Ujué Fresán Salvo es investigadora en nutrición ambiental en el Instituto de Salud Global, ISGlobal- Campus Mar (Barcelona). Su proyecto desarrolla una metodología para integrar indicadores de salud en los Análisis del Ciclo de Vida (nLCA) de los alimentos, con el objetivo de crear la primera base de datos nLCA en España y evaluar la sostenibilidad de la dieta de la población.
En 2023, Ujué fue seleccionada en la 2ª edición de la Daniel Carasso Fellowship, una iniciativa impulsada por la Fundación Daniel y Nina Carasso que está dirigida a jóvenes investigadores postdoctorales comprometidos con la transformación del sistema alimentario hacia un modelo más sostenible.
Hasta llegar a este campo, la investigadora ha recorrido diversas áreas de investigación. Así, en cuanto a su formación, Ujué estudió Farmacia y Biomedicina. Su interés por la Farmacia viene de lejos, tal y como nos cuenta: “Desde muy pequeña, me fascinaban las plantas medicinales y siempre decía que quería estudiar Farmacia. Lo tenía tan claro que nunca me lo volví a replantear. Así que llegado el momento hice la preinscripción en la universidad para Farmacia. Sin embargo, tras haber hecho la preinscripción, mi también pasión por la nutrición y la alimentación me llevó a querer matricularme en el doble grado de Farmacia + Nutrición. Lamentablemente, la universidad no me permitió cambiar porque solo había solicitado plaza en Farmacia. Así que seguí adelante con esa elección y, aunque no me arrepiento en absoluto, siempre he tenido la espinita clavada de estudiar Nutrición. Mientras estudiaba Farmacia, descubrí mi interés por la Epidemiología y la Salud Pública. Me apasionó tanto que decidí especializarme con un máster en esta área”.
En cuanto a Biomedicina, la investigadora se decantó por esta especialidad por motivos más prácticos: “Durante los veranos de la carrera y del máster realicé prácticas en distintos grupos de investigación. Hubo uno en particular en el que me sentí especialmente a gusto, y fue entonces cuando decidí hacer la tesis con ellos. Para formar parte de ese grupo, el doctorado debía ser en Biomedicina o Genética, así que me decanté por Biomedicina”.
“La gente suele decir que las tesis doctorales son duras, pero yo disfruté mucho mis cuatro años como doctoranda y guardo recuerdos fantásticos de esa etapa”, asegura Ujué Fresán.
Sin embargo, añade que “cuando terminé la parte experimental y me senté a escribir la tesis, me di cuenta de que el mundo de las interacciones proteicas no era lo mío. Como comentaba antes, ya había obtenido un máster en Salud Pública, un campo que realmente me entusiasmaba. Lo tuve claro: quería seguir en investigación, pero en salud pública y epidemiología nutricional. Conseguí una beca para un curso de verano en Harvard, donde me actualicé en este ámbito, y posteriormente el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra me dio la oportunidad de comenzar a trabajar en esta línea de investigación, a pesar de venir de una tesis en biomedicina. Fue ahí donde descubrí la gran pasión de mi vida: las dietas sostenibles. Y, a día de hoy, sigo tan motivada con este tema como el primer día”.
Como indicábamos al comienzo, los trabajos de Fresán se centran en la nutrición ambiental: “Durante mucho tiempo, el estudio de la alimentación ha estado dividido en dos enfoques: por un lado, quienes analizan la salubridad de la dieta, y por otro, quienes evalúan su impacto ambiental. Con mi línea de investigación, busco integrar ambos aspectos y contribuir al desarrollo de dietas que sean, a la vez, saludables y sostenibles”, explica.
Este es el eje central del proyecto que está llevando a cabo gracias a la Daniel Carasso Fellowship: “Mi trabajo se centra en desarrollar una metodología que permita medir el impacto total de los alimentos en la salud humana, considerando tanto su efecto directo (a través de su consumo en la dieta) como su impacto indirecto, derivado de los efectos ambientales de su producción, que a su vez repercuten en nuestra salud. ‘Traducir’ el daño ambiental en términos de impacto sobre la salud humana puede ayudar a darle a la dimensión ambiental la relevancia que merece, ya que a menudo queda relegada a un segundo plano, como si no nos afectara a nuestro bienestar”.
“Pero mi proyecto no se limita a la investigación teórica; también tiene una aplicación práctica” — destaca—. “Aunque es fundamental seguir avanzando en el conocimiento, cambiar nuestra dieta es prioritario y urgente si queremos lograr un sistema alimentario sostenible. Por ello, además de desarrollar nuevos enfoques científicos, estoy diseñando herramientas que faciliten a la sociedad la adopción de una dieta más saludable y sostenible”.
Para Ujué Fresán, la posibilidad de lograr un impacto real en la sociedad es la parte más emocionante de su investigación: “Lo que más me apasiona de trabajar en alimentación sostenible es la sensación de que mi trabajo tiene un impacto real en la sociedad. Cuando investigaba en biomedicina, sentía que pasarían muchos años antes de que mis descubrimientos pudieran traducirse en una aplicación práctica. En alimentación, en cambio, el impacto puede ser mucho más inmediato”.
En el lado opuesto, considera que lo más difícil de su labor es enfrentarse a la desinformación: “Lograr que la gente cambie su alimentación es un desafío enorme. No se trata solo de combatir la desinformación, sino también de enfrentarse a intereses que, en muchos casos, están lejos de promover la salud pública. Crear bulos es rápido, pero desmentirlos y hacer que la sociedad deje de creer en ellos es un proceso largo y difícil. Sin embargo, es precisamente este reto lo que hace que mi trabajo sea tan relevante y necesario”.
En este sentido, la científica tiene un objetivo claro: “Ojalá tomemos conciencia, como sociedad, de lo crucial que es cambiar nuestra alimentación. Esta es la meta que me motiva cada día: aportar mi granito de arena para construir un mundo más justo, saludable y sostenible”.
A pesar de que, afortunadamente, la investigadora del ISGlobal no se ha encontrado con ninguna barrera por el hecho de ser mujer, sí que ha experimentado en primera persona cómo perduran ciertos sesgos en torno a la profesión científica: “Hace unos días, fui a un colegio a hablar sobre alimentación sostenible” —relata—. “Antes de mi llegada, les dijeron a l@s alumn@s que vendría una persona que trabaja en ciencia. Cuando entré en el aula, tod@s se sorprendieron: habían imaginado a un hombre; nadie pensó que ese ‘científico’ podía ser una mujer, ni tan siquiera las chicas. Esta experiencia es un ejemplo de lo importante que es que las niñas tengan referentes femeninos en la ciencia y en cualquier ámbito de la vida en general. Solo así podremos romper los sesgos de género en las profesiones y construir un futuro más equitativo”, asegura.
“Aunque a menudo pasemos desapercibidas, somos muchas las mujeres investigadoras. En España hay muchas investigadoras, y muchas de ellas son excelentes. Yo misma tengo numerosos referentes femeninos en la ciencia. El problema no es la falta de mujeres en la investigación, sino que la sociedad sigue arraigada en el sesgo del científico como figura masculina, incluso desde la infancia, como mencioné antes”, concluye