Ignacio García Magarzo: "Medioambiente, economía y ética en la lucha contra el desperdicio alimentario"
ASEDAS
13 de abril, 2025
La reciente Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario es la primera norma estatal sobre esta materia publicada en España
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Ignacio García Magarzo, director general ASEDAS
La reducción del desperdicio alimentario es un compromiso medioambiental, económico y ético. Así lo entiende la recientemente aprobada Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario, la primera norma estatal sobre esta materia publicada en España, que pretende “fomentar el uso eficiente de los alimentos y reducir el despilfarro en todos los eslabones de la cadena”.
Así lo conciben, también, las empresas de distribución alimentaria, que, desde hace muchos años, sitúan el control del desperdicio alimentario entre sus prioridades. Cuando, en el año 2022, las empresas de ASEDAS -que agrupa al 75 por ciento de la superficie de distribución de alimentación en España- decidieron hacer analizar sus índices de sostenibilidad medioambiental eligieron los cinco indicadores que consideraban más significativos en relación al impacto de su actividad en el entorno.
Y el primer indicador que estudiaron fue el del control de desperdicio alimentario. Y lo hicieron con el siguiente resultado: los supermercados, autoservicios y distribución mayorista tienen un índice de desperdicio del 0,6 por ciento. Es bueno recordar que el desperdicio alimentario se define como todos aquellos alimentos inicialmente destinados al consumo humano que, finalmente, se descartan y se tratan como residuos. Es decir, el 99,4 por ciento de los alimentos que distribuyen los minoristas y mayoristas de alimentación son puestos en manos del consumidor, donados para consumo humano o reaprovechados como subproductos en alimentación animal o revalorizados energéticamente.
Alcanzar este índice ha sido una tarea que se ha desarrollado y perfeccionado a lo largo del tiempo. Una labor de años, en la que las empresas han asumido y han comprendido la dimensión medioambiental, económica y ética de la lucha contra el desperdicio y, en consecuencia, han actuado en diferentes ámbitos. El hecho de que se mida como un indicador medioambiental del supermercado es solo un ejemplo del compromiso por reducir al máximo todo tipo de residuos, evitar -por supuesto- que terminen en la naturaleza y revalorizarlos al máximo, pero va mucho más allá.
Para comprender la dimensión económica, baste con recordar que la misión empresarial, de crecimiento económico y creación de empleo de las empresas de distribución alimentaria es llenar las cestas de la compra de los consumidores en las mejores condiciones de surtido, calidad y con los precios más bajos posible. Y eso solo se consigue haciendo cada vez más eficiente la venta de alimentos, y evitando su desperdicio. Para poder ofrecer precios competitivos -como los que tiene la distribución alimentaria en España- es imprescindible obtener los máximos niveles de eficiencia en el control del surtido y poner en los lineales los productos que se saben que se van a vender en cada momento. Podemos recordar una conocida frase del ministro Luis Planas: “No hay alimento más caro que el que termina en la basura”; frase ilustrativa tanto para el consumidor, como para la distribución.
Llegamos, por último, a la dimensión ética del problema. La intención de contribuir desde el ámbito de actuación de la distribución alimentaría a cubrir las necesidades de grupos sociales desfavorecidos ha encontrado en la donación de alimentos el mejor cauce. Pero ello es, a la vez, un ejercicio de la responsabilidad social empresarial y un medio eficaz para evitar el desperdicio de alimentos. La colaboración con cientos de bancos de alimentos y otras organizaciones sociales en el ámbito local es una de las acciones más visibles que hacen los supermercados.
Volviendo a la Ley que acaba de aprobarse, debemos felicitarnos por el objetivo que expresa de reducir el desperdicio en toda la cadena agroalimentaria: desde los productores primarios hasta los consumidores finales en hogares y en bares y restaurantes, todos estamos llamados a hacer esfuerzo en este sentido. Esta visión de cadena es una gran noticia, ya que la lucha contra el desperdicio alimentario es tarea de todos si queremos, de verdad, reducir los índices globales de desperdicio en España.
Sin embargo, debemos preguntarnos si esta Ley establece también los mecanismos necesarios para llegar al consumidor, sabiendo que es en los hogares donde más comida se tira a la basura. Por ello, no se debe perder de vista la importante tarea de informar, educar y concienciar al consumidor desde estos mismos parámetros relacionados con el medioambiente, la economía y la ética.
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