Dra. Nieves Palacios Gil de Antuñano
Médico especialista en Endocrinología y Nutrición y en Medicina de la Educación Física y el Deporte
El microbioma humano es una comunidad de microorganismos que habitan en todas las superficies de nuestro cuerpo, en especial en la piel, la boca, el intestino, la vagina y los ojos. Está formado por hongos, levaduras, arqueas, virus y, principalmente, bacterias. Conviven con nosotros a lo largo de toda la vida, jugando un papel relevante tanto en la salud como en la enfermedad.
Por su parte, la “microbiota intestinal” es la población de microorganismos que habitan en el intestino y ayudan a asimilar los nutrientes que se ingieren. Se localizan, en su mayor parte, en la porción distal del tubo digestivo y el colon. Entre los más abundantes se encuentran los géneros Bifidobacterium, Lactobacillus, Streptococcus y Sacharomyces, entre otros, aunque cada persona presenta una microbiota intestinal única, con una gran variabilidad en su composición.
Cada persona alberga unos 100.000 millones de microorganismos de más de 400 especies diferentes, en su mayoría bacterianas, de las que aproximadamente el 95% se han adaptado a lo largo de la evolución a vivir y proliferar en el interior del tubo digestivo humano, sobre todo en el colon. La flora bacteriana intestinal está perfectamente adaptada a su hábitat, el ser humano, porque está asociada a este desde hace milenios y ha evolucionado con él.
En el momento de nacer el intestino es estéril, pero al muy poco tiempo comienza a ser colonizado por los diferentes microorganismos. Este proceso está influenciado por diversos factores como la forma de nacimiento (parto vaginal vs cesárea), tipo de alimentación (lactancia materna vs lactancia artificial), tiempo de gestación y peso al nacer (normal vs bajo peso y/o prematuridad), condiciones del medio ambiente y estilo de vida.
Entre las principales funciones de la microbiota intestinal sobresalen tres: funciones de nutrición y metabolismo, con recuperación de energía en forma de ácidos grasos de cadena corta, producción de vitaminas (del complejo B, vitamina K..) y efectos favorables sobre la absorción de calcio y hierro en el colon; funciones de protección, evitando la invasión de agentes infecciosos o el sobrecrecimiento de especies residentes con potencial patógeno; y funciones tróficas sobre la proliferación y diferenciación del epitelio intestinal y el desarrollo y modulación del sistema inmune. También se ha visto que un buen estado de salud en el tracto gastrointestinal es un factor protector frente a sufrir trastornos depresivos. Una alteración de la microbiota podría alterar el equilibrio en el eje intestino-cerebro.
Cuando existen circunstancias desfavorables, puede aparecer un desequilibrio en la flora intestinal (disbiosis), dando lugar al desarrollo de distintas patologías, como enfermedades alérgicas y autoinmunes (psoriasis, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn…), metabólicas (obesidad, diabetes mellitus tipo 2, hígado graso), entre otras.
El tratamiento con antibióticos y otros fármacos, las enfermedades infecciosas agudas y los viajes al extranjero, con cambios en la rutina diaria, son factores que pueden producir alteraciones en la composición de la microbiota intestinal.
La cantidad total de bacterias intestinales y su diversidad están influidas (para bien o para mal) por los hábitos dietéticos, sedentarismo, forma de realizar ejercicio físico estrés, edad, toma de prebióticos y probióticos, tratamientos médicos, genética…
Además de saber que la microbiota intestinal favorable es fundamental para la salud, también hay que conocer qué tipo de microbiota tiene que estar presente en cada momento de la vida. Los nuevos estudios están enfocados en descubrir la composición ¨ideal¨ de la microbiota intestinal de cada uno. Los hallazgos indican que la modulación de la composición de la microbiota intestinal podría ser de utilidad como estrategia para tratar y prevenir numerosas enfermedades.