Alberto Cortegoso Vaamonde. Abogado en Cuatrecasas

Con el fin de controlar y prevenir la generación de enfermedades crónicas no transmisibles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció un plan de acción que contenía una serie de medidas. De entre ellas, la OMS definió como prioritaria la promoción de una dieta saludable, para lo cual optó por impulsar la implantación del etiquetado nutricional en los alimentos. No en vano, los escasos conocimientos nutricionales de la población, la falta de tiempo en el momento de la compra y la complejidad en la forma de presentar la información nutricional dificultan con frecuencia la elección de alimentos saludables por parte de los consumidores.

Al igual que otros países de su entorno, la Administración española dio inicio a los trabajos para definir cuál sería el sistema más adecuado. Dicha tarea le correspondió al entonces Ministerio de Sanidad y Consumo, que, a su vez, encomendó a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) la puesta en marcha de una comisión compuesta por científicos -entre los que se encuentran miembros del Consejo General de Dietistas y Nutricionistas- y profesionales de la industria alimentaria que han analizado los diferentes modelos de etiquetado nutricional existentes en todo el mundo.

Los trabajos se iniciaron hace prácticamente dos años y constituyen -en sí mismos- un hecho sin precedentes: han sobrevivido a Administraciones de hasta tres colores políticos diferentes.

Los análisis llevados a cabo por la comisión nombrada por la AESAN condujeron a una misma conclusión: el modelo que respondía mejor a las necesidades planteadas por la OMS y a las características del mercado español es el...

Artículo completo en Revista Alimentaria 512

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