¿Que riesgo supone la contaminación del suelo para los alimentos?
FAO
5 de mayo, 2018
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La contaminación del suelo plantea un serio desafío para la productividad agrícola, la seguridad alimentaria y la salud humana, pero se sabe muy poco sobre la escala y la gravedad de la amenaza, según advierte el informe La contaminación del suelo: una realidad oculta que la FAO ha dado a conocer al comienzo del Simposio Mundial sobre la Contaminación del Suelo.
“La contaminación de los suelos afecta a la comida que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, y la salud de nuestros ecosistemas”, dijo la Directora General Adjunta de la FAO, Maria Helena Semedo, al inicio del simposio. “El potencial de los suelos para hacer frente a la contaminación es limitado y, por eso, la prevención de la contaminación de los suelos debería ser una prioridad en todo el mundo”, añadió.
Los estudios que se han llevado a cabo hasta ahora se han limitado en su mayoría a las economías desarrolladas. De modo que existen grandes lagunas de información respecto a la naturaleza y el alcance del problema, según un análisis de la FAO sobre la literatura científica existente.
Pero lo poco que sabemos es ya motivo de preocupación, señala el informe. Por ejemplo, en Australia, se estima que existen unos 80 000 emplazamientos que sufren contaminación del suelo. China ha clasificado el 16% de todos sus suelos -y el 19% de sus suelos agrícolas-, como contaminados. Hay aproximadamente 3 millones de lugares contaminados en la Zona Económica Europea y en los Balcanes occidentales. En Estados Unidos, 1.300 localidades aparecen en la lista de prioridades nacionales Superfund, en la que las autoridades incluyen aquellas que sufren un elevado índice de polución.
El informe también hace hincapié en que la contaminación del suelo a menudo no puede percibirse ni evaluarse directamente, lo que lo convierte en un peligro oculto, con graves consecuencias. Entre ellas afecta a la seguridad alimentaria, al dificultar el metabolismo de las plantas y al reducir los rendimientos agrícolas, haciendo además que los cultivos sean nocivos para el consumo. Los contaminantes dañan también en forma directa a los organismos que viven en el suelo y lo hacen más fértil.
Y, por supuesto, el suelo contaminado con elementos peligrosos (por ejemplo, arsénico, plomo y cadmio), productos químicos orgánicos como BPC (bifenilos policlorados) y HAP (hidrocarburos aromáticos policíclicos) o productos farmacéuticos -como antibióticos o disruptores endocrinos- plantea graves riesgos para la salud humana.
En cuanto a las causas, la mayor parte de la contaminación del suelo se debe a actividades humanas, como las actividades industriales -incluidas la minería, la fundición y la fabricación-; desechos domésticos, ganaderos y urbanos; plaguicidas, herbicidas, fertilizantes utilizados en la agricultura; productos derivados del petróleo que se liberan o descomponen en el medio ambiente; gases generados por el transporte.
Los llamados “contaminantes emergentes” suponen también una preocupación creciente. Aquí se incluyen productos farmacéuticos, disruptores endocrinos, hormonas y contaminantes biológicos; la denominada “basura electrónica” (“E-waste”) de viejos aparatos inservibles; y los plásticos usados hoy en casi todas las actividades humanas. Según el informe, apenas existen estudios científicos sobre el destino de los plásticos en los suelos, mientras que la mayoría de los desechos electrónicos se depositan en los vertederos en lugar de reciclarse.
El Simposio representa un primer paso para avanzar en una respuesta internacional más coherente frente a las amenazas que plantea la contaminación del suelo. Eso incluye establecer un plan de acción para promover la implementación de las Directrices voluntarias para la gestión sostenible del suelo desarrolladas por la FAO y sus socios en 2016, así como los recientes compromisos internacionales para gestionar mejor la contaminación del suelo.
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