Instituto Danone: conferencia sobre los alimentos funcionales como herramienta de salud pública

18 de julio, 2011


La funcionalidad de los alimentos es un concepto atractivo que invita a investigar esa potencialidad con fines saludables e, incluso, terapéuticos. Por ello, el pasado día 12 de mayo, se celebró una reunión Científica organizada por la Real Academia Nacional de Medicina y el Instituto Danone, que contó con la participación de los profesores José Antonio Mateos, Director Health & Food Law Affairs de Danone, y Abel Mariné, Catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona y miembro del Consejo Científico del Instituto Danone, quienes presentaron una extensa y actualizada revisión de este tema.

La mayor esperanza de vida, el sedentarismo, los malos hábitos alimentarios y el incremento de enfermedades crónicas (cardiovasculares, cáncer, diabetes, obesidad…), que cada vez se manifiestan a edad más temprana, junto a la aspiración a estar sano, ponen de actualidad, más que nunca, el antiguo concepto hipocrático de que “los alimentos sean tu medicina y los medicamentos tu alimento”. Para la medicina supone un desafío aprovechar para su práctica los beneficios que pueden aportar los alimentos y conseguir que la alimentación sea, en lugar de un problema –como parece serlo hoy, por la alta prevalencia de la obesidad–, una eficaz herramienta de salud pública.

Para ambos profesores, “todos los alimentos son funcionales (todos tienen un beneficio), pero unos más que otros”. Los alimentos funcionales que podemos considerar relevantes desde el punto de vista médico son alimentos que pueden haber sido modificados o no, y que son susceptibles de ayudar a mantener la salud y reducir riesgos de enfermedad. Para que un alimento sea considerado funcional, debe cumplir algunos requisitos:
• El alimento debe ser consumido en menús habituales (no debe ser unañadido a la dieta).
• Sus efectos deben estar probados científicamente.
• Los ingredientes con actividad funcional deben ser siempre productos naturales y pueden estar presentes de forma natural, por modificación genética (como en el caso de fresas con altas dosis de antioxidantes), haber sido añadidos o reemplazar a otro componente no saludable (Omega 3 por otras grasas) o aumentando la biodisponibilidad o la estabilidad (por ejemplo la vitamina D en alimentos con calcio, que favorece su absorción).

Esto es lo que diferencia a los alimentos funcionales, por ejemplo, de los alimentos dietéticos o los complementos alimenticios, también llamados nutracéuticos.

Los ponentes insistieron en la necesidad de demostrar la evidencia científica de la aportación que se adjudica al alimento. Además, resulta clave estudiar la dosificación, pues un ingrediente benigno en la dosis adecuada, puede tener efectos adversos en otra, como se ha demostrado, por ejemplo, con el betacaroteno, que en dosis adecuadas tiene un efecto antioxidante muy positivo, pero que en altas dosis suministradas a fumadores, aumentaba la incidencia del cáncer. 

Otro factor que debe ser tenido en cuenta a la hora de aplicar los alimentos funcionales como herramienta de salud y que requerirá nuevas investigaciones, es las interacciones que pueden tener los ingredientes con los propios fármacos, pues se han demostrado casos tanto negativos, como que la administración de zumo de naranja a pacientes en tratamiento con fluorquinolonas, disminuye la capacidad de absorción del fármaco por el organismo, como positivos, como que las dietas ricas en Omega 3 potencian los efectos de las sinvastatinas. 

En cuanto a los alimentos probióticos, aquellos funcionales que contienen microorganismos vivos beneficiosos para la salud, los ponentes destacaron cómo los individuos sanos mantienen un mejor equilibrio bacteriano que los enfermos y cómo está demostrada la necesidad de su presencia y su interacción con el metabolismo humano, así como la creciente evidencia científica de su eficacia en la prevención y tratamiento de ciertas patologías, como la diarrea causada por antibióticos, las infecciones por la bacteria C. difficile, las diarreas infecciosas en niños, la hinchazón y el dolor abdominal o los resfriados y las infecciones leves de las vías respiratorias.

Mirando hacia el futuro, destacaronlas investigaciones que se están realizando para estudiar las interacciones entre el genoma humano y el genoma bacteriano hospedado, que forman el “metagenoma” humano, que puede ayudar a explicar los mecanismos de ciertas enfermedades, entre ellas los crecientes desarreglos del sistema inmunitario con un creciente aumento de patologías autoinmunes, como las enfermedades inflamatorias intestinales (Chron, etc.), diabetes tipo 2 y otras. 


Para más información ver Revista Alimentaria nº 424 de junio 2011

Puedes seguirnos


Te Recomendamos


Suscríbete a nuestra revista

Suscripción a 10 números consecutivos de la Revista Alimentaria desde la fecha de la suscripción

portada revista alimentaria Más información

Aviso de Cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso.Política de Cookies.



Saber más