^{Eduardo Pérez Arena}

^{Presidente de ASINCAR}

Ahora que miro hacia atrás me parece de una inocencia casi infantil. Terminaba 2022 y arrancaba 2023 con una especie de calma tensa que podía inducir a pensar que lo peor ya había pasado. El 2022 fue un año complicado para todos. Todo apuntaba a que por fin recuperaríamos la actividad normal después de los efectos directos de las restricciones aplicadas a raíz del COVID-19 durante los años 2020 y 2021, pero empezó a aflorar la segunda ronda de efectos derivada del parón de actividad a nivel global junto con el shock por una guerra a las puertas de Europa. Como consecuencia, hemos sufrido una espiral inflacionista que no se recuerda desde hace varias décadas y que afecta a todos los sectores de actividad. Por medio de estas líneas, y como presidente de la Asociación de Industrias Cárnicas del Principado de Asturias (ASINCAR), daré a conocer los efectos que esta situación tiene para nuestro sector en Asturias.

El sector transformador cárnico en Asturias está formado por unas 100 micropymes y pymes dedicadas a la fabricación de productos cárnicos frescos, crudo-curados y curados. Estas empresas dan empleo a unas 1.500 personas y tienen un volumen de negocio superior a los 100 M€/año.

El sector cárnico es un sector muy competitivo y con unos márgenes muy reducidos que está viviendo una tormenta perfecta que estrangula a nuestras empresas con una mezcla de presión descontrolada por el alza de los costes y el bloqueo en la aplicación de estos incrementos de costes al siguiente eslabón de la cadena.

Por el lado de los costes, desde principios de 2022 hasta la actualidad hemos tenido un incremento aproximado del precio del cerdo de un 90 %. En los despieces contamos con aumentos aproximados de precios del 90 % en los magros, 80 % en la papada, 70 % en la cabeza de lomo y 60 % en el tocino y la caña de lomo. A esto tenemos que sumar subidas del 200 % y el 300 % en los costes de los suministros de energía, subidas del 20 % al 25 % en los servicios logísticos y subidas en la práctica totalidad del resto de insumos. Además, en el sector cárnico los salarios están pactados con una revalorización vinculada a la evolución del IPC, con lo que la tabla salarial que pagamos a nuestros empleados se incrementa este año en un 8,95 %.

Por el lado de los márgenes nos encontramos con una resistencia, cuando no un bloqueo, a la aplicación de las subidas de precios en nuestras tarifas como consecuencia de los incrementos de costes que debemos soportar.

En esta situación es urgente la aplicación de estas subidas a nuestros precios de venta efectivos, porque la subida de costes está estrangulando el margen comercial hasta llevarlo a los números rojos, minando los recursos y la resiliencia de las empresas, hasta el punto de que está poniendo en serios aprietos la viabilidad de nuestras empresas.

Somos conscientes de los perjuicios que esta situación causa a los consumidores, pero, a su vez, hemos de ser conscientes de que esta situación perjudica a todos los actores de la cadena y debemos repartir la carga de manera proporcional y justa porque estamos poniendo en riesgo a un sector muy importante tanto a nivel regional como a nivel nacional.

Me considero una persona optimista y, al igual que escribo estas líneas para poner el foco sobre esta problemática, espero poder estar reflexionando más pronto que tarde sobre desafíos vinculados al crecimiento o a la innovación. Desafíos que ASINCAR como Asociación, pero también como Clúster Agroalimentario y como Centro Tecnológico, lleva incrustados en su ADN.