Ana María Romero: "El Sector Agroalimentario del día después de la Pandemia"
Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO)
28 de noviembre, 2021
El consumidor reconoce al aceite de oliva como un producto más sano y tradicional y deberíamos aprovecharlo para potenciar su consumo entre hosteleros
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Ana María Romero
Presidenta de la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO)
Nuestra generación ha vivido algo nuevo y a la vez trágico, por el número de vidas que lamentablemente se ha llevado por delante; por tanto, lo primero que tenemos que manifestar es nuestro dolor y luto por aquellos que ya no estarán más entre nosotros, y nuestro apoyo a sus familias y amigos que sin duda son los que sienten de forma más intensa su pérdida.
Dicho esto, a los que quedamos en este nuevo escenario nos toca enfrentarnos a un horizonte que sin duda será diferente a lo vivido hasta ahora.
Cada sector económico tendrá unas consecuencias particulares derivadas del post-covid, del día después de la pandemia, y aquí reflexionamos sobre el sector agroalimentario.
Aunque es muy difícil vaticinar esa evolución futura, por el gran número de variables, nos atrevemos a enumerar ciertos hechos objetivos y sus posibles derivadas, unas positivas y otras no tanto:
- Reconocimiento social hacia la producción de alimentos y por tanto hacia los actores implicados en esa actividad.
Sin duda, cuando los humanos se enfrentan a situaciones de emergencia, en este caso sanitaria, valoran especialmente lo básico y lo imprescindible, y en este sentido la alimentación es la primera premisa para seguir viviendo. Esto ha implicado que los ciudadanos se hayan dado cuenta de la importancia del sector primario, especialmente de agricultores, ganaderos y pescadores, y también de la industria agroalimentaria necesaria para transformar y servir esos alimentos.
La consecuencia de este reconocimiento se debe traducir en un mayor apoyo social a la producción primaria que se debería trasladar, porque la política debe ser un reflejo de la sociedad, en un firme apoyo público a lo rural, al campo, al mantenimiento de esa actividad. No olvidemos que muchas producciones primarias se encuentran a menudo en pérdidas y deben ser protegidas por su carácter estratégico.
- Cambio de hábitos en cuanto al consumo de alimentos.
Durante el confinamiento se ha dado un drástico cambio de escenario en cuanto a dónde comemos, es decir volvimos masivamente a comer en casa y esto tendrá varias consecuencias. Por otro lado, los consumidores han tenido más tiempo para reflexionar sobre qué comemos, elaboración de recetas más sanas y ricas, elección de ingredientes más cercanos y de temporada. Todo este movimiento “Slow Food” lógicamente ha disminuido con la desescalada y la “nueva normalidad”, pero sin duda quedará un profundo poso en nuestro subconsciente que puede ser aprovechado para reivindicar el consumo de alimentos de más calidad, de mejor perfil saludable y organoléptico. Por tanto la derivada de este hecho objetivo debe ser que el consumidor valore más, y pague más, por productos saludables de proximidad.
- Cambio en cómo y dónde adquirir los alimentos.
El confinamiento ha hecho que el consumidor compre más tanto en tiendas de proximidad, como a través de canales nuevos como internet. Volvemos a decir que con la desescalada esto ha perdido intensidad, pero igual que en el punto anterior ese cambio drástico de hábitos dejará un aprendizaje del cual quedará un poso en el futuro. Siendo así los productores de alimentos deberán aprovechar esos nuevos canales y potenciar sus políticas de penetración en ellos.
- Disminución de la capacidad de renta de parte de la población por la crisis post-covid. El parón económico y la pérdida de actividad se producirá, con mayor o menor intensidad, en una parte de la población, y esto también puede tener efecto en el sector agroalimentario. Aquellos que pierdan capacidad adquisitiva, y en el otro lado de la balanza de los puntos anteriores, es posible que busquen más los productos sustitutivos de menor precio, y ante esto deberemos comunicar las bondades específicas de los productos de mayor calidad y más saludables, y debemos transmitir el mensaje de que no necesariamente lo más barato es la mejor opción de compra.
Dicho esto, hagamos una aplicación práctica de todo lo anterior en el sector que mejor conocemos, el de la producción de Aceite de Oliva.
El sector olivarero está muy apegado a la tierra; supone un símbolo de identidad en multitud de municipios que viven de este milenario cultivo; tiene una comunicación muy fluida y directa y gran empatía hacia el consumidor por el elevado número de jornales que genera, por la identificación con un producto mediterráneo y por el espectacular paisaje que lo define; por tanto, respecto al primer punto sale reforzado. Y por tanto las autoridades regionales, nacionales y europeas deberán apostar por su refuerzo, y a eso en este momento se le llama PAC, ayudas agroambientales y políticas que favorezcan un precio justo para el aceite de oliva.
Por otro lado, respecto al cambio de hábitos en el consumo, diremos que los datos demostraron que el consumo de aceite de oliva durante el estado de alarma se incrementó hasta un 20% respecto al mismo periodo del año anterior. Esto se ha debido fundamentalmente a que el consumo en los hogares creció considerablemente. La consecuencia que debemos sacar de esto es que el consumidor reconoce al aceite de oliva como un producto diferente, más sano, más tradicional, con más valores culinarios y por tanto deberíamos aprovechar estas reflexiones para potenciar su consumo también entre hosteleros. Tenemos que transmitir a bares, catering y restaurantes que si el consumidor ha valorado el aceite de oliva en su cocina, también valorará que se lo sirvan en los menús diarios.
En cuanto a dónde se adquieren los alimentos, los productores de aceite de oliva deberán aprender como lección que tienen que acercar aún más el producto a cada casa, vía comercio de proximidad, vía comercio electrónico. Deben potenciar estos canales sin vacilar.
Y, por último, en cuanto a la crisis que se avecina, y sus efectos derivados en la cesta de la compra, el sector oleícola no esta en situación favorable, por cuanto existen productos sustitutivos (girasol, etc.) con un precio sensiblemente inferior. Para contrarrestar este efecto negativo del precio no queda otra que comunicar. Comunicar que comprar y utilizar aceite de oliva no es necesariamente más caro porque tiene más durabilidad en las frituras, porque es más estable, porque es más sano y porque aporta más a los alimentos.
En resumen, debemos trabajar duro a partir de ahora para transmitir a la sociedad que, como han podido comprobar, el sector primario tiene un papel fundamental, y que la agricultura, ganadería y pesca seguirán produciendo de la manera más sostenible los alimentos más sanos posibles… pero deben entender que para ello será necesario un precio justo que permita la continuidad de esta necesaria y ancestral actividad.
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