La investigadora Patricia López Sánchez se ha incorporado recientemente al grupo “Química de Productos Marinos” del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC) en Vigo. Patricia es licenciada en Química por la Universidad de Santiago de Compostela (2000) y doctora en Ciencia y Tecnología de los Alimentos por la Chalmers University of Technology de Suecia (2011).
Es especialista en la relación entre la estructura y las propiedades tecnofuncionales de ingredientes y alimentos, con un enfoque particular en el impacto de las condiciones de procesado en la pared celular de materias primas de origen vegetal y acuático. En los últimos años dirige varias líneas de investigación centradas en las propiedades físico-químicas de las algas (micro y macro), explorándolas como una fuente de ingredientes sostenibles para alimentos y otras aplicaciones tecnológicas.
Ha participado en 45 proyectos de investigación en instituciones académicas e industria, siendo investigadora principal en 15 de ellos, y ha contribuido a más de 70 publicaciones.
Su especialización en Tecnología de Alimentos fue “más bien fruto de las circunstancias que de una planificación intencionada”, nos cuenta. Su interés por este campo llegó gracias a recibir una beca para realizar prácticas en Unilever en Holanda, tras licenciarse en Químicas: “Allí descubrí el campo de los alimentos y pude aplicar mis conocimientos de química para entender la estructura y propiedades físico-químicas de los alimentos. Me fui para 6 meses y estuve 8 años trabajando como investigadora corporativa en el departamento de Estructura de los alimentos, e hice un doctorado industrial en la empresa”.
Para López Sánchez, lo más gratificante de la investigación en ciencia de los alimentos es que “es altamente aplicada y relevante, y al mismo tiempo permite realizar estudios más fundamentales sobre interacciones de los componentes de las materias primas y alimentos a nivel molecular para mejorar tanto las propiedades nutricionales como sensoriales, y de generar un impacto positivo en la salud, algo muy interesante y satisfactorio. El reto de alimentar a la población mundial con alimentos saludables y sostenibles bajo las presiones del cambio climático también es una motivación clave”.
Por el contrario, asegura que lo más complicado de este campo de investigación es que “la complejidad de los alimentos, tanto en composición como en estructura, hace que sea complicado muchas veces obtener resultados causa-efecto, y requieren muchas veces de la utilización de muchas técnicas complementarias para entender esa relación entre estructura y propiedades. En general, se necesita paciencia con el campo de la investigación, donde los resultados no siempre se ven a corto plazo. La ciencia y la innovación requieren tiempo, y el impacto de los proyectos no siempre es inmediato”.
Tras su etapa en Unilever, Patricia pasó a ser investigadora postdoctoral en la University of Queensland (Australia) y en la Swedish University of Agricultural Science (Suecia). Además, dirigió el Área de Propiedades Físicas de los Alimentos en Research Institutes of Sweden (Suecia).
Esta experiencia internacional “ha sido fundamental en mi carrera”, asegura la científica del IIM-CSIC: “Destacaría el haber conocido formas de trabajar flexibles, dinámicas, en equipos multidisciplinares, multiculturales y en organizaciones planas, con poca jerarquía. En Suecia y los Países Bajos la colaboración entre la empresa y la universidad es muy estrecha, lo que me ha permitido trabajar en proyectos con una vocación de trasferencia desde el inicio. Además, en esos países se alienta la movilidad y la flexibilidad en las carreras investigadoras, y es deseable que los investigadores realicen sus etapas pre- y postdoctorales en centros diferentes para enriquecerse de otras formas de trabajar que nos ayudan a ser más colaborativos y trabajar mejor en equipo. También he tenido la oportunidad de participar en proyectos con gran impacto social, financiados por la Fundación Gates, orientados a la alimentación en países en desarrollo, este tipo de proyectos son muy gratificantes”.
Con toda esta experiencia en su haber, en 2022 regresó a España para unirse a la Universidad de Santiago de Compostela con un contrato Ramón y Cajal: “El regreso estuvo motivado en parte por el sentimiento de morriña que surgió durante la pandemia, y también por la oportunidad del contrato Ramón y Cajal, un programa altamente competitivo que ofrece estabilidad y condiciones económicas decentes a investigadores españoles que quieren regresar al país. Aunque inicialmente no tenía planes de volver a España, el hecho de poder trabajar en Galicia y la apuesta que hizo por mí la Universidade de Santiago, junto con las infraestructuras de investigación disponibles en el área agroalimentaria en el campus de Lugo, fueron factores decisivos. Allí estuve dos años hasta mi reciente incorporación al IIM-CSIC”.
En el IIM va a dirigir una línea de investigación centrada en el estudio de las algas, tal y como nos explica: “En los últimos años hay una necesidad de encontrar nuevas fuentes de alimentos y de utilizar mejor las materias primas existentes. Si bien continuaré investigando materias primas vegetales como cereales, legumbres y champiñones, en el IIM voy a dirigir una línea de investigación centrada en el estudio de las algas, específicamente en cómo los polisacáridos y proteínas de las macroalgas pueden ser utilizados como ingredientes en alimentos. Investigar cómo las condiciones de conservación y procesado afectan a las propiedades funcionales y nutricionales de las algas, es un campo que considero muy prometedor debido al potencial de las algas como alimento del futuro. Además, otra de las líneas a desarrollar se centra en la valorización de subproductos alimentarios, incluyendo de algas, para utilizarlos por ejemplo en biomateriales”.
“Entre mis metas a corto plazo, continuaré profundizando en el potencial de las algas como fuente de ingredientes funcionales y en el desarrollo de tecnologías de procesado que optimicen sus propiedades” —añade—. “A largo plazo, quiero seguir avanzando en el campo de las propiedades físicas de los alimentos que son fundamentales para entender su funcionalidad, desarrollar nuevas colaboraciones internacionales, y contribuir a la creación de nuevos productos sostenibles y saludables que beneficien a los consumidores, incluyendo aquellos con necesidades específicas como las poblaciones senior, pacientes con problemas de deglución o las dietas vegetarianas/ veganas”.
Para Patricia López Sánchez, el campo de la ciencia de los alimentos “cuenta con muchas científicas”. Sin embargo, también advierte de que, aunque la carrera investigadora “es apasionante, también es lenta, impredecible y no siempre valorada como debiera. Esto podría implicar que, como en muchos otros campos, las mujeres enfrenten barreras adicionales”.
“En mi opinión, la situación está mejorando y se están haciendo grandes cambios para fomentar la vocación científica” —asegura López Sánchez—. “No obstante, las principales barreras para que más personas se dediquen a la investigación en España incluyen la financiación insuficiente, la falta de estabilidad, los salarios bajos y la burocracia excesiva que dificulta la gestión de proyectos. Esto también contribuye a la fuga de talento al extranjero. Por tanto, para que las mujeres tuvieran más presencia, y no solo las mujeres sino también los hombres, las condiciones en investigación podrían mejorarse promoviendo más oportunidades de estabilidad y reduciendo las diferencias entre países en cuanto a flexibilidad y acceso a la investigación”, concluye.