^{Silvia López}

^{Responsable de gestión proyectos, dinamización Clúster y organización de eventos de la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa (AVEBIOM)}

La industria alimentaria, el primer sector industrial de España, está  apostando por un modelo de producción y consumo sostenible a lo largo de toda la cadena de suministro, mediante la implementación de acciones para reducir el impacto ambiental que generan los productos alimentarios en cada una de las etapas de su ciclo de vida. La mejora medioambiental se ha convertido en una de las claves de su competitividad y su compromiso con la sociedad.

Entre los aspectos ambientales más relevantes destacan: el consumo de energía, la generación de emisiones y la producción de subproductos orgánicos. El uso de la biomasa como fuente de energía renovable permite reducir los costes operativos (por un menor gasto en consumo energético) y mejorar la imagen medioambiental.

La energía (térmica y eléctrica) es un recurso esencial para la industria alimentaria. Se utiliza para múltiples actividades dentro de las instalaciones: refrigeración/congelación, procesos térmicos de transformación (cocción, maduración...), pasteurización/esterilización, envasado, equipos auxiliares (aire comprimido, depuración…). Los principales impactos ambientales asociados al consumo de energía son el consumo de recursos energéticos no renovables y las emisiones de CO₂, que contribuyen al aumento del efecto invernadero.

La optimización del consumo energético es uno de los factores clave para conseguir mantener la competitividad industrial y mejorar la sostenibilidad medioambiental de este sector. Tanto una mayor eficiencia energética como la incorporación de energías renovables, externas o de autogeneración, son palancas para un suministro más sostenible. Dos aspectos (eficiencia y renovables) en los que la industria alimentaria tiene un importante potencial de mejora.

En este sentido, las principales ventajas que ofrece el uso de la biomasa como fuente de energía son: 1) Es más económica que la de combustibles fósiles. 2) Estabilidad de precio frente la inestabilidad del precio del petróleo. 3) Posibilidad de aprovechar subproductos propios de la industria para producir energía térmica y/o eléctrica. 4) Mejora la eficiencia energética. 5) Energía limpia, renovable y gestionable. 6) Reducción de emisiones de efecto invernadero.

A continuación, el artículo presenta dos ejemplos de nuevas estrategias de gestión energética en las empresas Mazana Piensos Compuestos y Orbe.

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Publicado en Revista Alimentaria 490

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