La diversidad, esencial para adaptar la viticultura al cambio climático
Universidad de Alcalá (UAH)
28 de enero, 2020
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Quien pensara pasar disfrutando del vino el resto de sus días parece que no está de enhorabuena. Del mismo modo que el cambio climático amenaza nuestros hogares, producción de alimentos y formas de vida, también amenaza el suministro global de vino. Si las temperaturas aumentasen hasta llegar a los 2°C, las regiones del mundo que actualmente son idóneas para la viticultura podrían disminuir hasta en un 56%; si se llegase a los 4°C de calentamiento, hasta el 85% de esas regiones dejarían de ser aptas para producir buenos vinos.
Así se desprende de un nuevo estudio, liderado por Ignacio Morales-Castilla, investigador de la Universidad de Alcalá, que acaba de ser publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Por suerte para los amantes del vino, esta investigación también sugiere una estrategia de adaptación. Sus hallazgos indican que reorganizando dónde se cultivan ciertas variedades disminuiría la pérdida de regiones vitivinícolas (a la mitad, con 2°C de calentamiento y en un tercio, si se alcanzasen 4°C de calentamiento).
Desde hace tiempo, los científicos han sospechado que la diversidad agrícola es esencial para la aumentar la resiliencia de la agricultura al cambio climático y la vid ofrece una oportunidad única para comprobarlo. La vid es un cultivo extremadamente diverso – actualmente existen más de 1100 variedades distintas plantadas bajo un amplio rango de condiciones ambientales – y bien documentado, con información acerca de las cosechas recopilada desde hace siglos. Además, la vid es enormemente sensible a los cambios en las temperaturas y las estaciones que se prevén con el cambio climático.
Menores pérdidas sustituyendo de variedades
Morales-Castilla comenzó esta investigación en la Universidad de Harvard, trabajando bajo la supervisión de la doctora Elizabeth Wolkovich, actualmente afiliada a la Universidad de la Columbia Británica (Canadá). Ambos reunieron a un equipo de colaboradores multidisciplinares con los que investigar hasta qué punto, el uso de la enorme diversidad de vides podría dotar de mayor resiliencia climática a la viticultura. Sus resultados podrían ser válidos para adaptar al cambio climático otras áreas de la agricultura más allá de la viticultura. En este trabajo, se han centrado en un rasgo clave para la adaptación al clima, la fenología – cuándo se producen las fases clave del desarrollo – de 11 variedades de vid distribuidas globalmente: Cabernet-Sauvignon, Chasselas, Chardonnay, Garnacha, Merlot, Monastrell, Pinot noir, Riesling, Sauvignon blanc, Syrah y Ugni blanc.
Para cada una de estas 11 variedades, los investigadores utilizaron registros agrícolas de sus fenologías y modelizaron cuándo se produciría la brotación, floración y maduración, en cada una de las regiones vitivinícolas del mundo, y bajo tres escenarios de calentamiento: 0°C, 2°C y 4°C. Seguidamente, utilizaron proyecciones de cambio climático para determinar dónde serían viables esas variedades en el futuro.
Para los dos escenarios de calentamiento se pronostican cambios en las condiciones climatológicas que experimenta la vid durante su desarrollo. Los cambios durante el proceso de maduración afectarían a la calidad de los vinos, haciendo inevitable cierto nivel de pérdida de idoneidad de las regiones vitivinícolas. Pero el equipo encontró que ‘permitiendo el reemplazo de variedades, se reducirían esas pérdidas de forma significativa’, señala Morales-Castilla.
Si se alcanzan los 2°C de calentamiento global y no se implementan medidas de adaptación, el 56% de las áreas vitivinícolas del mundo podrían dejar de ser adecuadas para la viticultura. Si los productores reemplazasen las variedades más vulnerables por otras mejor adaptadas al clima futuro, las pérdidas se reducirían al 24%. Por ejemplo, en la región francesa de Borgoña, variedades mejor adaptadas al calor como Monastrell o Garnacha podrían remplazar variedades cultivadas en la actualidad como Pinot noir. En Burdeos, Cabernet-Sauvignon y Merlot podrían ser sustituidas por Monastrell.
Los autores explican que las regiones vitivinícolas con climas más fríos, como Alemania, Nueva Zelanda o el Noroeste del Pacífico estadounidense, no se verían afectadas negativamente en el escenario de 2°C de calentamiento. ‘Esas regiones más frías sí pasarían a ser adecuadas para el cultivo de variedades mejor adaptadas al calor, como Merlot y Garnacha. Por su parte, el cultivo de variedades de climas más fríos, como Pinot noir, podrían expandirse hacia latitudes mayores’ dice Igancio Morales-Castilla. Por el contrario, las regiones más cálidas en la actualidad (Italia, España o Australia) se enfrentan a mayores pérdidas, si no se adoptan medidas.
El remplazo de variedades va siendo menos efectivo conforme aumenta el calentamiento. Con 4°C de calentamiento, la diversidad tan solo sería capaz de evitar un tercio de las pérdidas (del 85% al 58%).
Ampliación del estudio
Si bien las conclusiones del estudio se limitan a 11 variedades, sus autores están implicados en ampliar sus bases de datos para incluir más variedades y generar resultados a escalas de detalle. Actualmente, Morales-Castilla trabaja en la recopilación de datos que permitan generar predicciones para variedades autóctonas de España y Portugal que puedan ser utilizadas directamente por los productores. Para ello, está poniendo en marcha el proyecto Iberian Future Wines, en el que colabora con expertos en viticultura del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). ‘Estudios como el nuestro necesitan grandes cantidades de datos y para conseguirlos es importante fomentar colaboraciones entre universidades, institutos de investigación agraria y productores’.
Los autores del estudio llaman la atención acerca de la existencia de obstáculos legales, culturales y financieros para llevar a cabo el remplazo de variedades. Si bien es cierto que existen alternativas de manejo para la adaptación al calentamiento, tales como medidas destinadas a reducir las temperaturas como el sombreo o la micro-aspersión, éstas podrían no ser del todo eficaces bajo los escenarios de mayor calentamiento.
En definitiva, la efectividad de cualquier estrategia de adaptación dependerá de que los viticultores tengan opciones y recursos para adaptarse a escala local, y de que la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero sean capaces de limitar el calentamiento, dicen los autores.
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