabajos similares y con este tipo de exigencias”.
Y resalta que, en la actualidad, “con las políticas de igualdad de género que existen en la mayoría de las instituciones españolas, se aprecia un cambio significativo en la presencia de mujeres en los órganos de dirección y otras estructuras de gestión. Por ejemplo, en el CSIC llevamos más de siete años con mujeres en la Presidencia y en los principales cargos de la institución”.