Investigadores de la Universitat Politècnica de València, pertenecientes al grupo de biología sintética del Instituto ai2 y al Instituto de Tecnología de Materiales (ITM) en el campus de Alcoy, están trabajando en la obtención de ingredientes funcionales, nutrientes, prebióticos y probióticos a partir de los residuos de la cerveza, concretamente, del bagazo, subproducto resultante del procesado de esta bebida, rico en proteínas y fibra alimentaria.
Este es uno de los objetivos del proyecto Biovalora, liderado por la empresa Bioithas y financiado por la Agencia Valenciana de la Innovación y en el que participa también el Instituto Tecnológico AIJU, que está trabajando en la incorporación de las fibras restantes del bagazo en plásticos para la fabricación de productos relacionados con la industria de la cerveza como pueden ser posavasos o cajas para el transporte.
La producción de cerveza en la Unión Europea genera más de 6 millones de toneladas de bagazo. Sin embargo, un 20% de sus residuos se deposita en vertederos. “Nuestro objetivo es aprovechar al máximo este subproducto, evitar que se eche a perder, generando para ello nuevos ingredientes y otros productos, en un ambicioso proyecto de economía circular que podría aportar nuevos beneficios al sector”, apunta Pablo Carbonell, investigador principal del proyecto en el Instituto ai2.
Hasta ahora, los investigadores han trabajado en la obtención de diferentes muestras de bagazo, su caracterización mediante el análisis del contenido en humedad, proteínas, polifenoles, fibras lignocelulosas y otros compuestos de interés; así como su caracterización térmica y morfológica.
El equipo del Instituto ai2 centra su trabajo en analizar si el bagazo, que ahora se aprovecha, principalmente, para forraje de animales, puede emplearse en laboratorio como medio de cultivo de cepas que aporten un valor añadido en la producción de ingredientes funcionales, prebióticos, probióticos, etc. “Los polifenoles son un medio de cultivo muy rico para acelerar la producción y, por tanto, estamos trabajando en esa línea”, explica Carbonell.
Mientras, la línea de actuación del Instituto de Tecnología de Materiales en el campus de Alcoy se centra en el acondicionamiento de los residuos de bagazo y su posterior micronización, para el desarrollo de los procesos de extracción de los compuestos de alto valor añadido, con potencial aplicación en el campo de la biotecnología.
Coordinado por el investigador Rafael Balart, el equipo del ITM trabaja en procesos de extracción respetuosos con el medio ambiente para separar las proteínas (fundamentalmente hordeínas), que pueden llegar a representar entre el 26 y el 30% del residuo de bagazo; y en la extracción y caracterización de compuestos fenólicos y polifenólicos con excepcionales propiedades antioxidantes y que tienen un gran potencial para su aplicación como ingrediente activo en prebióticos.
“Además, el material fibroso residual de los procesos de extracción se está acondicionando para la fabricación de plásticos que imitan la madera (wood plastic composites), en colaboración con AIJU”, añade Rafael Balart.
Por su parte, Bioithas se centra en el aislamiento de cepas probióticas, bacterias y levaduras, a partir del residuo del bagazo. “El objetivo principal es estudiar su viabilidad y escalabilidad industrial, para posteriormente testarlas en ensayos clínicos para validar sus capacidades funcionales y su posible beneficio para la salud, a fin de poder utilizarlos como ingrediente activo en complementos alimenticios”, concluye Laura Navarro, directora de operaciones (COO) de Bioithas.