^{Javier Brey}

^{Presidente de la Asociación Española del Hidrógeno AeH2}

El sector transporte se encuentra en constante crecimiento y está obligado a dar respuesta a la demanda de los mercados globales, al crecimiento de la logística industrial e incluso a la reactivación de los viajes a nivel mundial. Pero, por otra parte, si medimos su impacto en toneladas equivalentes de CO₂, se trata de un sector responsable de aproximadamente un 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero, superando así al sector industrial. De esas emisiones, cerca de dos tercios corresponden al transporte pesado, es decir, a los aviones, barcos, trenes y camiones, los cuales consumen energía eléctrica, gas natural y derivados del petróleo. Por todo ello, los distintos países y empresas afectados ya han puesto su mirada en el sector para incluirlo en sus estrategias energéticas.  

Así, para hablar de sostenibilidad en nuestra sociedad, ya sea desde el punto medioambiental, económico, social o de seguridad del suministro, es fundamental abordar el tema del sector transporte y las alternativas que existen. En este sentido, el hidrógeno supone una ventaja clave, fundamentalmente porque puede contribuir a la descarbonización plena y sostenible del sector.

Este elemento, convertido en vector energético, puede ser utilizado como combustible alternativo en los diferentes medios de transporte pesado, no limitándose únicamente al automóvil. El hidrógeno va a convivir en el futuro con otras alternativas y esa simbiosis será indispensable para la transición energética.

A partir de 2035, cuando la normativa europea obligue a comercializar únicamente vehículos de cero emisiones, los medios de transporte que utilicen el hidrógeno como combustible alternativo se convertirán en una pieza clave. Es preciso recordar que los vehículos de hidrógeno son iguales a los vehículos de baterías: ambos son vehículos eléctricos y de cero emisiones; sin embargo, tienen algunas particularidades que los hacen distintos.

El vehículo de baterías lleva su energía eléctrica a bordo almacenada en la batería, mientras que el vehículo de hidrógeno lleva una pila de combustible que transforma este elemento en energía eléctrica, a medida que esta sea requerida por el vehículo.

Por ejemplo, con un depósito que lleve unos 4 o 5 kilos de hidrógeno es suficiente para dar una autonomía comparable o superior a la de un vehículo convencional de gasolina. Por otra parte, el tiempo de recarga de este depósito es de tan solo unos 4 o 5 minutos.

Desde el punto de vista de la madurez tecnológica, no hay que olvidar que se trata de una tecnología que siempre ha estado ahí. La muestra es que en el siglo XIX se desarrolló el primer prototipo que quemaba hidrógeno, y en los años 60 del siglo XX se desarrollaba el primer vehículo eléctrico de hidrógeno.

El hidrógeno se perfila como una solución clave para el sector transporte. No obstante, es necesario insistir en la necesidad de una infraestructura de abastecimiento y suministro que favorezca el desarrollo de esta tecnología.

Lo anterior, implica un mayor número de estaciones de servicio y equipamientos de repostaje en el territorio, y no pasar por alto los diferentes objetivos planteados en la Hoja de Ruta del Hidrógeno e impulsar el suministro de hidrógeno para otros medios de transporte. Por tanto, cuanto mayor sea la ambición respecto a las tecnologías del hidrógeno, la descarbonización del sector del transporte será más amplia y eficiente.